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Historias del Crimen

"El Narigón", el joven de Chimbas que mató al vecino a golpes, le robó y prendió fuego su casa

Una noche de borrachera allá por 1998, "El Narigón" entró a robar a la casa de su vecino de 72 años. Ese anciano luego apareció muerto a golpes y quemado.

Por Walter Vilca

Le llamaban “El Narigón” y su intención aquella noche de 1998 quizás era cometer otras de sus pequeñas acciones de ratero. Pero estaba borracho y, según dijo después, se le fue “la mano”. Demasiado, se diría. Su víctima, un vecino de 72 años que vivía a dos casas de la suya en Chimbas, un rato más tarde apareció muerto a golpes, con la mitad del cuerpo quemado y con parte de su vivienda incendiada.

Los días de ladrón común de “El Narigón” Leonardo Sebastián Vargas terminaron esa madrugada del 14 de agosto de 1998. Esa noche también se ungió así mismo como cruel asesino. Y su vecino, el anciano Pablo Enrique Ossandón, pasó a la memoria de las inocentes que perdieron la vida incomprensiblemente en manos de la delincuencia.

El destino unió a través de la tragedia a ese joven de 22 años y al anciano, aunque las vidas de ambos se habían cruzado mucho antes en la populosa Villa Observatorio. Sus familias se conocían y podría decirse que se veían todos los días.

Pablo Enrique Ossandón era un antiguo vecino de la villa, su casa se ubicaba sobre la calle Agustín Gómez y su fondo daba a un tramo del canal Quiroga, más conocido como el “Quitapenas” –por los suicidios-. El jubilado era viudo y no tenía compañía. A una casa de por medio se encontraba el domicilio de “El Narigón” Vargas, también apodado “Payaso”. En aquel entonces, la vida desordenada del joven lo había llevado a codearse con el delito.

La borrachera

Los datos judiciales señalan que la tarde del viernes 13 de agosto de 1998, Vargas hizo lo de siempre, reunirse a charlar con sus amigos al costado del puente del canal Quiroga. Uno de ellos sacó unas monedas, los demás pusieron otros pesos, compraron vino y se armó la improvisada juntada al aire libre.

Al promediar las primeras horas del sábado 14 de agosto, estaban borrachos. Uno de ellos se dormía sentado, así que saludó y partió. Como no había más dinero, el otro amigo también adujo estar cansado y también se marchó.

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"El Narigón". Leonardo Sebastián Vargas, cuando era joven.

“El Narigón” Vargas quedó solo, pero tenía ganas de seguir tomando. O eso fue lo que dijo más tarde. Se supone que pensó de dónde sacar plata y ahí le surgió la idea de entrar a robar a la casa de don Pablo Enrique Ossandón, su vecino. Los investigadores policiales de esa época contaron que nunca se tragaron esa coartada. Entre sus sospechas estaba aquella que indicaba que, en realidad, el joven venía con la idea fija de atacar al anciano y esa noche tomó coraje.

Es posible que sabía que el abuelo había cobrado su jubilación de 300 pesos esa semana. Además, supuso que no tendría complicaciones. Daba por hecho que para esa hora el anciano estaría durmiendo y que ni lo escucharía entrar.

Ataque brutal

Todavía era invierno y hacía frío en San Juan. En las calles de la villa no andaba ni un alma y “El Narigón” Vargas se fue animando mientras caminaba en dirección de su casa. Antes de llegar, se detuvo y giró la cabeza hacia el frente del domicilio del anciano. Y se mandó.

Forzó una de las ventanas que daba a la calle Agustín Gómez y la abrió. Trató de ser sigiloso al entrar. No quería despertar al jubilado. En parte lo consiguió, porque llegó a la habitación donde descansaba el anciano y empezó a revisar los muebles. Pero a oscuras y tanteando, encima ebrio, fue imposible que no hacer ruido.

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Gran despliegue policial. La imagen muestra los policías y los patrulleros en la calle Agustín Gómez, en Villa Observatorio, el 14 de agosto de 1998. Foto de Diario de Cuyo.

Gran despliegue policial. La imagen muestra los policías y los patrulleros en la calle Agustín Gómez, en Villa Observatorio, el 14 de agosto de 1998. Foto de Diario de Cuyo.

Don Ossandón finalmente abrió los ojos y pegó el grito cuando vio a un desconocido en su dormitorio. De acuerdo al relato oficial, en ese instante el abuelo reconoció a “El Narigón” Vargas, su joven vecino.

Otras versiones afirman que estaba oscuro y probablemente nunca supo quién era esa persona que había entrado a robarle. A lo mejor no tuvo ni chances de levantarse. Vargas le pegó una fuerte trompada, o con un objeto pesado, en el rostro. El golpe lo noqueó. Le quebró algunos huesos de la cara y lo dejó inconsciente.

Muerto y quemado

Ahí empezó la corta agonía del anciano de 72 años. Es que quedó boca arriba tendido sobre la cama y poco a poco se fue ahogando con su propia sangre, según se desprende de un documento judicial.

