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Historias del Crimen

La familia caucetera signada por dos brutales asesinatos y un homicida serial

Es el caso de una familia caucetera marcada entre los 50 y 60 por dos brutales crímenes en su casa y la historia de uno de sus hijos que se convirtió en un temible asesino de San Juan.

Por Walter Vilca

Qué fue lo que desencadenó esa historia de horror en los Vargas Quiroga, es la pregunta que todos se hacen. Acaso fue la maldición de ese hijo que luego se convirtió en un asesino serial o la tragedia familiar estuvo signada desde antes por el propio destino.

No hay respuesta. Pero con certeza se puede afirmar que mucho tuvo que ver Néstor Genaro Vargas, el hijo mayor de esa familia ensamblada que allá por 1940 vivía en un rancho de la calle Mariano Moreno en Villa Etelvina, Caucete. Su padre Ventura Vargas, que enviudó joven, formó pareja con una muchacha llamada Blanca Quiroga, quien también tenía hijos. Fue así que Néstor junto a sus hermanos Juan y Amado compartieron su hogar con el pequeño Luis César Quiroga -el hijo de Blanca- y otros dos hermanastros que vinieron años después.

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La villa. Así se ve actualmente Villa Etelvina, escenario de la trágica historia de la familia Vargas Quiroga.

La villa. Así se ve actualmente Villa Etelvina, escenario de la trágica historia de la familia Vargas Quiroga.

Néstor era el hermano mayor y el más descarriado, dirían los viejos. Un joven introvertido que forjó una carrera criminal que ya casi es leyenda en Historias del Crimen. Ese hombre que saltó a la escena del mundillo de los maleantes y de los sin ley a los 25 años, cuando atacó a tiros a una muchacha que no quiso entregarle su amor.

El inicio de una carrera criminal

Ese suceso ocurrido en 1952, en el que no llegó a herir a su pretendida, marcó el camino sin retorno de Néstor Vargas, y tiempo más tarde también el de su familia, por su irracional violencia. Pues esa impronta del criminal que llevaba dentro suyo volvió a aparecer la noche del 19 de julio de 1953 en una ronda de amigos dentro de un bar de Villa Etelvina. Allí le metió dos puñaladas a su vecino Ramón Cáceres por el sólo hecho de volcarle un poco de vino en su guitarra.

Los días entre rejas no apaciguaron a Néstor Vargas. Al contrario, potenciaron a ese joven rabioso. El 18 de agosto de 1954 intentó matar a escopetazos a una vecina viuda de Caucete por una absurda discusión. Este fue el preludio de uno de sus más abominables crímenes y que marcaría a los Vargas Quiroga.

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La última foto. Este es una de las últimas imágenes de Néstor Vargas.

La última foto. Este es una de las últimas imágenes de Néstor Vargas.

La mañana del 27 de octubre de 1956, Néstor Vargas tomó un cuchillo y asesinó de veintiún heridas cortopunzantes a su madrastra Blanca Quiroga. Al momento de ser detenido, el joven jornalero confesó que la mató porque ella le había practicado una brujería para que no tuviese sexo con ninguna otra mujer que no fuese ella. Según él, la mujer de su padre era, además, su amante.

El drama familiar

En ese entonces Néstor Vargas fue confinado en la vieja Cárcel Pública de San Juan, mientras que su familia terminó destruida. Los recortes periodísticos de la época indican que su padre murió al poco tiempo y que Juan Vargas -el segundo hijo después Néstor-, tomó las riendas de la casa de Villa Etelvina y ocupó el rol de tutor de su otro hermano Amado y sus tres hermanastros, entre ellos Luis Quiroga.

Ya nada fue igual para esos chicos y jóvenes que quedaron a la deriva. Lejos de cumplir el papel de padre, Juan Vargas se convirtió en una pesadilla para sus tres hermanastros. Supuestamente, los sometía a humillaciones y golpizas. A la par, el ambiente en esa casa era de mucho resentimiento. Luis César Quiroga no olvidaba que el hermano mayor de Juan había asesinado a su madre.

Luis César Quiroga jamás perdonó a los Vargas por el asesinato de su madre, pero además había un gran resentimiento por los maltratos por parte de su hermanastro Juan.

