Cada mañana, una joven de sonrisa amable y mirada serena comienza su recorrido por los colectivos de San Juan. Se llama Eliana Gisel Tornello, tiene 35 años y, desde hace ocho, su rutina es subir y bajar de las unidades del transporte público con un manojo de tarjetas en la mano. En ellas está impreso el abecedario en lengua de señas, un puente silencioso que ella tiende con ternura hacia quienes la observan desde los asientos.
Eliana es sorda, pero su manera de comunicarse trasciende las palabras. Con gestos suaves y una expresión que irradia calidez, reparte las tarjetas a los pasajeros. Algunos la miran con curiosidad, otros con empatía, y hay quienes simplemente dejan una contribución -a voluntad- en su mano. Es su única fuente de ingreso, la que le permite pagar un alquiler y sobrevivir en medio de una realidad que no siempre es justa.
“Necesito vivir. Tengo que trabajar para pagar el alquiler. Cualquier ayuda será bienvenida”, escribió en un mensaje a este diario, mientras esperaba en una de las tantas paradas que recorre cada día.
Detrás de esa fuerza, hay una historia de soledad y resiliencia. No tiene familia: sus padres fallecieron y, desde entonces, se ha enfrentado sola al desafío de salir adelante. Aun así, su sonrisa persiste. Sale de su casa muy temprano, alrededor de las 7:30 de la mañana, y trabaja hasta el mediodía. Luego asiste a una escuela, y cuando cae la tarde, vuelve a subirse a los colectivos, esta vez hasta las 8 de la noche.
Su mayor anhelo es conseguir un trabajo estable, algo que le permita tener seguridad económica sin depender de la venta diaria. Sabe que, por su discapacidad, el camino no es sencillo, pero no se rinde.
En cada colectivo que pisa, Eliana deja algo más que una tarjeta: deja un mensaje silencioso de esfuerzo, dignidad y esperanza.
Quienes deseen ayudarla pueden comunicarse al 2645501116 o colaborar a través del alias Elianatornello.