Comenta que se quedó de su primer hijo a los 20 años, siendo muy joven y muy desinformada de todo. Llegó a una clínica privada y se atendió por un médico que desde un primer momento la hizo sentir cómoda, o al menos eso era lo que ella creía. Con el paso de los años, leyendo el diario, reconoció a un profesional que estaba vinculado a una denuncia por abuso, el ginecólogo Carlos Martínez, quien hoy se encuentra cumpliendo una condena por múltiples abusos sexuales durante el ejercicio de su actividad.
Violencia Obstétrica- Testimonio Ana Lucero
“En los tres primeros meses de gestación jamás se hace tacto, jamás se tocan las mamas. Si alguien intenta hacer eso está intentando abusar sexualmente. Eso viví durante el embarazo, además de no explicarme nada, no hacer los controles obstétricos, y el embarazo llegó al final de termino en un estado que no era el más saludable”, recuerda Ana.
El momento del parto no forma parte de uno de los que recuerda con afecto y cariño. “Tuve una cesárea innecesaria. El médico mientras me operaba hablaba de sus vacaciones en Cancún, de cuánto dinero tenía en el bolsillo. Me ataron, se me subieron en el pecho desde el fondo del útero y comenzaron a presionar, a empujar mi bebé. Luego se lo llevaron, escuché su llanto, y se lo llevaron. Desde ahí estuve dos horas sola, en un pasillo a oscuras, escuchando a mi bebe llorando en otra habitación. Luego de eso apareció una enfermera, me movió y me entregaron a mi bebé”, comenta.
Tras haber tenido una experiencia traumática que detectó años después, Ana comenzó a interiorizarse sobre parto respetado y cuando conoció a alguien con quien eligieron maternar y paternar, se informaron para hacer un parto en casa. Esta decisión tuvo sus consecuencias: la falta de apoyo de su familia, las miradas juzgadoras de las amistades, ocultarle a su obstetra que iba a hacer un parto en un domicilio particular, no asistir a los últimos controles médicos; pero ambos estaban seguros que era la mejor decisión.
Lamentablemente el deseo de Ana no pudo cumplirse. La profesional que la acompañaba en el proceso se arrepintió y solicitó una ambulancia para que fuera trasladada al Hospital Rawson.
“Cuando entré comencé hablando de cuestiones mínimas del parto humanizado. El mismo médico aceptó eso, respetó todo lo que pudo, hasta que llegó la Jefa de Residentes que a los gritos decía porque no tenía el suero. Además, tengo presente sus gritos. De hecho, tengo un video de eso, es el video que menos puedo ver en mi vida. Me decía como posicionarme, como respirar, como tenía que pujar acostada con las piernas arriba. No es fácil parir de ese modo, no es natural. Entre esas situaciones, terminé mi parto, salí feliz porque había podido parir luego de una cesaría, pero me quedó algo ahí, no fue un parto en casa, nos habíamos preparado años para ser padres y fue doloroso que no sucediera como lo habíamos planificado”, asegura Ana.
Su tercer y último hijo llegó en un ambiente donde abundaba la información, donde Ana junto a su pareja y entorno tenía las cosas claras. Acompañada de Doulas. Ella resalta lo fundamental que es contar con la información necesaria para poder transitar más que nada el proceso del parto sin ninguna vulneración de los derechos.
Una cesárea innecesaria y un dolor que aun no puede exteriorizar
Candelaria Trascheret tiene dos hijos. La mayor tiene 10 y fue un parto en casa. Comenta que en ese momento fue muy complejo todo, ya que no era algo común o habitual, e incluso corrieron riesgos, pero la finalidad era tener un parto tranquilo, rodeado de contención, amor en un ambiente conocido.
Recuerda que nadie lo supo. Durante años solo ella, su pareja y la partera fueron los únicos que supieron del parto en casa. 10 años después Candelaria queda nuevamente embarazada.
Violencia Obstétrica- Testimonio de Candelaria Trascheret
“Qué bueno que puedan compartir. Aun no puedo. Las dos veces que verbalicé lo que me pasó se me cortó la leche y me he sentido muy mal”, comenta. De acuerdo a lo que puede relatar sin quebrarse, tuvo una cesárea innecesaria. “Hasta el día de hoy no la entiendo, no hay justificación médica, no la elegí, me la eligieron”, logra decir.
