La paleta de lilas, rosas, violetas y hasta por ahí algún azulito de la frondosa y vivaz glicina, que vive en el patio de la Escuela Museo Gobernación de Los Andes, acapara toda la atención de los visitantes en este rincón de Tamberías, Calingasta. Y cuando el guía del momento contextualiza su contemplación y asegura que fue el propio Domingo Faustino Sarmiento quien dijo de colocarla ahí sus acciones se disparan aún más.
Quienes entienden del tema afirman sin dudar que esta enredadera tiene más de 140 años, pero viéndola tan radiante ninguno se anima a pronosticar cuánto tiempo más le queda por delante. Y la gran duda que se esconde tras este planta es saber si fue el Maestro de América el que con sus propias manos, agarró la pala y la depositó junto a la galería que une el espacio a cielo abierto del inmueble con las aulas que aún siguen siendo testigos del discurrir de la vida en el corazón tamberiano.
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Da la sensación de exhibirse altiva, desplegando sus ramas con majestuosidad sobre los troncos que le sirven de apoyo. A su vez el tronco, retorcido y lleno de caprichosas formas en su entramado, se muestra firme y hasta se podría decir que tiernamente provocador.
La popularidad que ha ido tomando la glicina desde que se reformó este edificio -que fue mandando a construir por Sarmiento en la segunda mitad del siglo XIX- le ha permitido hacerle cierta sombra a la famosa higuera de Doña Paula Albarracín de Sarmiento, la cual también aún se mantiene de pie en el Monumento Nacional Casa Natal de Sarmiento.
Eso sí, como hay que contar las ganadas y las perdidas, la protagonista de esta nota da bastante trabajo a quienes le toca barrer y juntas las flores que ya cumplieron su ciclo.
Sarmiento, un forestador nato
Domingo Faustino fue un enamorado de las plantas y los árboles y durante su vida estuvo al frente de grandes obras que tuvieron que ver con la forestación y también con el respeto y el cuidado de arbolados y jardines. Incluso, fue un serio animador para que la botánica pasara a formar parte de la currícula escolar.
Durante su presidencia impulsó que se plantaran miles de árboles a lo largo y ancho del país. Entre ellos los reconocidos ‘plátanos’, los cuales trajo de Estados Unidos junto a los gorriones. Además, como conocedor de su querido San Juan, inculcó la forestación de distintos rincones con eucaliptos, que rápidamente se adaptaron a las condiciones de la Provincia.
En Buenos Aires aún disfrutan obras que llevan el sello del prócer sanjuanino como son el Parque 3 de Febrero y el Jardín Botánico.