Juana Nicanora Olmos era una de esas personas. En su caso, iba a tramitar su separación formal de su entonces esposo, Cirilo Luis Figueroa. Hacía semanas que había abandonado la casa que compartía con ese joven en una finca de Angaco. Ella buscaba poner fin a ese matrimonio que duró apenas 5 meses.
Un frustrado matrimonio
Por lo visto se apresuraron en casarse, ninguno estaba convencido o preparado para esa relación. Juana venía de atravesar una dramática situación. Su esposo había muerto trágicamente en 1968 a causa de un accidente en moto sobre la calle Olivera, en San Martín. No fue fácil sobreponerse, más con dos hijos pequeños, uno de los cuales era una beba de meses.
image.png
El femicida. Cirilo Luis Figueroa fue retratado en Tribunales por un fotógrafo de Diario de Cuyo a poco de cometer el asesinato.
Pasado el duelo, Juana conoció a Cirilo Luis Figueroa y comenzaron un noviazgo a principio de 1970. Ella le llevaba 15 años de diferencia. El joven peón trabajaba de encargado y contratista en una finca de Angaco. Y el 11 de julio de 1970 contrajeron matrimonio. Pero algo no andaba bien. Muchos se preguntaron por qué se fueron a vivir juntos. Un cuñado de Juana relató que ella lloró antes de la ceremonia e hizo el amague de desistir de la boda. La otra familia también estaba sorprendida. La hermana de Cirilo contó que conocieron a la novia el día de la fiesta.
Ella con 37 años, un matrimonio anterior y mamá de dos niños que la mantenían ocupada todo el tiempo. Él con 22, analfabeto, inmaduro, muy retraído y forjado en el duro oficio del trabajo rural. Esas diferencias confabularon en la relación, que se tornó conflictiva y violenta. José, un hermano de Juana, declaró después que sabía que Cirilo la golpeaba y en una ocasión hasta tuvo que defenderla.
La separación
Hay muchos secretos que seguramente quedaron guardados entre las paredes de esa casa que compartía la pareja. A fines de noviembre o los primeros días de diciembre de 1970, Juana y sus niños se mudaron al domicilio de sus padres en San Martín. Cirilo quedó solo y resentido. A los días le llegó la citación de la Defensoría de Pobres.
Ese fue el anuncio de que Juana había iniciado el trámite de la separación. En la oficial judicial, sin embargo, como primer paso programaron una audiencia de conciliación. Posiblemente querían reunir a la pareja con la expectativa de que se reconciliara, algo que no estaba en los planes de la mujer.
La cita se pactó para las 8 de la mañana del viernes 18 de diciembre de 1970. Cirilo Figueroa llegó a los Tribunales de calle Rivadavia en compañía de su hermana Rosa. Juana ya estaba en el edificio junto a su nena de 3 años. Se encontraron en la puerta de la Defensoría de Pobres, pero ni se saludaron. El ambiente fue tenso desde el inicio.
El empleado que atendía la oficina les comunicó que tenían demoras y la audiencia se concretaría pasado el mediodía. Cirilo habló con su hermana y le pidió que fuese al Banco Agrario a cambiar un cheque, mientras él veía si podía hablar con Juana. Se supone que llegó a cruzar algunas palabras con su exmujer, pero no hubo caso y finalmente él se marchó furioso.
El jornalero salió de Tribunales en dirección a la Terminal de Ómnibus. En el camino entró a un bar y tomó un vaso de vino para tratar de calmar su odio. En esos segundos empezó a idear su plan criminal. Volvió de nuevo a la calle y en el trayecto pasó por el frente del negocio de la firma Postigo.
El cuchillo
Miró la vidriera y observó un cuchillo exhibido para la venta, entonces se paró e ingresó al negocio a preguntar el precio. No lo dudó. Pagó 6,90 pesos y ahí nomás puso el arma blanca en su cintura mientras volvía sobre sus pasos en dirección a Tribunales. La decisión estaba tomada.
A poco de entrar al edificio, vio a Juana en el entrepiso. Subió en su búsqueda. Eran pasadas las 10 de la mañana, plena jornada laboral. Se acercó a su exesposa y la provocó: “Qué estas mirando, si yo estoy detrás tuyo”. Ella respondió: “Andate. No te das cuenta que todavía me seguís estorbando”, según la versión que dio el jornalero.
Ahí fue cuando Cirilo Figueroa le lanzó esa temible frase, con tono de sentencia: “Aquí se terminó la vida para los dos”. No le importo la nena de 3 años. Sacó el cuchillo de su cintura y se le fue encima a Juana. Ésta intentó escapar y encaró hacia la escalera.
Elba Ríos de Agüero, una ocasional testigo que salía del baño, describió que Juana la tomó del hombro en su intento desesperado por pedir ayuda. Pero Cirilo la agarró de la ropa, la empujó contra la pared y empezó a agredirla a cuchillazos. Todo esto en presencia de la nena, que lloraba. La testigo no entendía qué pasaba, su pánico fue tal que corrió a esconderse en el baño.
