Cuando tenía 11 años sufrió un accidente de tránsito que le dejó graves secuelas cerebrales. Pero Nicolás Flores (hoy con 16 años) enmudeció a la ciencia: ha recuperado el habla y el movimiento, dos facultades que dependen exclusivamente de la parte del cerebro que perdió. Su familia le atribuye el milagro al Cura Brochero, quien será canonizado este fin de semana.
Para muchos, Nicolás –hincha de River y fanático de los videojuegos– es la prueba viviente de que los milagros existen. "Siento como hormiguitas en la panza cuando toda la gente me va a ver", dice el adolescente que estará presente en el Vaticano el próximo domingo.
Los padres de Nicolás –Sandra Violino y Osvaldo Flores– atribuyen la recuperación al Cura Gaucho, de quien han sido devotos toda su vida, ya que se casaron en su santuario. Allí mismo también bautizaron a Nicolás, su único hijo. "Nico es un milagro de Brochero", dice su madre en su casa, a unos 150 km de los pueblos de Traslasierra que evangelizó Brochero.
La conmovedora historia de Nicolás se comenzó a escribir en septiembre del 2000. Tenía 11 meses de edad cuando ocurrió el accidente (en el choque murió su abuela). Quedó con hemiplejia en su lado derecho, sufrió tres paros cardíacos –uno de ellos de 15 minutos– antes de confirmarse un traumatismo cerebral irreversible. Ni los bomberos ni los médicos se explican cómo sobrevivió al golpe en su cabeza.
Su padre –recuerda– encomendó la vida de su hijo al cura gaucho. "Le hice respiración boca a boca y cuando sentía que se me iba, le pedí a Brochero que le salvara la vida. Así empezó todo…", contó.
De allí en adelante, todo lo que sucedió no tiene explicación científica. El diagnostico en la guardia del hospital de niños Santísima Trinidad de Córdoba era lapidario. Antes de emprender el viaje a Roma, la madre recordó que "al principio era un niño de trapo, no respondía a ningún estímulo, ni siquiera lloraba. El pronóstico médico fue que tendría una vida vegetativa".
Pero nada de eso sucedió: ese bebé cuya vida estaba en peligro, resurgió contra todos los pronósticos de la ciencia. Hoy con sus 16 años Nicolás va al colegio, habla con fluidez, escucha y, si bien sufre una hemiplejia, "se mueve bien" por su casa de barrio Güemes. Incluso hasta patea una pelota –luego de las clases de kinesiología– con la camiseta del club de sus amores, River. Y el domingo estuvo en la Plaza San Pedro y fue recibido por el papa Francisco.
(Fuente: Infobae)