En el norte de la provincia de San Juan, el pueblo de Huaco, ubicado en Jáchal, lugar donde nació el histórico cantautor Buenaventura Luna, es conocido no solo por su paisaje serrano y su tradición rural, sino también por una de las leyendas más persistentes de la región: la de las brujas que, según los relatos locales, aparecen por las noches.
La historia forma parte del folclore popular transmitido de generación en generación. Diversos testimonios de habitantes señalan que durante ciertas noches se pueden ver luces extrañas en el cielo o escuchar ruidos inusuales, los cuales son atribuidos a la presencia de estas brujas. En algunos relatos se menciona que aparecen montadas en escobas o cubiertas con mantos oscuros, y que su presencia se asocia con la desaparición de animales o cambios repentinos en el clima.
Aunque no existen registros oficiales ni evidencia comprobada sobre estos hechos, el relato persiste como parte de la identidad cultural de Huaco. Algunas versiones vinculan esta leyenda con antiguos rituales o prácticas ancestrales, interpretadas con el tiempo como manifestaciones de brujería.
La historia de Matilde
Según comenta el sitio "Destino San Juan", hay una leyenda muy conocida en Huaco, la de "ña Matilde". Elio "Lito" Carrizo, médico y escritor oriundo de la zona, la recuperó de la memoria de su abuela María y la plasmó en su primer libro. El relato de Matilde mezcla belleza, pactos oscuros y un destino tan mágico como escalofriante.
A mediados del siglo XIX, en Huaco vivía Matilde, una joven de deslumbrante belleza. Su hermosura trascendía los límites del pueblo y atraía pretendientes de lugares cercanos como Pampa del Chañar y Jáchal. Incluso, cuenta la leyenda, el hijo del gobernador intentó cortejarla sin éxito. Sin embargo, Matilde no estaba interesada en ninguno de sus pretendientes: su único deseo era conservar su belleza por siempre.
Movida por ese anhelo, una fría noche de viernes asistió a un aquelarre que tenía lugar en una cueva en la ladera oeste del Cerro Morado. Allí la esperaban las brujas Ña Urbana, la Visoja Adelaida, Ña Eduviges y Dolores, la vieja Lola. Tras escuchar su petición, las hechiceras le propusieron un pacto con el Diablo.
El Maligno no tardó en aparecer y Matilde, sin dudarlo, le entregó su alma a cambio de la eterna juventud. Al principio, el pacto le dio todo lo que ella deseaba. No obstante, con el correr de los años, su cuerpo comenzó a encogerse, aunque sin perder su hermosura.
Cuando ya contaba con más de un siglo de vida, la gente del pueblo comenzó a alimentarla como si fuera una niña, hasta que su cuerpo redujo su tamaño al de una paloma. Entonces decidieron colocarla en una damajuana de aceitunas. Pero el tiempo siguió su curso y Matilde continuó achicándose: llegó al tamaño de un gorrión, por lo que la trasladaron a un pote de aceite, cuidadosamente lavado durante dos días. Finalmente, al alcanzar el tamaño de una cigarra, fue colocada en un frasco de colonia.
Según la tradición oral, ese pequeño frasco de vidrio verde claro cuelga aún del dintel de la puerta trasera de la capilla de San Nicolás, en el barrio Olivares, en el Bajo Huaco. Allí permanece Matilde, eternamente joven y moviéndose apenas una vez al año, durante el tiempo de carnaval. Quienes se acercan a observarla aseguran que, incluso diminuta, sigue siendo hermosa.
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Embed - La leyenda de las brujas de Huaco: un mito que perdura en San Juan