Otro testigo del ataque fue el empleado judicial Wilson Vila, que se abalanzó sobre Figueroa y a los manotazos logró arrebatarle el cuchillo. Ese hombre revoleó el arma blanca hacia la planta baja, mientras continuó luchando con el jornalero hasta que lo tumbó en el piso y lo puso boca abajo para inmovilizarlo. Allí apareció un policía, que ayudó a reducir a Cirilo Figueroa.
Heridas mortales
Juana Olmos para entonces daba sus últimas bocanadas de aire. Él que era su esposo le había propinado siete cuchillazos, la mayoría en la zona del tórax. Uno de esos puntazos le perforó un pulmón. Murió en contados minutos. No hubo tiempo de trasladarla al hospital.
Figueroa se veía muy nervioso, pero no se mostraba arrepentido. El médico legista que lo asistió en el lugar le escuchó decir palabras incoherentes, pero así también le oyó preguntar qué consecuencias le traería el crimen que acababa de cometer. Es decir, era consciente de lo que había hecho.
Ese día, el caos y la conmoción se apoderaron de todo Tribunales. La gente que estaba allí no salía del estupor por tan brutal asesinato en la misma sede del Poder Judicial de San Juan. Lo insólito fue que más tarde, Figueroa caminaba sin esposas y casi sin custodia por los pasillos del edificio. Así lo retrató el fotógrafo de un diario local.
La condena
El jornalero fue acusado del delito de homicidio doblemente agravado, por el vínculo y por el ensañamiento. El juicio en su contra se realizó en septiembre de 1972 en la Sala I de la Cámara en lo Penal y Correccional y el fiscal Armando Alzugaray partió con la premisa de pedir la pena de prisión perpetua.
En su declaración, el femicida trató de victimizarse. Procuró a toda costa difamar a su exesposa para salvarse. Aseguró que jamás llegaron a tener relaciones sexuales, que ella le era infiel y que lo humillaba despreciándolo cada vez que podía y diciendo que él no era un verdadero hombre como su difunto esposo. Sin ningún escrúpulo, Figueroa llegó acusar a Juana de mantener relaciones con su propio hermano.
Sus dichos sonaban a malintencionados y sobre todo parciales. En su primera declaración en la causa, Figueroa dio detalles de la compra del cuchillo y recordó todo lo que le expreso a Juana antes del asesinato; pero en el debate, curiosamente, aseveró que no se acordaba de nada y que recobró la conciencia cuando lo tenían esposado. En todo momento pretendió favorecerse.
La hermana del acusado también testificó y expresó que “su cuñada no cumplía con las obligaciones domésticas” y “tenía abandonado a su hermano”. La estrategia era cargar contra la víctima del asesinato, como si la causante del salvaje asesinato fuese ella misma. Por el contrario, otros testimonios revelaron que la pareja no se llevaba bien y que el jornalero sometía a su mujer a malos tratos.
Los peritos dieron opiniones contrapuestas sobre el perfil de femicida. Un psiquíatra fue contundente, aseveró que Cirilo Figueroa entendía la criminalidad de sus actos y, aunque era analfabeto, nada indicaba que fuese inimputable. Otro profesional opinó lo contrario, señaló que era una persona inmadura, con bajo coeficiente mental y no podía discernir entre lo que estaba bien o mal.
El abogado Adolfo Rojas Furque, el defensor, se aferró a esto último para sostener que Figueroa era un “anormal” y lo calificó como una persona que se sentían tan menoscabada, que prefería la infidelidad antes que el abandono. Según la defensa, el jornalero actuó en un estado de emoción violenta al enterarse que ella lo iba a dejar. En base a esos argumentos pidió la absolución o una pena, a lo sumo, de 1 año de prisión condicional.
El fiscal Alzugaray fustigó al acusado y lo trató de fabulador. Puso de relieve que Figueroa armó un discurso: por un lado, puso en tela de juicio la vida de la víctima, y por otro, pretendió hacer creer que perdió la memoria a la hora de explicar la compra el cuchillo y el ataque criminal contra su exmujer. Para el representante del Ministerio Público Fiscal existió premeditación. Fue así que solicitó al tribunal la pena de prisión perpetua.
Los jueces Carlos Graffigna Latino, José Hidalgo y Alejandro Martín desecharon el agravante de la premeditación. Igualmente resolvieron condenar a Cirilo Luis Figueroa a prisión perpetua por el delito de homicidio agravado por el vínculo.
Hay registros que señalan que la defensa apeló la sentencia, pero versiones judiciales aseguraron que el reclamo no prosperó y Figueroa cumplió su castigo en el penal de Chimbas. No se tiene certeza de cuánto tiempo estuvo preso, pero después de muchos años recuperó la libertad. Lo último que se sabe de Cirilo Figueroa fue que pasó su vejez en el departamento 25 de Mayo y ya está muerto, pero su historia será recordada como otro caso de violencia de género en San Juan que terminó en femicidio.