Hace 70 años, la noche del 5 de marzo de 1953, moría Joseph Vissarionovich Dzhugashvili, más conocido por su nombre de guerra: Stalin, “el hombre de acero”.
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SUSCRIBITEHace 70 años, la noche del 5 de marzo de 1953, moría Joseph Vissarionovich Dzhugashvili, más conocido por su nombre de guerra: Stalin, “el hombre de acero”.
Fallecía el hombre que fue clave para detener la expansión nazi en Europa, sosteniendo el frente en la batalla de Stalingrado, y poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial en la batalla de Berlín, cuando el ejército rojo tomó la capital alemana.
El último político “occidental” que tuvo contacto con Stalin fue el sanjuanino Leopoldo Bravo. Mucha literatura de cuenta de aquel encuentro.
Leopoldo Bravo había sido designado, con sólo 27 años, agregado comercial argentino en la embajada rusa, cuando el embajador era su padre, Federico Cantoni. A su muerte, Perón le ofreció a Bravo continuar la tarea.
Leopoldo Bravo (segundo, de izquierda a derecha)
Apenas llegado a Moscú, el joven Bravo se familiarizó con la cultura rusa y las formas que había que sostener en la Rusia de Stalin, cuando comenzaba la Guerra Fría, que se extendería hasta la caída del muro de Berlín, en 1989.
Bravo fue designado embajador en 1952 e inmediatamente pidió una reunión con “el más alto nivel” del Kremlin. Grande fue su sorpresa cuando supo que el mismo Stalin lo recibiría, previos encuentros con el canciller Andréi Yanuárievich Vyshinski, y su antecesor en la Cancillería, el famoso Viacheslav Mijáilovich Mólotov, cuyo apellido dio nombre a la bomba incendiaria muy utilizada en la guerrilla urbana.
En febrero de 1953 un asistente le acercó una carta con fecha y hora en la que Stalin se reuniría con él: el 7 de febrero, a las 6 de la tarde.
Bravo se encontraba cara a cara con el dirigente político más temido del mundo. Marchó al encuentro 10 minutos antes de los previsto, cuando puntuales y gigantescos guardia del ejército rojo lo acompañaron ante el líder soviético.
El hecho fue inmortalizado en la novela “La última cena de José Stalin”, del escritor Ernesto Seman, quien declaró haberse inspirado en lo que escuchó sobre esa reunión de boca del propio Leopoldo Bravo.
Seman, quien sostuvo siempre que el trabajo se trataba de una ficción enteramente, “reproduce” la carta que el espía ruso ficticio Kostia Orlov le envía a Bravo, fechada en mayo de 1999.
Leopoldo Bravo, vestido con traje de cosaco
“Camarada Bravo: trataba de recordar cuántos años han pasado desde la última vez que estuvimos en contacto. Y es curioso, porque no son tantos. Según pude precisar hablamos hace seis o siete años, cuando usted estuvo de paso por aquí y compartimos esa cena melancólica e ininterrumpida en el Metropol. Hablamos de seis o siete años, que no es nada cuando me doy cuenta que nos conocemos desde hace más de cincuenta. Sin embargo, se trata de un tiempo más vago, ¿no cree? Como si las décadas anteriores hubieran ido a un ritmo apresurado por el vértigo de las cosas y miradas en perspectiva parecieran abarcar los hechos que caben en varios siglos de vida. Y estos últimos años, en cambio, parecen largos, infinitos, por la morosidad del tiempo…”.
Antes que Seman, en “El Oro de Moscú”, el periodista y escritor Isidoro Gilbert relata aquella reunión de Bravo con Stalin 21 días antes de que el líder soviético fuera encontrado muerto en su habitación.
Gilbert da cuenta de lo que Bravo le contó sobre aquel encuentro, que duró 45 minutos.
Según Gilbert, Bravo le confió que la misión encomendada por Perón era centrarse en los temas petroleros, ya que YPF tenía dificultades para comprar equipos de perforación a los proveedores de Estados Unidos.
Además Perón buscaba establecer con Stalin las buenas relaciones que había tejido con el hombre fuerte de china, Mao Tse Tung, con el Mariscal Tito, revolucionario yugoslavo, y con Gamal Abdel Nasser, el gran líder egipcio.
Apenas regreso a la embajada, el diplomático redacto lo que se conoció como el “Informe Bravo”. Esto tuvo inmediata repercusión en toda América.
En el informe, Bravo confesaba que Stalin le había pedido una tarea que hasta hoy es ciclópea: que le explicara el peronismo.
También relató que Stalin le dijo que “Argentina tendría que organizar federativamente a todos los países de Latinoamérica, imitando a los estados unidos, punto sobre el cual insistió repetidamente”.
Cliqueá acá para leer completo el “Informe Bravo”
Al finalizar el escrito, surge un dato que se revela como un pedido expreso de Stalin, quien ya se encontraba muy enfermo. Bravo escribe: “Una óptima impresión me ha dado el Generalísimo Stalin, quien goza de plena salud, y se expresa ágil, amena y agradablemente en su conversación”.
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