Néstor Vargas mientras tanto continuaba encerrado. En 1961, un juez lo condenó a 15 años de prisión por el homicidio de su madrastra. Sin embargo, los muros del penal de Chimbas no lo frenaron y protagonizó dos fugas, pero en ambas ocasiones luego se entregó voluntariamente. Ya casi no tenía familia ni hogar. El reo reprochaba a su hermano Juan el haber declarado en su contra y no se hablaba con Luis Quiroga.

El asesinato del hermanastro

A todo eso la disputa y el odio entre hermanastros crecía en silencio y puertas adentro de la casa de la calle Mariano Moreno en Caucete. Luis César Quiroga estaba empecinado en vengarse de los Vargas, además se la tenía jurada a Juan. Y la noche del martes 4 de junio de 1963, cumpliría ese terrible deseo.

Juan Vargas y su amigo José Beliz habían estado tomando desde la tarde en su pieza ubicada en el fondo del lote. Luis Quiroga, que contaba con 22 años y vivía con su novia en la misma propiedad, los vio y salió de la casa para ir a pedir un adelanto de dinero a su patrón. En el camino de regreso, el joven hizo una parada en el bar de la villa y tomó unos vasos de vino con su vecino Alberto Herrera.

Eran las 22.30 de ese martes cuando Luis Quiroga llegó a su domicilio. Su pareja le sirvió la cena, pero como él tenía ganas de continuar bebiendo caminó hasta la pieza de Juan Vargas para preguntarle si le quedaba algo vino. Había luz. Al abrir la puerta, encontró a su hermanastro durmiendo con el radio transistor sobre su pecho, aún funcionando. También observó que debajo de la almohada asomaba el revólver calibre 32 corto de Juan.

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Artículo. Esta es la nota que salió publicada en Diario de Cuyo referida al asesinato en Villa Etelvina.

Artículo. Esta es la nota que salió publicada en Diario de Cuyo referida al asesinato en Villa Etelvina.

Al ver a Juan tan indefenso, en esos instantes Luis César Quiroga recordó su penuria y la de sus dos hermanos por culpa de su hermanastro y le brotó el odio guardado durante tantos años. Llegó la hora de vengarse, murmuró. No lo pensó mucho. Sacó el arma de abajo de la almohada, dio unos pasos hacia la puerta para tomar distancia y apuntó. Ni él supo cuántas veces gatilló, pero uno de los disparos fue directo a la cabeza de Juan y otro le impactó en un brazo.

Juan Vargas ni se movió. El balazo en el cráneo lo dejó moribundo en la misma posición que dormía. A todo eso, Luis Quiroga se despidió de su mujer y de sus dos hermanos menores y abandonó la casa. Minutos más tarde auxiliaron a Juan y lo trasladaron al hospital, pero falleció a las 2.30 del miércoles 5 de junio de 1963.

Esa madrugada Luis durmió en la casa de su primo Alejo Quiroga en la finca Bustos, en Caucete, y en la mañana partió en colectivo hacia la capital de San Juan. Buscó refugio en la vivienda de una familia amiga de apellido Rondán en Villa Del Carril, lugar donde horas después fue rodeado y apresado por la Policía.

Vidas paralelas

No tuvo reparo en confesar el asesinato. Luis Quiroga le contó al juez que ejecutó a balazos a su hermanastro Juan Vargas, de 28 años, porque estaba harto de los maltratos de los que era objeto él y sus dos hermanos menores. Esto le valió que lo llevaran directo al penal de Chimbas. Sí, al mismo presidio donde se encontraba su otro hermanastro, el temido Néstor Vargas.

No se sabe si se cruzaron alguna vez en los pabellones o volvieron a hablarse. En mayo de 1965, Luis César Quiroga fue juzgado y sentenciado a prisión perpetua por el delito de homicidio agravado por alevosía. Claro, había asesinado a su hermanastro a balazos mientras éste dormía. Fue un ataque a traición.

A Néstor Vargas fue condenado a 15 años de prisión por el asesinato de una mujer, su madrastra. A Luis Quiroga, en cambio, le dieron prisión perpetua por matar a su hermanastro Juan Vargas.

