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Historias del Crimen

Una vieja disputa familiar en Rivadavia y el asesinato a tiros de una mujer en manos de su hermano

Sucedió en diciembre de 1968 en Rivadavia. Los hermanos venían enfrentados por la disputa familiar de la herencia del padre, pero aquel día discutieron por el regadío.

Por Walter Vilca

De un lado, Segundino y su madre. Del otro, su hermana Rosario y el marido. Y en el medio, una vieja disputa por la sucesión de la herencia de su difunto padre, pero, además, rencores propios que los distanciaban y un odio visceral que parecía no tener vuelta. Por si fuera poco, lo único que separaba sus vidas era un alambrado que dividía sus fincas en la calle Hipólito Yrigoyen, cuadras al sur de avenida Libertador, en Rivadavia.

Cuando no era una cosa, era otra. El más mínimo motivo resultaba una excusa para que se enfrentaran de nuevo. Como ese mediodía del lunes 2 de diciembre de 1968, cuando los dos hermanos volvieron a cruzarse por el turno del regadío en sus viñedos. Rosario Pastor de Martínez, de 35 años, salió en compañía de su esposo a cortar el agua que iba a la propiedad de su hermano Segundino y su madre, y lo desvió a su finca.

Por el regadío

En esos momentos arribó Carlos Aballay, el celador del Departamento Hidráulica, para tratar de poner orden. Pero Rosario le puso las quejas, le reprochó que siempre favorecía con más minutos de riego al terreno de su hermano y que éste le pasaba plata. Así empezó la discusión, hasta que apareció Segundino Pastor, de 30 años, y tuvieron un fuerte entredicho. Después, sin dar explicaciones a su hermana, el hombre volvió a largar el agua en su finca y se marchó.

Rosario lo tomó como una afrenta y en compañía de un matrimonio vecino de apellido Mari, que también mantenía conflictos con los otros Pastor, cerraron la compuerta y desviaron el curso del agua otra vez para su propiedad. Esto agitó más el clima de tensión que, a esa altura, ya era bastante caldeado.

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En el lugar. El diario Tribuna publicó esta foto de la escena del crimen.

En el lugar. El diario Tribuna publicó esta foto de la escena del crimen.

Era de esperar que su hermano no se quedaría con los brazos cruzados. Y fue así. A los minutos regresó Segundino Pastor, totalmente desencajado y furioso. Rosario no se intimidó y le largó los primeros insultos: “¡Hijo de puta! ¡Infeliz!¡Comprador de agua!”, según relató el celador Aballay, de acuerdo a la causa judicial. Los gritos iban y venían, hasta que llegó la madre de ambos. Tratando de ignorar a Rosario, se dirigió a Segundino y le dijo: “Hijo, no te hagas problemas. Vamos a la casa”. Solamente el alambrado se interponía entre ellos.

Los insultos

La bronca guardada, los rencores pasados y el dolor por sentirse despreciada por su propia familia, hicieron explotar de impotencia a Rosario, quien se la agarró con su madre, de 60 años. “¡Qué venís a dártelas! ¡Vieja yira!”, fue lo más leve que le gritó, entre otros agravios, según los testigos. Tan alterada estaba la muchacha, que siguió insultando a su mamá y hasta insinuó que se vivía con su hermano, o sea su hijo. Es lo que está plasmado en la causa.

Segundino escuchó esas palabras y reaccionó de una manera demencial. Con un tono tajante, replicó duramente a su hermana Rosario: “Vos no te vas a limpiar la boca con mi madre porque de ahí salimos los dos”. Segundos después, atravesó el alambrado y sacó el revólver que llevaba en la cintura. Su rostro lo decía todo, iba en serio.

El ataque a tiros

Rosario lo entendió así y trató de correr. Pero apenas dio unos trancos, se escuchó la primera detonación. Ahí nomás se oyó el segundo disparo. La mujer sintió los impactos de bala en su espalda, perdió la estabilidad y se desplomó de boca al costado de los parrales. El matrimonio vecino, el celador y la madre de los Pastor, a todo eso, salieron despavoridos en busca de refugio, mientras que Segundino volvió a cruzar el alambrado y caminó hacia su casa.

Los otros vecinos se sobresaltaron al escuchar los tiros y el griterío. Algunos de ellos entraron a la finca para ver qué pasaba e intentaron auxiliar a Rosario Pastor de Martínez, pero ya estaba muerta. Los disparos en la zona del tórax habían sido fatales.

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Segundino. El diario Tribuna mostraba así la imagen de Segundino Pastor.

Segundino. El diario Tribuna mostraba así la imagen de Segundino Pastor.

Los policías de la Seccional 13ra que llegaron, no entendían nada. La gente estaba conmocionada. El cadáver de Rosario permanecía tendido en el fondo de la finca. No podían creer que el autor del asesinato era el propio hermano de la víctima. Y los vecinos les señalaban que el hombre se encontraba al lado, en la propiedad colindante.

