ADVERTENCIA: en esta nota hay imágenes que pueden resultar
hirientes.
Nos trasladamos a Botswana. Más exactamente, a la ciudad de
Gaborone, donde se levanta uno de los monumentos más famosos del país: "El
Negro".
En una de las placas del memorial se puede leer: "El
Negro. Murió en 1830. Hijo de África. Su cuerpo fue llevado a Europa. Retornó a
suelo africano en 2000".
Este es el lugar
donde reposan los restos de "El Negro" en Botswana después de su
peregrinaje por los museos de España y Francia.
La fama de "El
Negro" proviene de los viajes que realizó después de muerto. Y que duraron
unos 170 años, convertido en una atracción de museos en Francia y España.
Generaciones enteras de europeos se agolparon frente a su
cuerpo medio desnudo, que había sido rellenado de algodón y preparado por un
taxidermista.Permaneció allí, de pie, exhibido como un trofeo.
Mochilero
En 1983, cuando era estudiante universitario,
accidentalmente lo hallé en un viaje de mochilero por España.
Había pasado la noche en Bañolas, una población en el norte
de Cataluña, y resultó que el museo de historia natural de la ciudad estaba al
lado del hotel. Decidí visitarlo.
"Él es real", me dijo una estudiante. "¿Quién
es real?", pregunté.
"¡El Negro!", explicó casi gritando y seguidamente
se escuchó una larga carcajada de sus amigas que aguardaban en la entrada de
aquel museo.
Lola me vendió una entrada y me señaló el lugar donde estaba
ubicado el salón de reptiles.
"En esa dirección", señaló Lola. "Y después
vaya a través de los salones siguiendo el orden de las manecillas del
reloj".
Después de pasar por el salón de los "Humanos",
continué al de los "Mamíferos" y allí lo encontré, junto a algunos
primates y huesos de gorila.
Allí estaba el cuerpo relleno de "El Negro", que
sostenía una lanza, estaba adornado por un tejido de rafia y apenas cubierto
por una especie de toalla naranja.
Así fue presentado
"El Negro" durante la exposición universal de 1888. Fue llamado
"El Betchuanas".
Esto no era una muestra de los famosos museos de cera
"Madame Tussaud" y no estaba, de ninguna manera, observando una
ilusión o truco.
Este hombre negro no era una momia y no estaba hecho de
yeso: este era un ser humano que estaba exhibido como si fuera algún espécimen
salvaje.
Se me erizó la piel de la vergüenza. Era claro que el cuerpo
de "El Negro" había sido tratado por algún taxidermista blanco
europeo y la sola idea me producía escalofrío.
Cuando quise preguntar sobre el origen de este hombre, Lola,
la mujer de la entrada, no pudo darme una explicación. No había un catálogo o
folleto. Sólo tenía una especie de postal que me entregó y que decía
escuetamente: "Museo Darder- Banyoles. Bechuana".
"¿Bechuana?", pregunté.
La mujer se encogió de hombros y antes de que me retirara me
dijo: "Las postales cuestan 40 pesetas (20 centavos de dólar) cada
una".
Compré dos.
El robo de un guerrero
20 años después decidí escribir un libro acerca del
extraordinario viaje de regreso de "El Negro" desde Banyoles hasta
Botswana (Bechuana, en la postal).
Y la historia comienza en 1831 cuando el comerciante de
"especímenes naturales" francés Jules Verreaux observó el funeral de
un guerrero Setsuana en el interior de África -cerca de Ciudad del Cabo,
Sudáfrica-.
Cuando anocheció, Verreaux fue hasta el mismo lugar,
desenterró el cuerpo y se llevó para su casa la piel, el cráneo y algunos
huesos.
"El Negro"
en la postal del Museo Darder, en el norte de España.
Con la ayuda de alambres de metal actuando como espina
dorsal, pedazos de madera ubicados como hombros y periódicos como relleno,
Verreaux conservó las partes robadas.
Con esa y otras muestras, el francés viajó hasta París. Ese
mismo año, el cuerpo del africano apareció exhibido en una galería en la Rue
Saint-Fiacre.
Una reseña del periódico Le Constitutionnel destacó la
temeridad de Jules Verreaux, quien "tuvo que sortear los peligros entre
los nativos, que son tan salvajes como son negros".
