Los vecinos contaron lo que les convenía o prefirieron el silencio. Y no faltaron los curiosos que salieron a mirar cuando llegó la Policía, pero no hubo uno que dijera que presenció el asesinato. A lo sumo, relataron que escucharon tres o cuatro disparos y los ladridos de los perros en la madrugada, como si anunciaran la muerte esa noche del domingo 21 de agosto de 1994 en la famosa Villa Montes Romaní.
Los códigos de la villa, dijo un policía. Nadie había visto ni oído nada. Muy cerca de allí, sobre una camilla en la guardia del Sanatorio Español permanecía el cadáver de Juan Alberto Domínguez con dos impactos de bala. Un disparo lo tenía en el hombro, el otro en la pelvis. Los plomos dañaron órganos vitales y su muerte fue cuestión de minutos. Los médicos explicaron que tuvo un shock hipovolémico producto de la hemorragia interna.
Una vecina entregó un cuchillo con restos de sangre que encontró tirado en un pasillo de tierra de la villa situada al margen sur de la calle Pedro Valdivia, cerca del barrio Manantiales, en la zona capitalina de Trinidad. Todo era confuso y los únicos testimonios que recogieron los policías fueron los de un par de familiares de pacientes del sanatorio que declararon que la víctima, Juan Alberto Domínguez, había sido llevada en brazos por otras personas que lo dejaron en la guardia y desaparecieron.
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Otro paisaje. Así se ven hoy los terrenos donde estaba asentada la popular Villa Montes Romaní.
Los policías de la Comisaría 3ra y de la sección Seguridad Personal de la Brigada de Investigaciones, bajo las órdenes del entonces juez Héctor Fili -del Segundo Juzgado de Instrucción-, hablaron con algunos de los habitantes de la villa, pero el hermetismo era total. En realidad, no querían meterse en problemas. Domínguez, un mendocino de 27 años, tenía antecedentes penales, visitaba frecuentemente el asentamiento y hay quienes le temían.
La teoría de la pelea
Con el correr de las horas, los rumores y comentarios llegados de los “buchones” de la Policía dirigieron la investigación hacia José Cortez y Alfredo Camargo, dos amigos de Domínguez. Ambos fueron apresados ese mismo domingo por la tarde y proporcionaron las primeras versiones sobre el suceso. Hablaron de una pelea y que la víctima se defendió, aunque aseguraron que ellos no presenciaron la gresca y auxiliaron a su amigo cuando éste ya estaba herido a balazos.
Ahí señalaron a un tal Ortiz como el autor del asesinato, también dijeron que éste vivía en otra villa situada en el predio de los galpones del viejo Ferrocarril San Martín, en el sector de la avenida Córdoba y calle Las Heras. Ese dato derivó en un allanamiento a primera hora del lunes 22 de agosto de 1994 en la casa del sospechoso. No lo encontraron, pero más tarde lo capturaron en un galpón de esa zona. Estaba escondido porque sabía que iban a buscarlo.
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Un joven Oscar Fabián Ortíz, el joven condenado por el asesinato.
El detenido era apenas un joven de 21 años llamado Oscar Fabián Ortiz, que se encontraba lastimado debido a los tres cuchillazos que recibió durante la gresca. Tenía miedo. Imaginaba lo se le venía en la Justicia, pero también por las posibles represalias de los amigos de Domínguez en la villa.
Ortiz admitió que él efectuó los disparos. Al dar su versión, aclaró que fue Domínguez quien lo provocó, lo llamó a pelear y después le largó unos cuchillazos. Es decir que daba otro relato de los hechos, en contraposición a lo que expresaron los amigos del muerto, que afirmaron que el joven de 21 años fue el que originó la gresca.
Por una cerveza
Los investigadores reunieron todos los testimonios y, como si cada uno fuese una pieza, fueron reconstruyendo parte lo ocurrido la madrugada del domingo 21 de agosto de 1994. Lo primero que establecieron fue que el sábado a la noche Domínguez junto a sus amigos Camargo, otro muchacho de apellido Tejada y Cortez jugaban a las cartas y bebían en la casa de este último. Antes de las cero horas del domingo, la víctima dejó la partida de naipes, salió del rancho por un rato y volvió con una botella de cerveza en la mano.