Las versiones señalaron que Segundino Pastor pensó en escapar, pero luego se quedó sentado adentro de su auto. Es más, algunas personas lo increparon e intentaron sacarlo a la fuerza del coche, pero éste los espantó encañonándolos con el arma, relató una crónica periodística. Los uniformados tuvieron que rodearlo y hablaron con él hasta que lo convencieron para que depusiera su actitud. Más tarde, en la sede de la comisaría contó que no sabía lo que había hecho, pero que su hermana lo tenía harto.

“Emoción Violenta”

Mucho se habló en torno al crimen. Hoy quizás se hubiese hablado de un femicidio; es decir, un asesinato en contexto de violencia de género. O al menos, en un homicidio simple. Sin embargo, el caso fue calificado como homicidio en estado de emoción violenta.

Segundino declaró que no tuvo la intención de matar a su hermana, sino que fue presa de la inusitada situación y la reacción violenta ante la humillación a su persona y a su madre. Por otro lado, él se aseguró de hacer ver a su hermana como la mala y la culpable de su drama, pues la acusó de difamarlo ante los vecinos y recordó que ella siempre generó discordia con las novias que tuvo.

Algunos testigos prefirieron apartarse para no entrar en la disputa familiar, de modo que prevaleció la versión de Segundino y su madre. El celador también declaró que quien desató la discusión el mediodía del 2 de diciembre de 1968 fue Rosario con esos insultos agraviantes contra sus familiares. Por el contrario, el esposo de la víctima relató que ésta era continuamente hostigaba por su hermano.

Irreconciliables

En principio, se pensó que la pelea se suscitó por esa vieja disputa familiar por la herencia del padre de Rosario y Segundino. Es que Pastor padre era socio de la empresa La Positiva -tenía tres colectivos trabajando- y, tras su fallecimiento, sus hijos tuvieron que tomar el control de su participación en esa firma, a la vez que debieron resolver entre los hermanos la sucesión de otros bienes, señaló un medio de la época.

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Aquello fue desmentido. Los allegados a la familia aclararon en ese entonces que la disputa por la herencia ya había sido solucionada. Pero admitieron que era cierto que, a raíz de ese conflicto, los dos hermanos quedaron enfrentados. Con el agravante que vivía uno al lado del otro y nunca faltaba excusa para que volvieran a pelearse.

Ninguno cedía y estaba claro que no querían reconciliarse. La madre había tomado partido por Segundino, eso alejó más a Rosario. Y esa discusión por el regadío en sus fincas fue el detonante de esa espiral de violencia que acabó en asesinato.

La condena

Segundino Pastor fue juzgado en 1970. El juez interviniente avaló la teoría de que el hombre asesinó a tiros a su hermana en un acto impulsivo y obnubilado por el ataque verbal contra su madre. Pese a que el fiscal pidió que se lo condenase a 15 años de cárcel por el delito de homicidio simple, el magistrado valoró el atenuante de la emoción violenta y lo castigó a 5 años de prisión. Curiosamente, le creyó al homicida cuando éste dijo que ese día llevaba el arma porque siempre la cargaba encima cada vez que salía a controlar el regadío.

Nadie quedó conforme. La defensa apeló el fallo argumentando que la pena resultaba excesiva, mientras que la fiscalía y la querella sostuvieron que merecía una condena mayor. Incluso afirmaron que hubo alevosía o se trató de un crimen por codicia, por esa rivalidad a partir de la disputa por la herencia.

Ratificación de la pena

La sentencia fue revisaba por los jueces Carlos Graffigna Latino, José Hidalgo y Alejandro Martín de la Sala I de la Cámara en lo Penal y Correccional. La postura no fue distinta a la del juez que dictó el fallo condenatorio. Uno de los magistrados, justificando la acción del asesino, sostuvo que “cualquier hijo reaccionaría ante semejantes insultos. Ese tratamiento agresivo, injusto, gravemente ofensivo, unido a las frecuentes disputas, tuvo, necesariamente, que producir en el ánimo de Pastor un grave desequilibrio emocional, lo que equivale a decir una emoción violenta en el sentido de la ley”.

Con argumentos como estos, el tribunal sepultó las posibilidades de cambiar la calificación del delito y agravar la pena. En todo caso, desecharon los planteos del fiscal y del abogado querellante y el 11 de agosto de 1971 ratificaron la sentencia de primera instancia.

Es de suponer que, a partir de ese fallo, Segundino Pastor quedó en libertad dado el tiempo transcurrido desde la fecha del crimen y su detención. Los años aún así no borraron esa trágica historia familiar. Hoy es otro el paisaje en la calle Hipólito Irigoyen, pero el asesinato de Rosario y la disputa entre hermanos es todavía un fatídico recuerdo.

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