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Historias del Crimen

La sanjuanina que bajó de un colectivo y fue asesinada por el exmarido en el centro de Villa Krause

Estaban separados. Ella no quería regresar al hogar y el hombre la acusó de engañarlo y abandonar a sus siete hijos. Apenas bajó del colectivo, él la atacó con un cuchillo. En un fallo insólito, un tribunal sostuvo que actuó bajo un estado de emoción violenta, cuando en realidad fue otro de los tantos femicidios.

Por Walter Vilca

Arriba del colectivo solo se escuchaban el murmullo de los pasajeros. El cabo Sixto Doroteo Silva, que viajaba parado en el pasillo, lo único que deseaba era llegar rápido a su trabajo, mientras tanto el ómnibus atravesaba Villa Krause. En un momento dado, el policía observó que todos empezaron a mirar hacia la vereda sur de la esquina de las calles Boulevard Sarmiento y Mendoza.

“¡Miren! A él se le ve un cuchillo”, gritó exaltada una de las pasajeras. El chofer detuvo la marcha del colectivo y el cabo Silva bajó presuroso al ver el tumulto. Un hombre forcejeaba con una mujer en la esquina. El sujeto no la soltaba, entonces el policía lo tomó por la espalda y con sus brazos le aplicó una llave alrededor del cuello para que soltara a la chica. Ahí, ella se desplomó agarrándose el abdomen con sus dos manos llenas de sangre.

Juan Carlos Vega, que pasaba en moto, presenció la escena y vio cómo la mujer se sacaba el cuchillo que tenía clavado en el estómago. A un metro de distancia, el cabo Silva reducía y sujetaba contra la pared a Dalmiro Flores, el agresor. “No me peguen”, imploró el jornalero temiendo que la gente lo linchara. “Ella es mi esposa. La he herido. Pero ella me ha hecho una mala acción muy grande (sic)”, agregó a modo de justificativo, en referencia a la muchacha que agonizaba en el suelo.

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Foto compartido por Ernesto Romero en el grupo de Facebook llamado San Juan Antiguo.

Foto compartido por Ernesto Romero en el grupo de Facebook llamado San Juan Antiguo.

Un ataque traicionero

La mujer herida era Felisa Morales, quien se desangraba sobre la vereda y perdía el conocimiento. Parecía que se moría, entonces el cabo Silva pidió a dos transeúntes que no dejaran ir a Flores hasta que llegaran más policías y se ocupó de la víctima. El uniformado la subió a una camioneta, que los trasladó a la guardia del Hospital Guillermo Rawson. Minutos antes de las 11.30 de la mañana, Felisa ingresó al servicio de urgencias, pero los médicos constataron que ya estaba sin vida.

El estremecedor suceso ocurrió la mañana del viernes 9 de octubre de 1964 en el corazón de la ciudad de Villa Krause. El asesino fue ese jornalero llamado Dalmiro Flores, de 38 años, que había atacado con un cuchillo a su expareja Felisa Morales. Le clavó entera la hoja de acero de 15 centímetros de largo, tanto que le produjo una profunda herida en el hígado y el intestino grueso que desató una hemorragia interna que fue mortal.

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El titular de Diario Tribuna, de fecha 10 de octubre de 1964.

El titular de Diario Tribuna, de fecha 10 de octubre de 1964.

A todas luces hoy estarían hablando de un femicidio, pero el caso de Felisa Morales estuvo teñido desde el principio por una postura que cargó todas las culpas sobre ella. Y esto porque, como en otros casos, Dalmiro Flores se victimizó y se encargó siempre de crucificar a su exesposa como una mujer infiel y despreocupada por sus siete hijos, y la investigación tomó ese rumbo. En la sentencia judicial, por el contrario, no se cita ni una línea sobre testimonios de parte de la víctima u otra versión distinta a la del asesino, más allá de los testigos que presenciaron el crimen en la calle.

Una relación conflictiva

Lo que quedó en evidencia fue que ese matrimonio no funcionaba y que la mujer no se sentía bien junto a Flores. Ellos se habían casado en 1947 y en 1959 tuvieron su primera crisis. Según el hombre fue porque ella lo engañó, aunque esa fue su versión. Aquella vez estuvieron separados por algunas semanas y él se quedó con cuatro de los niños en su casa en Rawson. Ella, en cambio, fue echada o tuvo que marcharse con su bebé. Al tiempo volvieron a hablar y ambos acordaron darse otra oportunidad como matrimonio.

En los años siguientes tuvieron dos hijos más, pero los conflictos de pareja continuaron y se separaron de nuevo. Flores siempre dijo que en esa ocasión también fue por una infidelidad de la mujer; curiosamente, él la corría de la casa y después la buscaba para que regrese. La vida matrimonial transcurría entre esas turbulencias y tampoco le ponían fin a la relación. O quizás el hombre retenía a toda costa a Felisa.

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 Dalmiro Flores, el asesino. Foto de Diario de Cuyo.

