En medio de la notoria dispersión política ofrecida por el hecho de que tres expresiones pueden cómodamente aspirar al sueño de ganar las próximas elecciones provinciales, en el oficialismo germina una idea: alimentar los cruces entre Sergio Uñac y José Luis Gioja de manera de concentrar la atención en un lance que deja afuera a Marcelo Orrego.
Podría emplearse la metáfora de los perros encadenados, que por el hecho de estarlo duplican su fuerza y se van retroalimentando uno a otro. Para un laboratorio político, no deja de ser una opción: hay demasiada literatura sobre la relación entre el gobernador y su antecesor, se trata de dos figuras excluyentes que no hace falta explicarlas. Fácil les resultaría tomar decididamente la centralidad en un cruce que tiene toda la potencialidad para que el grueso del público espectador compre los tickets de ingreso.
Que concite todos los reflectores y que por consiguiente les ofrezca la posibilidad de ganar a los dos en ese camino, luego entre ellos definirían quien de los dos asoma la nariz por sobre el otro. Al amparo de explorar caminos hasta ahora no transitados, la atracción irresistible que puede generar ir deshojando esa margarita. A primera vista, una relación win-win entre Uñac y Gioja, que tiene también sus contraindicaciones, como también se evaluará.
Hasta acá, la relación entre ambos –Uñac y Gioja- fluctúa entre las recriminaciones por un pasado ya bien pasado y una pulseada por el futuro en el que ambos aparecen en la foto del final, sin definir cada uno en qué lugar. Una biblioteca que se alimenta de una vieja relación política y hasta familiar, desconfianzas cruzadas, rupturas sonoras y vuelta a encontrarse. Hoy, bajo el recíproco paraguas de la ley de lemas, en la que los votos de uno de suman a los del otro, siempre con el beneficiario en lugar del que saque un voto más entre ellos.
Tanto Uñac como Gioja tienen también a sus propias gestiones como testimonio político, otro eje posible de un eventual cruce de modelos con riqueza política por explorar. Y luego está el plano de las sensaciones personales en los años recientes. Hay mucho por conocer entonces, mucho material oculto por revelar si se diera una dimensión nueva a un cruce que por ahora sólo se plantea de manera elíptica.
A poco más de un mes de la línea de llegada, los aprontes políticos marcan con claridad que hay tres expresiones políticas con chances de conquistar el gobierno provincial el 14 de mayo: dos por el oficialismo (Uñac y Gioja) y una por la oposición (Orrego). Las delicias del sistema hacen que en la última curva aparezcan los tres con chances repartidas, sin que nadie pueda ofrecer la más mínima certeza sobre lo que ocurrirá, más allá de los que andan vendiendo la paila de disponer de la verdad revelada.
Lo que sí hay es un plazo de un mes para cualquier plan intentar sacar ventajas decisivas en la recta final. Y el de la polarización entre ambos oficialistas –que reúnen todas las condiciones para cualquier buen guionista- se viene dando tenuemente. Es que se trata de una eventual estrategia con escalas y cada paso debe ser evaluado cuidadosamente para evitar cualquier descarrilamiento.
Para hacerlo más perceptible hará falta una dosis más en volumen. Claro que habrá que tener también el cuero bien dispuesto para la devolución y bien demarcados los límites que por nada del mundo se podrán atravesar. Tarea difícil, decisión compleja.
La punta de mayor audacia de esta escala sería convocar a un debate público entre ambos, en la televisión y bien moderado, en el que haya acuerdo de ir por terrenos aún no explorados entre ellos, pero con limitaciones para no derrapar y perder todo. ¿Cómo funcionaría un debate a 10 días de una elección decisiva en la provincia, entre los dos dirigentes más relevantes de la historia reciente, el actual gobernador y su antecesor?
Otra pregunta: ¿Qué pasaría si entre ambos se desata un fuerte intercambio de cara a la sociedad sobre las bondades de cada administración, sus ribetes políticos y hasta algunos bordes relacionados con esa historia política?
Y una final: ¿conseguiría finalmente su objetivo de separar el interés y focalizarlo en ambos contendientes por encima de un tercero (Orrego) que hoy corre con la ventaja de estar despojado ese pasado y se solaza en esa comodidad?
A esta última pregunta, que es la principal en materia de eventual utilidad de la estrategia, la respuesta parece evidente. Es que Orrego aplica su medicina a ambos por igual con suma facilidad, asociándolos a un período que considera superado. Poniendo a ambos en una misma dimensión: que son lo mismo.
El desafío para ellos, pues, es deshacerse de esa aplicación pegajosa. Y un mano a mano entre dos referentes bien identificados y también convalidados por la opinión pública, puede funcionar en ese sentido. Para ambas expresiones del oficialismo, el beneficio es el mismo: atraer los votos que hay en el medio, los volátiles. Que extrañamente no son los mismos que otras oportunidades. Como lo explicó el consultor Maxi Aguiar en La Ventana, la existencia de tres opciones con chances explica que haya ya un voto bastante consolidado, es decir que la fuerte disputa ha afirmado la voluntad de buena parte del electorado.
Igualmente quedan muchas voluntades sueltas con la potestad de definir una elección que se puede resolver por centésimas. Allí es donde cobra sentido salir a la conquista de ese margen, tal vez mínimo pero relevante. Concitando interés en participar de un eventual duelo mano a mano, o apostar a que el electorado le dé utilidad al voto: si el duelo es entre este éste y éste, yo juego acá. Y buscando lo más importante: hacer crecer la torta, no robarse las porciones entre ellos.
El último dato es, si se avanzara con la idea de un debate, cómo montarlo como un mano a mano sólo entre dos. Con qué argumento hacerlo y que no se presente como un evento a la carta como el que promueve otro candidato, Eduardo Cáceres, sólo con Uñac. Que funciona como estilete de su campaña pero no tiene argumento lógico ese mano a mano porque no se trata de un duelo entre los de más apoyo: Cáceres no está por ahora entre las mayores preferencias de la oposición.
Lo que sí tiene lógica es invitar a todos por igual a debatir. El problema para montar un debate apetitoso es que son 11 postulantes, difícil así montar un debate fluido y atractivo. También es difícil cortar postulantes a subirse al ring. Pero si hay un criterio para hacerlo, ese sería el de la lógica de los que más apoyos concentran a priori: Uñac, Orrego y Gioja, sin que el orden denote posiciones entre ellos, pero claramente son los tres con chances, sin discusión.
Si fueran ellos tres, lo primero a evaluar es que acepten. Los dos oficialistas bajo los argumentos ya citados y Orrego con el cuidado de no quedar atrapado entre dos fuegos. O, por el contrario, quedar desplazado en la atención por un eventual duelo ajeno. El santaluceño ya se las ve venir y tomó su primera decisión: afilar la puntería en su discurso. En la última semana se lo mostró más punzante, en un mensaje elíptico de no será fácil atropellarlo ni dejarlo en un rincón en un eventual duelo de dos.
Se verá si se presenta el caso, aunque lo más probable es que todas estas historias terminen siendo de ciencia ficción.