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Personajes sanjuaninos

Daniel Godoy, un artista que siempre se reinventa

Su vida es como sus distintos oficios y expresiones artísticas como el canto, la pintura y el tallado, siempre cambiante y con la misma pasión. Daniel Godoy es uno de esos personajes casi anónimos de la provincia.

Por Walter Vilca

Hubo y hay muchos Daniel a lo largo de su vida. El joven técnico que trabajó en la reconstrucción de Caucete tras el terremoto del ‘77, el operario de fábrica, el mozo, el vendedor de libros, el cocinero. Y también el niño curioso que aprendió música con su padre y descubrió el dibujo y sus primeras artesanías de la mano de su tía Carmen. El que incursionó en el canto y el que hoy talla la madera. Todos esos Daniel conviven en un mismo hombre: Daniel Godoy, un sanjuanino que se define con una frase sencilla: “Yo no me siento artista, soy un laburante del arte”.

Daniel tuvo que hacerse adulto a la fuerza. Con apenas 18 años, recién recibido en la Escuela de Educación Técnica Provincial Ing. Rogelio Boero, le tocó trabajar en la reconstrucción de Caucete tras el terremoto de 1977. “Empecé a trabajar como inspector de obra y me mandaron a supervisar los trabajos en un barrio en La Chimbera, para el lado de 25 de Mayo. Esa fue mi primera experiencia laboral, pero ya me gustaba el arte. Ese lado de mí siempre estuvo conmigo”, comenta Godoy, este vecino de Santa Lucía de 65 años que pasó toda su niñez y su juventud en Villa del Carril.

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Daniel Godoy dibujando y pintando. A un costado se puede ver a uno de sus hijos, todavía bebé.

Daniel Godoy dibujando y pintando. A un costado se puede ver a uno de sus hijos, todavía bebé.

A los 6 años ya dibujaba. Uno de los mejores recuerdos lo tiene de su maestra de primaria Graciela Laprida, quien notó su talento en los trazos y le regaló un libro de Leonardo da Vinci. Ese gesto fue un punto de partida para Daniel. En eso tuvo mucho que ver su tía Carmen, una docente de arte que lo inició en las artesanías y la pintura, y que le mostró que crear era un camino posible.

La música también fue su compañera desde pequeño. En su casa se oía en vivo el tango y el folclore. Don Daniel Godoy, su papá, era un gran guitarrista que supo ser director de la orquesta estable del viejo Casino Provincial. Todavía hay fotos de él con esa orquesta llamada “Dani y sus estrellas”, que acompañaba a los artistas locales y los cantantes que venían de Buenos Aires al salón de la casa de juego que funcionaba en el predio donde se levantó el Museo de Bellas Artes Franklin Rawson.

En la Catedral
Daniel Godoy (el tercero a la izquierda, en la fila superior) en el coro en una de las presentaciones en el Auditorio Juan Victoria.

Daniel Godoy (el tercero a la izquierda, en la fila superior) en el coro en una de las presentaciones en el Auditorio Juan Victoria.

Daniel Godoy eligió el canto. En su juventud formó parte del coro vocacional del recordado maestro José Domingo Petracchini y del coro de cámara, con sucesivas presentaciones en el Auditorio Juan Victoria y otros escenarios. Y lo vivió intensamente, pero la vida, sus estudios en la facultad de arquitectura y las urgencias laborales lo fueron alejando de los ensayos y de sus otras pasiones por el arte, aunque nunca apagó esa llama creativa. Años más tarde, junto a “Pocho” Zárate y Roberto Díaz, integró el grupo folclórico Las Voces del Huayco, donde se destacó como primera voz y recorrió numerosos escenarios sanjuaninos.

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El grupo folclórico Las Voces del Huayco.

El grupo folclórico Las Voces del Huayco.

Qué no hizo Daniel. Trabajó en empresas viales en Río Negro, en fábricas de plásticos en La Rioja y Catamarca, fue mozo y cocinero en restaurantes, vendió libros y hasta aprendió peluquería. Aún hoy corta el cabello a sus viejos clientes. “Nada me ató y disfruté lo que hice. Si había que vivir, me reinventaba”, admite. En cada giro de su vida, el arte siempre estuvo presente: pintaba murales, participaba en concursos y se sumaba a coros. “El arte siempre siguió, nunca lo dejé”.