Dalmiro Flores, el asesino. Foto de Diario de Cuyo.

Así llegaron a septiembre de 1964, para entonces se mudaron a Pocito. Flores era capataz de cuadrillas y algunos días de la semana viajaba a una finca en Jáchal junto a su patrón. Según su versión -porque no se conoce otra-, cuando retornó de uno de esos viajes se encontró con que Felisa había abandonado el hogar y había dejado a los niños. Ahí se enteró que mantenía un supuesto romance con otro obrero rural que trabajaba para él y que muchas veces fue a comer a su casa.

El 22 de septiembre de 1964, el jornalero realizó una exposición en la comisaría de Pocito para dejar sentado que su esposa había abandonado el hogar conyugal. En respuesta, la mujer puso otra exposición el 24 de septiembre en la que aclaraba que no pretendía regresar con Flores. El otro hombre, un tal Muñoz, también concurrió a la Policía para expresar que Felisa no se llevaba bien con su esposo y que no iba a volver con él.

El conflicto de la pareja y los dimes y diretes se trasladaron así a la Policía. El 8 de octubre de ese año, Flores se presentó otra vez en la seccional de Pocito y habló con un subcomisario de apellido Páez para hacer otra exposición. En esa presentación aseguró que Felisa fue en dos oportunidades a su casa cuando él no estaba y se llevó el dinero que había dejado para el almuerzo de los chicos. También pidió que la intimaran a que no volviera más al domicilio.

El último día

Esa fue la antesala de lo que sucedió el viernes 9 de octubre de 1964, a las 10.30 en la esquina de Mendoza y Boulevard Sarmiento. Flores transitaba a esa hora en su bicicleta por la última de estas calles. Dijo que pasó por casualidad por allí y justo en esos instantes vio a Felisa a bordo del colectivo de la línea 16. Segundo más tarde se abalanzó sobre ella cuando observó que bajó del ómnibus en el cruce de calles.

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El femicidio se produjo en esta popular esquina de Villa Krause, Rawson.

El femicidio se produjo en esta popular esquina de Villa Krause, Rawson.

Ese fue el puntapié del ataque. Porque pese a que afirmó que su idea era hablar con Felisa y a reprocharle por su actitud, ya llevaba consigo un cuchillo. Según Flores, ella no quiso escucharlo y lo insultó y le largó un cachetazo. Ahí “perdió el control” y sacó el cuchillo para asustarla, aseguró.

Felisa sabía que Dalmiro no buscaba solamente intimidarla, iba a matarla. Por eso intentó escapar, pero él la alcanzó sobre la misma vereda y, aunque ella trató de defenderse, le clavó un cuchillazo en el abdomen en medio de la gente que caminaba a esa hora por la popular esquina de Rawson. Después intervino el cabo Silva, que descendió de otro colectivo.

Un fallo polémico

El jornalero no dio una explicación valedera de qué hacía en ese lugar y por qué llevaba el cuchillo. Bien se podría pensar que seguía a su exmujer y estaba decidido a matarla. Pero aparentemente eso no fue una discusión de fondo en el proceso investigativo. Desde el inicio se calificó el hecho como un homicidio agravado por el vínculo, en estado de emoción violenta. Para la fiscalía, Flores sufrió un “raptus” a consecuencia de la traumática situación que atravesaba.

Es que el asesino se victimizó y en todo momento culpó del crimen a la propia Felisa. Flores la descalificó acusándola de ser una mujer infiel y aseguró que no atendía a sus hijos. Poco importó las posibles razones que tenía la muchacha de 33 años para abandonar la casa -si fue así- y no querer estar más con él.

Para completar, los jueces que intervinieron en el caso tomaron partido por los dichos de Dalmiro Flores, al que describieron como un hombre pacífico, trabajador, padre de familia y sin gusto por el alcohol. También remarcaron que el jornalero vivía “atormentado por las infidelidades y el dolor de sus hijos”, dando por cierto todo lo expresado por el homicida. En una parte de su sentencia señalaron que él era “vejado por la conducta inmoral de su esposa”; además, el día del hecho fue “ofendido gravemente” por el insulto y la cachetada que recibió.

Para el tribunal de la Cámara Primera en lo Penal estaba claro que Dalmiro Flores actuó con dolo y que su acción estuvo dirigida en terminar con la vida de su exesposa. Por otro lado, curiosamente, llegaron a la conclusión de que el hombre era una víctima de la mujer y eso desencadenó su violenta reacción. Con ese aberrante argumento, el 13 de septiembre de 1965, condenaron al jornalero asesino a la pena de 10 años de prisión por el delito de homicidio agravado por el vínculo, cometido en estado de emoción violenta.

Chapa de violencia de género.jpg

FUENTE: Sentencia de la Cámara Primera en lo Penal, artículos periodísticos de los periódicos Tribuna y Diario de Cuyo, página San Juan Antiguo en Facebook y hemeroteca Biblioteca Franklin.

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