Hace exactamente dos años Paola Rodríguez (41) se encontraba entre la vida y la muerte. Cajera de supermercado, esposa, madre de dos chicos y con otro en camino, embarazada de casi ocho meses, enfrentaba al virus más temido de los últimos años: el covid. Ya estaba de licencia, encerrada en su casa por miedo a contagiarse, cuando le tocó combatir de cerca a la enfermedad. “Fue una etapa dolorosa. Cuando me fui de la casa les dije a mis hijos de 14 y 18 años que estaba bien, que ya volvía, y me vieron recién al mes. Fue difícil para todos, para mis padres, que estaban con el corazón en la boca cada vez que sonaba el teléfono. El que no pasó por esto, no sabe el sufrimiento que se pasa”, relató la protagonista a Tiempo de San Juan.
La pesadilla para Paola y los suyos comenzó en abril del 2021, cuando se convertía en una de las primeras embarazadas en contagiarse de coronavirus. Pese a los recaudos que había tomado, se convirtió en un número más en la lista de difusión que en ese entonces enviaba a diario el Ministerio de Salud Pública. Ya venía transitando una etapa de embarazo “rara”, ya que los controles a los que tradicionalmente asistía en compañía de su esposo Pedro esta vez los hacía sola. Pero ya se había acostumbrado al confinamiento y todo lo que había traído la pandemia, y hasta los ocho meses, no había tenido ningún problema de salud pese al temor que la perseguía por su edad.
“Una compañera vino a traerme un obsequio y a los cuatro días me avisa que había dado covid. Yo estaba tranquila porque no tenía ningún síntoma, pero después mi esposo empezó a sentir dolor en su cuerpo. Cuando se hisopa, da positivo e inmediatamente decido aislarlo en la habitación. Yo dormía en un sillón, pese a la incomodidad de la panza. Todos pensábamos que iba a pasar rápido, pero cuando él se recuperó, caí yo”, contó Paola.
La falta de aire y el dolor de espalda fueron los primeros síntomas que empezó a sentir. Cuando su estado empeoró, fue su esposo quien advirtió la situación a los médicos del Hospital Barassi. Una médica fue la primera que la revisó y constató, a través de una radiografía, que su malestar no se debía al embarazo en sí, sino a una neumonía causada por el coronavirus: “Los médicos del Gobierno me atendieron re bien. Me controlaban todos los días y estaban pendientes siempre. Pero llegó un momento en el que ya saturaba 86 y no sentía al bebé. Cuando me hicieron la placa me sale una mancha en mi pulmón. El virus me estaba consumiendo de a poquito. Yo le decía a mi marido que sentía que me estaba muriendo, sentía que me estaba apagando de a poquito”.
A mediados de abril del 2021 Paola fue trasladada de urgencia por su marido al Hospital Privado. Allí fue internada en Terapia Intensiva. Una decena de médicos estuvieron abocados a su caso. “Era todo un caos. Yo pensé que iba a entrar e iba a salir al poco tiempo, y realmente iba muy grave. Yo entré a una habitación de cristal y muchísimos médicos me miraban mientras me conectaban a un montón de máquinas”, señaló la sanjuanina.
Pasaron 24 horas hasta que finalmente le practicaron la cesárea. Fue una intervención histórica porque, en tiempo récord, los profesionales tuvieron que montar una sala de parto en un lugar donde sólo tenían terapia de adultos, como es el Hospital Privado. Según contó la propia protagonista, si la trasladaban de nosocomio “moría”: “La cesaría duró cinco minutos. Cuando me sacan a Bautista, yo no lo siento llorar. No lo pude ver. Pedí mirarlo, pero a él lo estaba esperando una ambulancia para trasladarlo a Neonatología del Hospital Rawson. Fue muy duro. Después ya no me acuerdo de nada, porque cuando me sacan al niño yo empeoro. Mis defensas bajan y el virus me ataca mucho más”.
Los médicos, mi ginecóloga, hasta el personal de limpieza, todos se portaron muy bien conmigo. Cuando me fui del hospital hicieron un pasillo humano para despedirme. Los médicos, mi ginecóloga, hasta el personal de limpieza, todos se portaron muy bien conmigo. Cuando me fui del hospital hicieron un pasillo humano para despedirme.
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Paola estuvo casi un mes en coma farmacológico, entubada y esperando por un milagro. Los médicos, con Pablo Lueje y la ginecóloga Fernanda Rodríguez a la cabeza, ya habían hecho todo para salvar la vida de ella y de su hijo. Bautista no se había contagiado de covid y tras superar todos los estudios, fue dado de alta y recibido por sus abuelos paternos. Pero Paola seguía mal. “Yo tengo lagunas, que es una de las secuelas que me dejó el coronavirus. Pero me acuerdo de cuando me dijeron 'gordita no te vayas'. Dicen que eso fue porque una vez me quisieron desentubar y casi me fui. Todo era muy duro, sobre todo para mi familia. Me cuentan que si los médicos les llamaban los fines de semana es porque había fallecido, entonces mi mamá cada vez que sonaba el teléfono estaba con el corazón en la boca”.
Paola despertó el 13 de mayo. Para ese entonces su familia estaba autorizada a visitarla sólo por diez minutos: casualmente cuando abrió los ojos, era su hermana la que estaba a su lado. A los pocos días volvió a su casa para por fin reencontrarse con su pequeño Bautista. “Fue un hermoso momento, muy emocionante. Yo balbuceaba, había perdido la movilidad de una parte de mi cuerpo, y no podía atenderlo como yo quería. Él seguía con sus abuelos hasta que le dije a mi marido que quería tenerlo en casa, que no me quería separar más de él. Y, como pude, empecé a cambiarlo y a hacer todo lo necesario por él. Fue el niño el que me sacó adelante”, cuenta.
Sé que mucha gente rezó por mí, incluso hubo oraciones hasta en Paraguay. Mis compañeros de trabajo dicen que aprendieron a rezar por mí. Sé que mucha gente rezó por mí, incluso hubo oraciones hasta en Paraguay. Mis compañeros de trabajo dicen que aprendieron a rezar por mí. Sé que mucha gente rezó por mí, incluso hubo oraciones hasta en Paraguay. Mis compañeros de trabajo dicen que aprendieron a rezar por mí.
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