Los tres estaban vestidos. Parecían dormidos, pero no respondían. El bebé acostado junto a su mamá en la cama matrimonial y al lado el papá, en otra cama. La puerta de ingreso al departamento, trabada con llave. Adentro no se notaba desorden. Y lo que no cerraba en este estremecedor panorama, eran sus muertes. Los cadáveres de esa joven pareja y su pequeño hijo que no evidenciaban sin signos de violencia, pero cuya causa de muerte no parecían tener explicación en ese momento.
El misterio se abrió en torno a esas tres muertes en el barrio Don Pedro, Santa Lucía, la mañana del 31 de marzo de 2007. Las víctimas eran Belén Toedtmann, su esposo Gastón Saldívar y su bebé Bautista, de sólo 7 meses de vida. La pareja llevaba un año de casada y alquilaba ese departamento situado en la planta baja de uno de los monoblocks de ese complejo habitacional al este de calle Sarmiento.
La noche del día anterior, el joven matrimonio y su hijo cenaron en la casa de la madre de la chica. Los vieron muy bien. Se supone que llegaron cerca de la medianoche del viernes al departamento. Nadie más los vio, tampoco al otro día. El papá de Gastón lo fue a buscar a primera hora de la mañana del sábado porque quería que lo acompañara a Buenos Aires a comprar ropa para vender.
El hombre golpeó la puerta un par de veces, pero no respondieron y se retiró. Al rato pasó por ahí el hermano de Gastón, que fue a pedirle la llave de la agencia de autos donde trabajaban. Tampoco tuvo respuesta, entonces se marchó y se dirigió a la casa de la familia de Belén para ver si estaban allí.
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El lugar. En este barrio ocurrió la triple tragedia.
Los Toedtmann no sabían nada de la pareja y el bebé. Obvio que les llamó la atención; en teoría no tenían planes y al menos la chica debía estar en casa. Eso les preocupó, de modo que los hermanos de Gastón y Belén regresaron al departamento del barrio Don Pedro para insistir. Volvieron a golpear insistentemente la puerta, pero no hubo caso.
Vieron el auto de la parejita guardado. Después notaron que la llave estaba en la puerta, por el lado de adentro. Eso significaba que los chicos se encontraban en el interior. La situación resultaba inquietante, pero se tornó más alarmante cuando notaron los vidrios de las ventanas empañados.
En ese momento decidieron entrar a la fuerza. Abrieron a golpes la puerta y accedieron hasta el dormitorio matrimonial. Encontraron a Belén Toedtmann y al pequeño Bautista tendidos en la cama de dos plazas y a su lado a Gastón Saldívar, en la cama de una plaza. Les hablaron, los zamarrearon, pero no se movían ni respiraban. Estaban muertos.
Encontraron a Belén Toedtmann y al pequeño Bautista tendidos en la cama de dos plazas y a su lado a Gastón Saldívar, en la cama de una plaza. Les hablaron, los zamarrearon, pero no se movían ni respiraban. Estaban muertos.
El espanto sacudió a las familias de las tres víctimas y a los vecinos, que no salían de su asombro por tan extrañas muertes. Los policías de la Seccional 5ta y de la Brigada de Investigaciones de la Central de Policía de San Juan se miraban desconcertados. En principio no encontraba explicación a los decesos de esos jóvenes de 24 años y de su bebé. El caso obligó a que se hicieran presentes el jefe y al subjefe de la fuerza provincial para acompañar al juez Agustín Lanciani, del Segundo Juzgado de Instrucción, que inspeccionó meticulosamente todo el departamento.
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Conmoción. Los peritos de Criminalística retiran los cuerpos de la pareja y el bebé. Foto de Diario de Cuyo.
Es que los cadáveres no presentaban ningún signo de violencia. Los cuerpos estaban sobre las camas, como si durmieran. Lo que llamó la atención es que estuvieran vestidos. Todos tenían ropa liviana. Si bien era otoño, el clima era cálido por esos días. Gastón todavía tenía puestas las zapatillas, aseguró un investigador. Como que se recostaron y no se levantaron más.
En el recorrido que hicieron los peritos policiales por el interior del departamento, confirmaron que los muebles permanecían en su lugar y no existía desorden. Descartaron de plano alguna pelea o indicio de un ataque contra la pareja o la posibilidad de un robo. Los hermanos de los jóvenes fallecidos declararon que la puerta estaba con llave y que ellos la abrieron a golpes.
Es que los cadáveres no presentaban ningún signo de violencia. Los cuerpos estaban sobre las camas, como si durmieran. Lo que llamó la atención es que estuvieran vestidos. Todos tenían ropa liviana.
Pero qué había pasado, entonces. Un indicio inicial fue que las primeras personas que entraron a la casa percibieron un “ambiente pesado” en el aire. De inmediato supusieron que podría haber una fuga de gas y que eso mató a la pareja y al bebé. Sin embargo, revisaron las instalaciones y no detectaron pérdidas.
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Madre e hijo. Estos eran Belén Toedtmann y su bebé Bautista.
Sólo el calefón se encontraba funcionando, el piloto estaba encendido, aseguraron. Ese descubrimiento empezó a guiar las sospechas en otra dirección: la intoxicación con monóxido de carbono. Otras evidencias abonaban esa misma teoría. Cuando empezaron a mirar las ventanas, vieron que había cinta adhesiva entre los marcos y los bordes de esas aberturas. También estaban selladas con cintas todas las rejillas de ventilación de la vivienda.
El calefón no poseía el caño de salida de escape en la parte superior, la que permite que todos los gases de la combustión del artefacto salgan al exterior por la chimenea. Es más, el hueco en la pared para el caño de la chimenea estaba tapado con papel de diario, aseguraron. Es decir, el departamento no contaba con ventilación y eso terminó siendo una trampa mortal para la pareja y su bebé, especularon.
Sólo el calefón se encontraba funcionando, el piloto estaba encendido, aseguraron. Ese descubrimiento empezó a guiar las sospechas en otra dirección: la intoxicación con monóxido de carbono.
Al menos esa fue la conclusión a la que arribaron los investigadores. Los familiares de Gastón y Belén descartaron de plano un pacto suicida. Los chicos llevaban un año de casados, mantenían una buena relación y no atravesaban problemas económicos. Sus familias los ayudaban en todo. Era imposible que se quitaran la vida, además no hallaron veneno ni medicamentos que hicieran suponer que hubiesen ingerido alguna sustancia para matarse. Tampoco mostraban signos de una intoxicación con alimentos.
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El papá. Gastón Saldívar, el tercer fallecido. Esta foto fue difundida por los medios en aquel entonces.
Por lo que se supo, el primer informe forense señaló que murieron por intoxicación con monóxido de carbono, aseguraron los investigadores. La hipótesis con las que cerraron el caso fue que la combustión producto de las llamas del calefón hizo que el ambiente del departamento se llenara de ese gas insípido, sin olor e incoloro, altamente tóxico.
La vivienda estuvo cerrada todo el día hasta que llegaron los jóvenes. Quizás uno de ellos se bañó y volvió a poner en funcionamiento los quemadores del calefón. Y como no había una ventilación, el monóxido de carbono que despedía el artefacto se convirtió en un asesino silencioso que los sorprendió sin que se dieran cuenta. La intoxicación con ese gas a veces es imperceptible y una persona pierde el conocimiento antes de que puedan reaccionar. Lo cierto es que esos dos jóvenes y el bebé encontraron la muerte recostados, encerrados y sin que pudieran pedir ayuda.