Sobre su experiencia, analizó: “La dilatación es muy difícil. Una dilatación armoniosa, propia del ritmo de cada cuerpo es muy difícil que acontezca si hay muchos extraños en la habitación. Si entendemos que parir es un acto sexual y desde esa posición partimos, te diría que nadie tendría relaciones sexuales con cinco enfermeros entrando y saliendo o con personas hablando o compartiendo habitación. Entonces, la mujer, que está usando su órgano femenino sexual para parir, necesita la misma integridad que necesitó para concebir a ese niño. Es enorme la cantidad de mujeres que no dilatan, esto hace que haya un protocolo, cama y tiempo. Esperar a una mujer a su ritmo es algo que el sistema de salud no nos permite. Ahí viene el tema de apurar el parto, la oxitocina artificial y algo que me parece horrible, que es el ejercicio a través del miedo”.
Además, señala que la violencia que se vive en el parto es una de las caras mas duras de la violencia, en parte por el trato y la falta de acompañamiento que han tenido de parte del equipo de la salud, tanto en la órbita pública como privada; también por los protocolos que hoy no están actualizados y que no permiten que haya un mayor tiempo para un trabajo de parto, de acuerdo a los deseos de la mujer gestante, o un lapso más largo de esa primera conexión entre el recién nacido y la madre; pero también por la naturalidad con la que varias mujeres aceptan esos episodios de violencia por desconocimiento de sus derechos.
El castigo social y una gran herida solo por decidir parir en casa
Ailín Páez reconoció luego del parto de su primer hijo una serie de situaciones que no debieron haberse dado, y fue por ello que decidió que, si volvía a quedar embarazada, el proceso iba a ser distinto, culminando con un parto en casa. Ni ella ni su pareja imaginaron que esa decisión los iba a llevar a vivir una de las situaciones más dolorosas que pudieron haber atravesado.
“Decidir parir en casa fue algo que tuvo mucha preparación, fue muy cuidado, informándonos, teniendo entrevistas con la partera, fue algo maravilloso, solo necesitábamos nuestro cuerpo, nada más que eso”, comenta.
Violencia Obstétrica - Testimonio Ailín Páez
Y continúa: “El segundo fue muy lindo, y sufrí violencia. Lo que más pesó acá fue la elección de parir en casa. Fui castigada por la institución por hacer eso. La consecuencia más grande fue tener a mi hijo internado en Neo, con antibióticos, con una doctora que me acusaba todo el tiempo de negligente, de que por mi culpa mi hijo estaba ahí. De no respetar la lactancia, la información tampoco era dada del todo, todo el tiempo era pelear con los médicos porque no querían informar a mi compañero. Estas cosas todas protocolares con relación a tiempo, horarios, mamá no llore, angustia a su bebé. ¿Cómo no iba a llorar si había tenido a mi hijo en mi casa y cuando llegamos a la institución me lo quitaron? Esa es una herida muy grande que uno no puede llegar a sanar nunca del todo”, asegura, aun con lágrimas en los ojos y la angustia en el pecho.
Mientras su segundo hijo permanecía internado, por protocolo, a ella también la internaron, por lo que durante varios días no solo estuvo separada de su bebé, sino también de su otro hijo y de su compañero, quien no recibía toda la información sobre la situación de su hijo como de Ailín.
Lo que habían programado como un momento maravilloso para recordar se convirtió en la peor pesadilla porque hoy la provincia no cuenta con normativas o con protocolos de actuación cuando sucede un parto en casa. Incluso, en varios casos que trascendieron la comunidad toda castigaba a la madre por haber tomado esa decisión, considerando que así ponía en riesgo su vida y la de su hijo. Pero Ailín no hizo eso. Se preparó, se informó, buscó una partera, una doulas, tenía todo preparado para no volver a ser violentada, pero no lo pudo evitar.
“La idea es compartir, verbalizarlo porque, así como llegué a esta institución y había personas que me daban un trato amoroso, había otras que me trataban de loca, de enferma. Eso era medio frustrante. Incluso me pasó con amigos y familia. Fui muy juzgada por la decisión que habíamos tenido. Llegar a poder hablar con mi circulo de todo esto fue muy difícil”, concluye Ailín.
De acuerdo a los datos del Observatorio de Violencia Obstétrica Argentina, 9 de cada 10 mujeres sufren algún tipo de vulneración a la hora de dar a luz. Algunas son víctimas de maltrato, a otras no le son respetados sus derechos indicados en la Ley de Parto Humanizado, mientras que a otras mujeres lo vivido en ese momento resulta ser una pesadilla de la quieren salir y no pueden.
Estar informadas tanto la madre gestante como el acompañante y la familia es muy importante para que este tipo de violencia deje de existir y el proceso de parto sea algo maravilloso.