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Historias

"Mi última quimio": la lucha y victoria de la valiente Yazmín, la sanjuanina que nunca dejó de sonreír

Con apenas cinco años y una sonrisa eterna, Yazmín Luna atravesó un tratamiento oncológico, largo y doloroso, pero nunca perdió su alegría. En la sala de quimioterapia del Hospital Rawson, rodeada de dibujos, globos y el amor de su familia, mostró con orgullo el cartel que anunciaba su última sesión. Su historia es un canto a la vida, a la fe y a la fuerza de los más pequeños.

Por David Cortez Vega

En una de las salas del Hospital Rawson, un cartel de letras dibujadas a mano colgado entre globos color pastel anunciaba un hito imposible de ignorar: “Mi última quimio”. Y allí, entre paredes que tantas veces vieron lágrimas y esperas eternas, Yazmín Luna -cinco años, ojos vivaces, el alma vestida de Pikachu y Bob Esponja- posaba con una sonrisa tan grande como su valentía.

Detrás de ese cartel estaba la historia. No una simple historia médica, sino una travesía que empezó en octubre de 2024, cuando Yazmín -entonces de cuatro años- comenzó a renguear. “Se despertaba llorando, pero no sabía decirnos dónde le dolía”, manifestó su papá, Germán Luna. Al principio pensaron que era una caída, una travesura del jardín, un huesito débil. Pero los estudios confirmaron lo impensado: sarcoma, un tumor maligno en los huesos largos.

A partir de allí, la vida de la familia Luna -Germán, Yanina y su hermana mayor Luciana- se transformó por completo. Lo cotidiano se volvió quirófano, inyecciones, internaciones, quimioterapia y silencios llorados en los pasillos del hospital. Pero también fue resiliencia, abrazos, dibujos en las paredes y cuentos inventados para explicar por qué se le caía el pelo. “Le dije que a veces, a las princesas se les cae el pelo para que les crezca más bonito”, afirmó el padre.

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Yazmín durante los primeros días de tratamiento.

Yazmín durante los primeros días de tratamiento.

Durante meses, la rutina familiar se moldeó en torno al tratamiento: seis ciclos de quimioterapia, con tres sesiones cada uno. Las sesiones previas a la operación, la cirugía en enero, los 21 días de internación y los ciclos posteriores. Kinesiología diaria, estudios, defensas que bajaban, miedos que subían. Y en el centro de todo eso, Yazmín, con su valentía a flor de piel y esa risa inquebrantable.

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La pequeña, junto con su tía Xime y un grupo de payamédicas.

La pequeña, junto con su tía Xime y un grupo de payamédicas.

"Lo más increíble de Yazmín es que nunca dejó de reír", dijo su padre. “Había noches en las que llorábamos escondidos, y ella nos decía que estaba bien, que no lloráramos. Nos daba fuerza a nosotros. Ella, que tenía que atravesar todo eso, nos consolaba”, continuó.

Entre los dibujos de Pikachu y las canciones de su hermana, Yazmín fue tejiendo una red de amor incondicional. El personal del Hospital Rawson, desde enfermeros y médicos hasta psicólogos y kinesiólogos, se convirtió en parte de su círculo de afecto. “Ella recibía mucho cariño. Hasta en los días más duros, con vómitos o sin fuerzas, encontraba ganas para jugar con sus muñecas”, aseguró.

Hubo momentos muy difíciles. Uno especialmente duro fue el día en que empezó a caérsele el cabello. Germán, con ella en la bañera, decidió transformar el miedo en cuento. Y Yazmín, como si entendiera con su mirada lo que aún no tenía palabras, lo aceptó. Perdió las cejas, las pestañas, y también algo de esa imagen que uno asocia con la infancia. Pero no perdió lo esencial: su esencia de niña feliz.

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La familia, clave para la recuperación de Yazmín.

La familia, clave para la recuperación de Yazmín.

El tumor estuvo en su pierna, y el riesgo de amputación fue real. “Yo le pedía a Dios que no le sacaran la pierna”, indicó Luna. Pero gracias al doctor Sebastián Bettera y al avance de los tratamientos, se pudo realizar un injerto de tejido óseo y conservar la extremidad. La recuperación fue larga, pero Yazmín volvió a caminar. Un paso, luego otro. Como si la vida se reconstruyera poco a poco.

El lunes 14 de julio fue una fecha más que especial. Yazmín sostuvo uncartel dentro de la sala de quimioterapia. Entre goteros, almohadones y sus inseparables dibujitos, alzó el papel con su característica sonrisa: “Mi última quimio”. El final del tratamiento ya era una realidad.

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Al día siguiente, al salir del hospital, la sorpresa fue total. “Nos esperaban primos, tíos, abuelos, vecinos. Con carteles, abrazos, lágrimas. Fue un momento de alivio, de decir ‘sí se pudo’”, recordó Germán. Una mezcla de emoción, de memoria -la familia venía golpeada por la reciente muerte de la abuela de Yazmín, también por un tumor- y de futuro. Un futuro que ahora se ve distinto.

La familia Luna también agradece a las fundaciones que los acompañaron: Viajeros por la Vida, Fundación Sonrisa y Fundame, así como al equipo del Hospital Rawson y al Ministerio de Desarrollo Humano, que colaboraron en todo momento. La kinesióloga Carla Deguer también merece una mención especial. Fue guía, apoyo, y un sostén más en ese largo camino. La familia Luna también agradece a las fundaciones que los acompañaron: Viajeros por la Vida, Fundación Sonrisa y Fundame, así como al equipo del Hospital Rawson y al Ministerio de Desarrollo Humano, que colaboraron en todo momento. La kinesióloga Carla Deguer también merece una mención especial. Fue guía, apoyo, y un sostén más en ese largo camino.

El mensaje del papá y el futuro de Yazmín y la familia

Germán, con la humildad que da el dolor atravesado y la alegría conquistada, deja un mensaje: “A quienes estén pasando por esto, les digo que no están solos. Hay un mundo de gente buena ahí afuera, dispuesta a ayudar. Y los niños… los niños son pura fuerza”.

Yazmín, la niña que nunca dejó de reír, ahora sigue jugando. Pinta, corre, abraza a sus Pikachu, y le cuenta a quien quiera oírla que ya terminó su tratamiento, con suma valentía y alegría.

Y aunque falten estudios por hacer y chequeos por cumplir, esa imagen dentro de la sala de quimioterapia con el cartel “Mi última quimio” es mucho más que una foto. Es la prueba viva de que la esperanza también se escribe con crayones y se abraza con globos amarillos.

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