En la Villa Montes Romaní vivían 150 familias y perduró por el lapso de 50 años en ese predio situado cerca del Sanatorio Español, los barrios UVT y Manantiales y la calle Pedro de Valdivia. Fue erradicada en julio de 2005.
En la Villa Montes Romaní vivían 150 familias y perduró por el lapso de 50 años en ese predio situado cerca del Sanatorio Español, los barrios UVT y Manantiales y la calle Pedro de Valdivia. Fue erradicada en julio de 2005.
Pese a que Ortiz dio pocos detalles, la sospecha fue que en esos momentos se produjo el entredicho o la discusión con Domínguez. Porque el joven de 21 años también estaba tomando cerveza con otros muchachos en un kiosco situado en una entrada a la villa que da a la calle Ramón Lucero. Nunca se supo si existía una rivalidad previa entre ambos. O Domínguez, por su fama de pesado y por ser mayor, fue a prepotear a Ortiz.
En la causa quedó acreditado que más tarde Domínguez salió de nuevo a los pasillos y se encontró con una muchacha, a la que apodaban “Pato”, con quién supuestamente fue a comprar. Eso coincide con el relato de Ortiz, que afirmó que él continuaba bebiendo con sus amigos cuando apareció Domínguez en compañía de una chica. Según el acusado, en esos instantes este otro muchacho se le paró enfrente y le exigió que le pasara un trago. Luego redobló la apuesta. Todo desafiante, pidió que le entregara la botella de cerveza que tomaban. No debe haber sido muy diplomático. Ortiz, que no se callaba, confesó que se puso de pie y se le plantó.
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La villa Montes Romaní fue uno de los asentamientos más poblados y populares de la Capital de San Juan.
Los amigos de la víctima declararon que fue al revés, que Ortiz provocó a Domínguez. Las versiones eran dispares, pero en función a otros testimonios que aparecieron, las pruebas halladas en el lugar donde se produjo el crimen y los relatos sobre últimos movimientos de la víctima, prevaleció la teoría que se ajustaba a la versión del acusado. Esta que decía que la víctima provocó la pelea y que sacó el cuchillo para amenazar y agredir al joven.
La versión oficial también señaló que los dos forcejearon o se tiraron unos golpes y Domínguez le lanzó unos cuchillazos. De ahí las heridas cortopunzantes que Ortiz sufrió en la cabeza, en un hombro y el pecho, todas superficiales. Esa primera agresión, en teoría, desató la reacción del joven que extrajo la pistola calibre 25 y disparó cuatro veces contra el cuerpo del otro changarín. Dos de los disparos no dieron en el blanco, los otros fueron mortales.
Cambiaron la calificación de homicidio con exceso en la legítima defensa por la del delito de homicidio simple.
Puede que no haya sido así, pero para los jueces Ricardo Conte Grand, José Enrique Domínguez y Leopoldo Zavalla Pringles de la Sala III de la Cámara en lo Penal y Correccional fue la versión que más creíble. A la hora de resolver, entendieron que el acusado podría haber disparado al aire o incluso herir a la víctima en otra parte del cuerpo para frenarlo y detener la agresión. Sin embargo, gatilló cuatro veces y los balazos fueron directos a zonas vitales.
El 2 de mayo de 1995 dictaron la sentencia contra Oscar Fabián Ortiz. No lo condenaron por el delito de homicidio simple, como solicitaba el fiscal Gustavo Manini, quien pidió una pena de 12 años de cárcel. El tribunal cambió la calificación inicial por la de homicidio con exceso en la legítima defensa y la aplicaron un castigo de 2 años y 6 meses de prisión.
FUENTE: Sentencia del tribunal de la Sala III de la Cámara en lo Penal y Correccional, artículos periodísticos de Diario de Cuyo y archivos de la hemeroteca de la Biblioteca Franklin.