Pasaron ya diecinueve años y dos cuerpos continúan en las profundidades del imponente dique Cuesta del Viento. Fue la mayor tragedia ocurrida en un embalse sanjuanino: cinco pescadores decidieron no salir del agua tras una competencia y quedaron a la deriva por un repentino y feroz viento Zonda que volcó su lancha y marcó el fin para cuatro de los tripulantes. Solo uno sobrevivió; a otros dos los rescataron sin vida y el resto de las víctimas nunca fueron encontradas.
El domingo 6 de agosto de 2006 se realizó un evento organizado por la Asociación de Prestadores de Turismo de Aventura de San Juan en el conocido dique de la localidad iglesiana de Rodeo. El sol iluminaba las laderas nevadas de la cordillera y el inmenso espejo de agua mostraba una tensa calma. Desde temprano, 140 pescadores en 43 embarcaciones participaban de un torneo que había atraído a competidores de toda la provincia.
Entre los participantes estaban el comerciante Miguel Ángel Muro, su hijo adolescente Alejandro, su empleado Marcelo Mafezzini y sus amigos Pablo Andrés Martín y Mauricio Semeraro. El primero de ellos era dueño de una conocida agencia de venta de autos ubicada en la esquina de las calles Santa Fe y Estados Unidos, frente a la Terminal de Ómnibus de San Juan.
dique
Los policías de Bomberos. Foto de Diario de Cuyo.
El campeonato se inició a las 9 de la mañana de ese domingo y no hubo ni un solo percance. A las 13 se escucharon las dos bombas de estruendo que anunciaban que el certamen concluía y las embarcaciones volvieron a la costa. Mientras la mayoría de los pescadores guardaba sus equipos, Muro y sus acompañantes se propusieron dar una última vuelta por el dique antes de regresar al Gran San Juan. Su lancha se alejó tanto que nadie los echó de menos por un rato largo. La aventura, sin embargo, resultó por demás peligrosa por lo que se venía.
Eran las 16 cuando el paisaje cambió de golpe. Desde la montaña descendió un viento Zonda con ráfagas que superaron los 80 km/h. En cuestión de minutos, el agua pasó de una quietud inofensiva a un oleaje que se tornó amenazante. Un testigo contó que las olas alcanzaban una altura de 1,50 metro.
La fuerza del agua golpeaba como latigazos al casco de la lancha y, por más que intentaron maniobrar para llegar a la costa, la embarcación terminó dada vuelta. Los cinco ocupantes quedaron a su suerte en medio del caos y un frío que estremecía, cada uno tratando de mantenerse a flote y aferrándose como podía a la lancha.
Zapatilla
Los buzos de Bomberos hallaron una zapatilla de una de las víctimas. Foto de Diario de Cuyo.
El windsurfista Felipe Lamanuzzi presintió la tragedia y preguntó a algunos pescadores si habían regresado las dos lanchas que faltaban. Le respondieron que solo una había llegado. Como viejo conocedor del dique, supo de inmediato que los tripulantes de la otra embarcación estaban en serio riesgo. Entonces se internó en el dique con su tabla de surf, levantó la vela y salió en busca de los pescadores extraviados.
Tres minutos después de internarse en el oleaje se topó con una escena aterradora: la lancha, en posición invertida, ladeándose, con un hombre agarrado del casco y otros cuatro manoteando para no hundirse. “Desde que los vi, todos estaban shockeados, con ataques de pánico, y ahí empecé a alentarlos, a darles esperanzas. Si no lo hacía, todos se ahogaban en cinco minutos”, relató después el deportista en una entrevista a Diario de Cuyo.
Lamanuzzi consiguió que se agarraran de la tabla y maniobró para llevarlos a la orilla, pero se hallaban lejos. Además, las fuertes olas y el frío les jugaban en contra. Estuvieron luchando cerca de una hora, aún así el cansancio y la hipotermia los fueron venciendo. El rescatista contó que uno a uno se fue quedando en ese desesperado trayecto por alcanzar la costa.
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En el operativo participaron efectivos de la Policía de San Juan, gendarmes y miembros de la Armada, además de civiles. Foto de Diario de Cuyo.
Cuando faltaban 100 metros para llegar a la zona del paredón, apareció la lancha del Departamento de Náutica. Ahí auxiliaron al único sobreviviente, Mauricio Semeraro, de 41 años, y lo trasladaron a la orilla, exhausto y tiritando del frío.
Minutos más tarde volvieron a buscar a los otros accidentados, pero solo encontraron a Marcelo Mafezzini, de 29 años, ya muerto. Su cuerpo todavía flotaba; a diferencia de Miguel Ángel Muro, de 42 años, su hijo de 16 y Pablo Andrés Martín, de 29, de quienes no había rastros. Los policías de Bomberos, el personal de Náutica y algunos civiles rastrillaron la zona hasta la noche, pero no dieron con los cuerpos. Al otro día se organizó un gran operativo para continuar con la búsqueda. Mientras tanto, no faltaron los reproches y la polémica por la seguridad en torno al evento.
El entonces subsecretario de Deportes, Miguel Jofré, responsabilizó del accidente a las propias víctimas por la supuesta imprudencia. Los familiares, por su parte, apuntaron contra la organización del torneo por no suspender la actividad pese a los riesgos climáticos, y contra el Estado por no garantizar controles ni protocolos de rescate.
Armada
Foto publicada por Diario de Cuyo.
En el operativo también participaron efectivos de Gendarmería Nacional y, a los días, arribaron miembros de la Armada Argentina para sumarse a la búsqueda con un robot submarino con cámara. Sin embargo, se encontraron con que todo era más difícil de lo que imaginaban.
En algunas partes, la profundidad llega hasta 100 metros. En el fondo también hallaron ramas, escombros y restos de construcciones del antiguo pueblo que quedó cubierto por el agua cuando se llenó el dique. Además, las aguas turbias y heladas, agitadas por el mismo viento que le da nombre al lugar, hicieron imposible localizar a los cuerpos. A casi un mes encontraron el cuerpo del agenciero de autos.
Las familias de los desaparecidos hicieron vigilia durante semanas al costado del dique Cuesta del Viento aguardando que hallaron a los dos restantes, pero sus súplicas no fueron escuchadas. En los primeros días de septiembre de 2006 suspendieron el operativo y el personal de la Armada se retiró frustrado. Esos dos cuerpos siguen hoy en el fondo del embalse y el caso es una de las tragedias náuticas más recordadas de la provincia.