Las montañas y los paisajes inagotables de nuestra Cordillera de Los Andes son el escenario de algunos de los poemas de Jorge Leónidas Escudero, el escritor sanjuanino más importante del siglo XX. El “Chiquito” fue pirquinero, trabajo generalmente independiente que consiste en la extracción de mineral en forma artesanal. Gran parte de su obra literaria tiene como huella su pasado minero.
El “Chiquito” nació en San Juan, en 1920 y falleció en febrero de 2016. Dejó sus estudios de agronomía y se dedicó a la minería. Durante años buscó oro y metales preciosos en las montañas sanjuaninas. La poética de Escudero establece vínculos no solo con el territorio que él conoció en profundidad, pequeños pueblos de valles y caseríos de montañas, sino también con los pobladores, a los que dedica siluetas biográficas humorísticas e irónicamente moralistas, escritas en una sintaxis rota, compleja, elocuente y original: “Otra vez ando el campo este seco/ de retamos jarillas e írseme la tarde/ en lo que es ver,/ sin más estar que en mis ojos la yerma/ extensión del desierto sanjuanino”, se lee en el poema “Campos de la difunta”.
El escritor publicó su primer libro a los 50 años, la obra se llama “La raíz en la roca” (1970) y se trató de una edición modesta que circuló rápidamente entre los amantes de la literatura. El “Chiquito” escribió 27 libros, fue un incansable escritor que fue homenajeado y recibió premios en todo el mundo.
Mes Escudero 1 Montaña ALTA
Poemas suyos se encuentran en lugares públicos, como el grabado en piedra en el Monumento al Minero, en la plaza de la ciudad de La Toma, en San Luis. Este poema alude a su pasado como trabajador minero. Un repaso por algunos de sus poemas inspirados en sus noches en la inmensidad cordillerana.
Pirquinero
Tienes el corazón por elevado
sufrido andar solito y cuánto gozo
te da la serranía.
Buscar metal a flor de roca, óxido,
sulfuro, colpa, aunque finalmente
manos vacías.
Partir alguna piedra y ver ahí todo.
Dormir con guías minerales
enredadas en las pestañas.
Y cuando te desvela ese amor lejano
del que no sabes más que lo dicho por el viento.
Oscar Basanta amigo, veo
el humo de tu campamento y ya voy:
has puesto la ollita al fuego y te recuestas
a peregrinar en los sueños.
Me acerco silencioso y permanecemos callados.
El arroyo murmura, las estrellas están apareciendo.
Tiempos bravos
Otra vez fue esa vez cuando veníamos de Chile.
Oscura estaba la Cordillera.
Tuvimos que atropellar
disparando a la muerte sonsa
que a veces traen los temporales.
Rumbo a Barreal
Bajamos de Las Pichireguas y a gatas
subios por La Fortuna. Los animales
con la nieve hasta las verijas.
Éramos el Güilo Varas, el Mañungo Rojo
y quien esto dice. Llegamos
a la orilla del río. Traía miedo el agua
y en medio de la ocuridá cruzarlo ¿era chiste?
Yo en una mula flaquita ¡caramba!
¿iba a quedarme atrás? ¡si se cagan!
apreté las espuelas a ver que el destino
decía de mí. Dijo
tirarme a l’ otra orilla y dejarme vivo
pa contarle a ustedes que esa vez
tragué tanta agua que ahora
al verla me da asco y tomo vino.