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La pintura le dio grandes satisfacciones. No pudo o no tuvo la oportunidad de estudiar artes de manera formal. Es un autodidacta que aprendió observando, dejándose llevar por la curiosidad y la inspiración cotidiana. Los motivos religiosos tuvieron una fuerte presencia en sus cuadros, pero también lo marcaron sus pinturas de estilo “neo-surrealista”, según la devolución del jurado que evaluó sus obras en la exposición realizada en el Centro Cultural Juan Martín de Pueyrredón, en Mar del Plata, en 1991. Dos de sus murales están las parroquias de Concepción y de Pocito.

En el Fayer del Auditorio Juan Victoria

Además, expuso en salas culturales de La Pampa, Neuquén, San Luis y otras provincias. Eso sí, le quedó la frustración —y las ganas— de no haber podido concretar, por falta de recursos y respaldo oficial, las invitaciones que recibió para exhibir sus obras en la sala del Congreso de la Nación y en una galería de la ciudad de Miami, en Estados Unidos.

En el living comedor de su casa todavía hay algunos de sus cuadros surrealistas, que combinan sus recuerdos y sus sueños con animales, escenas cotidianas e imágenes futuristas. “Salga lo que salga, se trata de crear. Yo no he tenido problemas porque realmente he sabido canalizar lo que yo pensaba. Lo que estaba dentro mío, lo he sabido canalizar a través de las formas, los dibujos o el volumen. Todos los trabajos tienen su historia particular y un por qué, no hay uno que haya sido al azar”, cuenta Daniel.

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Godoy en compañía de sus dos hijos, Diego y Federico, durante la presentación de una de sus obras religiosas.

Godoy en compañía de sus dos hijos, Diego y Federico, durante la presentación de una de sus obras religiosas.

Aclara que hay momentos. “No se da siempre, porque es la realidad. No siempre se daba el momento de crear, o sea, de inspirarse. Por ahí tenés una idea y no la tocas. No la tocas, no la tocas, hasta que se produce una maduración y la plasmas en una pintura o el tallado”, explica.

De sus trazos surrealistas en pintura, pasó a tallar en madera. “Lo que hacía en plano me llevó al volumen”, cuenta. Empezó con la madera de palma y después descubrió el chañar amarillo de los cerros sanjuaninos: “Tiene unas vetas hermosas”. Godoy no copia, investiga antes de cada obra. “Si hago la figura de un animal, estudio su anatomía y leo sobre él. No me interesa imitar, quiero crear”.

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Su primera escultura fue para Marta, su mamá. Godoy armó un bloque de alquitrán que, mediante el tallado y el modelado, convirtió en la figura de una mujer dentro de un corazón. Se lo obsequió el Día de la Madre. Después empezó a probar con la madera y así nació la última de sus pasiones, producto de la paciencia y el oficio de artesano.

En su casa, el arte se volvió parte del paisaje familiar. Alejandra, su compañera desde hace 33 años, y sus hijos Diego y Federico lo vieron cantar, pintar y trabajar la madera con la cotidianidad de los quehaceres hogareños. “Para ellos es normal, toda la vida me vieron trabajar en lo que me gusta”, cuenta. Además de sus pinturas y vitrales, Daniel atesora sus obras en madera como si fuesen reliquias. Confiesa que le ha pasado no querer desprenderse de alguna de sus trabajos.

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Su living comedor es una pequeña sala de exposición. Sus cuadros colorean las paredes. También está la obra plástica refleja a un hombre privado de la libertad. Sobre un mueble hay figuras humanas trabajadas en trozos de troncos y raíces. Más allá se observa los caballos, peces y un gallo, todos tallados con un marcado toque de las expresiones del cubismo. En cada obra se respira imaginación, como esa llamativa caja de vidrio que tiene un efecto tridimensional y cambia de colores.

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Cuando alguien le pregunta qué aconseja a quienes empiezan, habla de experimentar y aprender. “Nunca me llamó la atención copiar. Pero sí aprendés de ver a los otros artistas. Aprendo, como todo el mundo, como hicieron los grandes maestros. Pero también está lo que uno le impregna a cada trabajo y ese es el sello propio que tiene tu obra”. Así, con esa simpleza, Daniel Godoy sostiene su camino.

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A veces vivió del arte y en ocasiones se conformó con tomarlo como un hobby, pero siempre regresó. Ahora se abocó en sus obras en madera y las comparte con el público todos los fines de semana en la feria artesanal del Parque de Mayo. Y lo hace sin etiquetas ni títulos, solo como uno más de los tantos artesanos: “La gente me dice artista. Yo les digo que no lo soy, que soy un laburante del arte”. Esa es la frase que lo define. En cada pieza, en cada feria y en cada historia que cuenta con sus manos, Daniel Godoy se reinventa.

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