Por esas cosas de la Justicia, Néstor Vargas había sido condenado a 15 años de prisión por el asesinato de su madrastra a la que propinó veintiún cuchillazos. Curiosa diferencia entre los jueces que dictaron las sentencias en uno y otro caso, pues el crimen en perjuicio de Juan Vargas fue considerado más grave que el asesinato cometido contra Blanca Quiroga. Es decir, como si la vida de una mujer valiera menos que la de un hombre.

La vida continuó. Con Luis César Quiroga encerrado en prisión y con su hermanastro también alojado en la misma cárcel, no por mucho tiempo. A fines de 1966, Néstor Vargas recobró la libertad, pero a las semanas volvió sobre sus pasos de incorregible delincuente.

El derrotero de Néstor Vargas

La Policía detuvo a Néstor Vargas a raíz de un enfrentamiento a tiros con su propio hermano, Amado. La disputa vino por la repartija de un botín. Los investigadores policiales descubrieron que ambos, juntos a otros sujetos, conformaban una banda que perpetró varios robos en Caucete, entre ellos el saqueo a una armería.

Néstor y su hermano Amado fueron a parar al penal de Chimbas. De este último no hay muchos datos, al igual que de Luis Quiroga. En cambio, las crónicas periodísticas y documentos judiciales revelan que el mayor de los Vargas prosiguió en ese derrotero que lo hizo tristemente célebre. En la cárcel se lo respetaba por su mal carácter y su violencia incontrolable.

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A su compañero. Este recorte periodístico de Diario de Cuyo refleja la noticia en la que contaron uno de los asesinatos cometido por Néstor Vargas dentro de la cárcel.

A su compañero. Este recorte periodístico de Diario de Cuyo refleja la noticia en la que contaron uno de los asesinatos cometido por Néstor Vargas dentro de la cárcel.

Era conocida su mala fama. En su primera estadía en la cárcel había atacado y herido a puntazos a otros dos reclusos en distintas grescas dentro de su pabellón. En su segunda entrada al penal, volvió más irascible. El 27 de octubre de 1969 Néstor Vargas siguió al recluso Waldo Bossio Pellegrini hasta los baños y lo mató a facazos. Admitió que lo asesinó porque éste le escupió la comida, aunque otros presos contaron a los guardias que Vargas se enfureció con el otro preso porque intentaba seducir a su amante homosexual.

Néstor Vargas se calmó por unos años, pero de nuevo fue noticia el 27 de enero de 1975. Ese día asesinó a Osvaldo Reynaldo Flores con un arma blanca de fabricación casera. Lo agarró a puntazos dentro de su celda.

Una vida en prisión

Las condenas en su contra se fueron acumulando y quedó con una pena única de 25 años de cárcel, más la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado. Después recibió beneficios y conmutas que aminoraron su pena. Con los años que tenía alojado en prisión, a mediados de los ‘80 ya estaba en condiciones de gozar de las salidas transitorias. Sin embargo, él eligió quedarse dentro de los grandes muros y los alambrados del Servicio Penitenciario Provincial.

No podía socializar, tampoco contaba con familia ni amigos que lo acogieran fuera de la cárcel. Un informe de los profesionales de la prisión señaló que Néstor Vargas era una persona antisocial y muy peligrosa. Nadie le daba la espalda. Los penitenciarios y los otros presos se dirigían a él como “Don Vargas”, por el respeto y el miedo que le tenían.

Néstor Vargas estaba en condiciones de salir en libertad, pero prefirió quedarse en la cárcel. No tenía familia ni un lugar adónde ir.

El hombre que andaba siempre con sombrero de paja -ese era su sello-, vivió por muchos años en una pieza de bloque en el sector de la granja del penal, lejos del resto de la población carcelaria. Caminaba libre y solitariamente dentro de los perímetros de unidad penitenciaria de Chimbas y algunos días a la semana salía sin custodia rumbo al Partidor San Emiliano para largar el agua destinada al regadío. No había peligro que fugara, no quería irse.

Él sabía que allí se quedaría para siempre. La mañana del 28 de enero de 1990, no lo vieron salir de su casucha en la granja. Un penitenciario entró a buscarlo y descubrió que Néstor Vargas estaba muerto. Un infarto le quitó la vida a sus 62 años. Con él también se fue su terrible pasado y la trágica historia familiar de los Vargas Quiroga, aunque aún hoy se la recuerde.

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