A bordo de una denuncia contra un periodista por un presunto caso de fake news, el ex diputado Eduardo Cáceres acaba de hacer su reaparición en la primera plana de la política provincial. Y lo hizo poniendo el cuerpo a una estrategia que parece diseñada por la interpretación del sistema de ley de lemas.
Cáceres venía atravesando el invierno político como consecuencia del trance judicial que lo tuvo por protagonista: la denuncia de la ex dirigente del PRO Gimena Martinazzo en su contra por violencia de género, que lo alejó en el último turno electoral. Cuando especuló hasta el filo del plazo con presentarse como candidato por la reelección a su banca, hasta que debió abandonar y dejar en manos de Susana Laciar.
Pero hacer un par de meses, la denuncia quedó desestimada en Tribunales y el ahora ex legislador no se tomó ni un mínimo respiro para concretar una reaparición que venía anunciando por lo bajo. De un solo saque, protagonizó la semana pasada dos hechos de alto impacto en la corteza política provincial.
El primero, llevar a la justicia al periodista Julio Turcumán por considerarlo responsable de un presunto delito penal. Nada menos que al conductor periodístico de la principal empresa de la provincia –Diario de Cuyo-, a quien responsabilizó en público y viralizó en sus redes por una presunta falsa denuncia con capturas de pantalla de los mensajes que se intercambiaron ante la publicación de una información que el periodista consideró un error y pidió disculpas.
No se supo de qué información se trató, pero el propio Cáceres especuló con que estuviera entrelazado con la información previa de que el PRO llevaría un candidato a gobernador en las Paso para competir/colaborar con Marcelo Orrego.
“Dejame que sospeche”, le contestó el propio Cáceres al periodista Gastón Sugo, quien le consultó en su programa de TV Es lo que hay (miércoles por Canal 13 San Juan) si lo tomaba como una reacción a su anuncio de que se presentaría (él u otro dirigente del PRO) en una fórmula para apoyar las posibilidades y la oferta de Juntos por el Cambio.
Y redobló la apuesta en esa misma presentación televisiva con un volcánico contenido político en el que cuestionó sin rodeos la matriz de la gestión provincial, con gastos e inversiones incluidos.
Dos acciones que Marcelo Orrego no hubiera emprendido jamás, de ninguna manera. Primero, confrontar de frente contra la conducción del medio de comunicación de mayor tradición de la provincia, al extremo de llevar a Tribunales a su líder. Segundo, conjugar un discurso sin concesiones contra la línea de flotación del gobierno provincial con definiciones tajantes, combativas, frontales.
Pero tal parece que el hecho de que no lo haga Marcelo, que es a todas luces el principal candidato para pugnar contra Sergio Uñac por el timón provincial, no significa que no lo haga nadie dentro del frente Juntos por el Cambio. Orrego despliega un rol de absoluto carisma, no exento de gestión como la que exhibe de sus años en Santa Lucía. Jamás se le escuchó una palabra altisonante, un término fuera de lugar. Así llegó donde hoy está.
Pero ese tono puede significarle eventualmente una pérdida en la clientela opositora: los más radicalizados, que muestran los cuchillos entre los dientes y prefieren opciones más frontales. Y allí es donde parece operar la irrupción impulsiva de Cáceres: en atraer a ese público que busca un combate cuerpo a cuerpo y puede sentir preferencia por cualquier acepción de Milei.
Lo permite además el nuevo sistema electoral de Ley de Lemas, por lo que ésta irrupción parece estar diseñada luego de una intensa lectura de su articulado: todo lo que sumen los candidatos de un mismo lema y agrupación, se suman. Es decir que ante el supuesto que compitan Orrego y Cáceres, y entre ellos triunfe el primero de ellos, los votos del segundo se suman al 100% al ganador. Como también ocurrirá, por especular, si compiten Uñac con Gioja.
Por eso puede comprenderse la utilidad que tendría una salida a la cancha de Cáceres, operando una línea que no es la de Orrego. Y que, por lo tanto, atrae a otro público cuyo caudal luego puede volcarse en su totalidad al ganador. Mientras uno va por autopista, otro va por colectora. La colectora es el terreno áspero, el de cuestionamiento frontal, lo que en boxeo se llama infighting, lucha cuerpo a cuerpo.
Y por lo visto, Cáceres parece preparándose para desempeñar ese rol. Un discurso que mete el dedo en lo que detectan como los costados que más se le recrimina al oficialismo. Pocos creen, al menos por ahora, que ese discurso potente pueda depararle porotos gruesos. Sí parece claro que puede aportar decisivamente a la alcancía de la aventura por el premio mayor.
Con un adicional: Cáceres fue y sigue siendo la principal espada en San Juan de Mauricio Macri. El ex presidente no aparece por ahora en la grilla de presidenciables, pero claramente es el ordenador del espacio por excelencia. El que dice qué hacer y cómo, con influencia tanto sobre Patricia Bullrich como sobre Horacio Rodríguez Larreta.
Si fuera él quien se pusiera la camiseta de candidato del PRO en San Juan como parece, adoptaría además ese condimento. Y como viene la mano, no hay muchos más dispuestos a cumplir el rol al detalle. Nadie tampoco en todo el abanico opositor de San Juan que esté desplegando el discurso volcánico armado en laboratorio que viene exhibiendo Cáceres.
El único que puede arrimarse a ese perfil es Marcelo Arancibia, líder del GEN que esta semana concretó el anunciado pase de Consenso Ischigualasto a Juntos por el Cambio. Marcelo también apunta a integrar la grilla de este espacio opositor, rememorando el buen resultado que obtuvo con los dinosaurios el año pasado, pero ya sin su respaldo.
Y así se va configurando la oferta cambiemista sanjuanina (neologismo sujeto a debate). Con alguna que otra eventual sorpresa en la misma grilla, que no saldría de un bloquista disidente como Enrique Conti.
Si se decidiera, podría tener como propósito el de aspirar voluntades del lado de estrella. Una nueva tarea para la casa en los ensayos del nuevo sistema que acaba de alumbrar la irrupción del soldado Cáceres con tapones de punta.