El mismo artículo deja en claro las características de estos
guerreros, que atraían más "atención que las jirafas, las hienas o las
avestruces".
Medio siglo después, "El Negro" apareció en
España. Durante la exhibición universal de Barcelona de 1888, el veterinario
Francisco Darder lo presentó en un catálogo como "El Betchuanas" y lo
representó con un dibujo, vestido con su rafia, un escudo, una lanza y el
taparrabo.
Durante el siglo XX
Allí, en Bañolas, al pie de los Pirineos, los orígenes de
"El Negro" comenzaron a olvidarse.
En el pedestal donde estaba se escribió "Hombre de los
arbustos del desierto del Kalahari". En las décadas que siguieron a 1888
los vestigios que lo relacionaban con sus ancestros en Setsuana se
desvanecieron hasta que pasó a ser conocido como "El Negro", sin más.
Frank Westerman fue el hombre que conoció de cerca la
historia de "El Negro" después de que lo viera exhibido en un museo
de historia natural.
En algún punto del siglo XX, el revelador taparrabo fue
cambiado por curadores católicos por la especie de toallón naranja que le vi aquella
mañana de 1983.
Pero eso no era lo peor: alguien le había puesto una capa de
barniz para oscurecer más su piel.
De pie en su vitrina, ligeramente inclinado y con su mirada
penetrante, "El Negro" personificaba de una manera conmovedora y
desgarradora a la vez los aspectos más oscuros del pasado colonial europeo.
De alguna manera, confrontaba a los visitantes con las
teorías de lo que se llamó "el racismo científico", la clasificación
de las personas en superiores o inferiores de acuerdo al tamaño de su cerebro.
El retorno
Pero las cosas comenzaron a cambiar en 1992, cuando el
doctor español de origen haitiano Alfonso Arcelin sugirió al diario El Paísque
"El Negro" debería ser retirado del museo.
Los Juegos Olímpicos aterrizarían ese año en Barcelona y el
lago de Bañolas iba a ser la sede de las competencias de remo. Seguramente,
escribió Arcelin con ironía, ninguno de las decenas de atletas de alrededor del
planeta que visitarían el museo se ofenderían al ver aquel hombre negro
disecado.
La carta de Arcelin fue apoyada por nombres prominentes como
el líder religioso afroestadounidense Jesse Jackson o el basquetbolista
"Magic" Johnson. Kofi Annan, que en ese entonces era un alto
funcionario de la ONU, condenó la exhibición llamándola "repulsiva" e
"insensible".
Pero los catalanes se resistían, porque consideraban a
"El Negro" una de sus joyas culturales. Sin embargo, en 1997, el
hombre desapareció de la muestra y fue almacenado en los depósitos del museo
como el "objeto 1004".
Hasta que en el año 2000 inició su regreso a casa.
El gobierno español decidió repatriar el cuerpo de "El
Negro" para ser enterrado de nuevo en suelo africano. En la primera
estación de ese viaje, en Madrid, a su cuerpo se le sacó el relleno de algodón
y se le quitaron las partes no humanas -incluidos los ojos de vidrio.
Sin embargo su piel se había endurecido y se rompió. Debido
a esto la piel debió permanecer en Madrid.
El ataúd donde fue enterrado en Botswana solo contenía el
cráneo, un brazo y los huesos de los pies.
En suelo africano
El entierro del guerrero Setsuana ocurrió el 4 de octubre de
2000, en Gaborone, la capital de Botswana. Ese día estuvo acompañado de líderes
religiosos que hicieron un homenaje a su figura.
"Estamos listos para perdonar", dijo el ministro
de Relaciones Exteriores, Mompati Merafhe, durante la ceremonia. "Pero no
debemos olvidar los crímenes del pasado, y de esa forma no repetirlos".
Por años, el lugar donde fue enterrado "El Negro"
fue olvidado y se convirtió en un campo de fútbol. Pero el gobierno de Botswana
decidió recuperarlo y se convirtió en un lugar para que sea visitado por los
turistas.
Pero casi un siglo y medio después, se desconoce cuál es el
nombre de este "hijo de África" y exactamente de dónde proviene.
Sin embargo hay una pista: durante un examen forense
realizado en 1995, reveló que había vivido unos 27 años, que había tenido una
altura de 1,40 metros. Y que habría, probablemente, muerto de neumonía.