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Historias de fe

Carlos, el fiel guardián del hogar de San Cayetano en Chimbas

Es quien tiene las llaves del santuario, el responsable de abrir y cerrar el espacio religioso cada semana y de permanecer atento a cualquier requerimiento cada 7 de agosto. Cómo llega a ser Carlos el guardia de San Cayetano en Chimbas, una historia de devoción y dedicación.

Por Celeste Roco Navea

De paso ágil, espalda erguida y con los quehaceres acumulados. Así arranca cada 7 de agosto el día para Carlos Avendaño hace más de 20 años. Se trata de un vecino reconocido, histórico y querido del barrio Parque Industrial que sin planearlo se volvió en el “amo de llaves” del Santuario de San Cayetano, logrando una conexión más que especial con el santo que honra y venera a diario.

“Bueno, yo tengo las llaves para abrir y cerrar la iglesia”, comenta Carlos. Todos los días, luego de levantarse, se da una vuelta por la zona donde se encuentra el santuario, revisa que cada cosa se encuentre en su lugar y si hay mucho movimiento, repite la rutina en la tarde. Así, es uno de los pocos que sabe dónde se ubica cada objeto y tesoro que guarda en su interior el espacio religioso.

Carlos sabe que sobre su espalda pesa una gran responsabilidad, ya que, si él no aparece, el santuario no se abre y las ceremonias religiosas no se pueden llevar a cabo. Es por ello que cada día renueva aquel compromiso que asumió en los años ’80. En aquel entonces Carlos junto a su esposa se habían trasladado desde Desamparados hasta el barrio chimbero y allí es donde toma el primer contacto con San Cayetano.

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Al poco tiempo de casarse Carlos se queda sin trabajo y en distintas changas fue encontrando el peso diario para salir adelante, pero no era suficiente. Invocarse al patrono del trabajo no le fue difícil debido al vínculo que estaban comenzando a desarrollar y así, en un acto de creer o reventar, consiguió trabajo de chofer de colectivo, el mismo que lo vio jubilarse en el 2002.

Ya desde antes de retirarse Carlos solía acompañar a su esposa a la Iglesia. Ella y el grupo de mujeres del barrio habían iniciado la compleja tarea de reunir fondos para levantar la nueva capilla de San Cayetano, por lo que los 7 de cada mes vendían empanadas.

Ya con la jubilación en marcha, la presencia del vecino del Parque Industrial fue más frecuente en la zona del santuario, ayudando y colaborando en todo lo que fuera necesario. “Gracias a él tengo una actividad”, asegura orgulloso, contento de haber encontrado algo que hacer después de la jubilación, y poder combinar su dedicación al Santo con su pasión por las artesanías en madera.

“San Cayetano es el que me ha dado trabajo toda la vida, y aquí estoy, a la par de él. Mientras el Señor me de vida, acá voy a estar”, señaló con orgullo Carlos, contento de poder estar de pie en una nueva celebración, cumpliendo con su promesa.

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