“El Narigón” estaba más preocupado en ver qué robaba. Según las versiones, prendió un candil para alumbrarse y sacó algunas cosas por el fondo. Robó todo el dinero que había en la casa. También se llevó un televisor, algunas prendas de vestir del jubilado y un cubrecama, que se supone que empleó para envolver el botín.

Hay dos teorías acerca de su huida. Una que, por el apuro mismo de escapar, tiró el mechero en el piso de una de las habitaciones sin saber que se desataría un incendio. Otros afirman que prendió fuego a propósito para borrar huellas, para que la víctima fuera alcanzada por las llamas y de esa manera ocultar el crimen.

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La zona. Este es el paisaje actual de la zona donde ocurrió el asesinato contra el jubilado de 72 años.

La zona. Este es el paisaje actual de la zona donde ocurrió el asesinato contra el jubilado de 72 años.

Esa madrugada, “El Narigón” abandonó la casa del jubilado y, a medida que se alejaba bordeando el canal Quiroga, el fuego se propagaba por el interior. Al rato, alguien vio el humo y las llamas en la vivienda de la calle Agustín Gómez y dio aviso a los hijos del anciano, que vivían en una propiedad cercana.

Uno de los primeros en ingresar en la casa fue el hijo, Pablo Ossandón. Él encontró a su papá tirado sobre la cama, con la mitad del cuerpo quemado, y lo sacó con ayuda de otra persona. Ahí constataron que se encontraba muerto. A la par, otros miembros de la familia junto con los vecinos y los policías de la Comisaría 30ma apagaban el incendio que afectó una habitación y el dormitorio del abuelo.

Las pruebas del robo

La ventana abierta y la desaparición del televisor, la plata y otras cosas de la casa fortalecieron la hipótesis del robo. La pericia de los bomberos, por su parte, confirmó que el incendio fue intencional. Alguien había prendido fuego la vivienda. A esto se le agregó la conclusión del médico forense, que determinó que el abuelo de 72 años murió tras ahogarse con la sangre que emanaba de la herida y la fractura en el rostro producto de un golpe contundente. Las quemaduras que presentaba en parte de su cuerpo eran post mortem, aclararon.

Los policías que trabajaron en el caso, bajo las órdenes del entonces juez Agustín Lanciani del Segundo Juzgado de Instrucción, se movieron rápido. Esa mañana entrevistaron a los vecinos y consiguieron testimonios que sembraron sospechas contra tres jóvenes del barrio que la noche anterior estuvieron bebiendo en el puente, muy cerca de la casa de don Ossandón. Al primero que señalaron fue a “El Narigón”, de quien decían que andaba robando.

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En el juicio.

En el juicio. "El Narigón" Vargas a la salida de la sala de audiencia, en febrero del 2000. Foto de Diario de Cuyo.

Al mediodía del sábado 14 de agosto de 1998, los investigadores allanaron el domicilio de la familia Vargas y detuvieron al joven de 22 años. En su habitación encontraron el cubrecama y otras pertenencias del anciano muerto. Esto último validó las sospechas contra él.

Siempre existió la presunción de que hubo un cómplice. Por ejemplo, el televisor no apareció y la plata tampoco. Y aunque apresaron a los otros dos jóvenes que esa noche tomaron vino con Vargas, no se comprobó que hayan participado del robo y asesinato.

En septiembre de ese año, el juez Lanciani procesó a Leonardo Sebastián Vargas por los delitos de robo seguido de muerte e incendio. En dicha resolución también dictó la falta de mérito para los dos amigos de “El Narigón” y dispuso la libertad ambos.

El juicio

Vargas fue juzgado en febrero de 2000 por el tribunal de Sala II de la Cámara en lo Penal y Correccional. La fiscal Alicia Esquivel pidió la pena de reclusión perpetua para el joven por el delito de homicidio criminis causa. Para la representante del Ministerio Público Fiscal, las pruebas revelaron que el joven actuó con dolo, que mató al abuelo con el fin de ocultar el robo y prendió fuego la casa para borrar todo vestigio del crimen.

“El Narigón” se hizo cargo del robo, pero no del asesinato. El abogado José Fernández, el defensor, refutó los argumentos de la fiscal e instaló la teoría de que la muerte del anciano fue accidental y no algo buscado por Vargas. De todas formas, viendo que el joven tenía asegurada la condena, pidió que, a lo sumo, se lo castigara por robo seguido de muerte. Con eso evitaba una pena de prisión o reclusión perpetua.

La fiscal Alicia Esquivel pidió una condena de reclusión perpetua para Vargas. Argumentó que el joven mató al anciano para ocultar otro delito, el del robo.

El tribunal conformado por los jueces Félix Herrero Martín, Mónica Lucero y Eugenio Barbera coincidió con la acusación inicial del magistrado que instruyó la causa. Esa que decía que el acusado golpeó al abuelo, que lo dejó inconsciente, que éste murió ahogado y que el incendio fue un hecho separado del crimen.

El 21 de febrero de 2000, el tribunal condenó a Leonardo Sebastián Vargas, apodado “El Narigón” o “Payaso”, a la pena de 21 años de cárcel por los delitos de robo seguido de muerte e incendio, en concurso real.

Vargas pasó largos años en el Servicio Penitenciario Provincial de San Juan. De acuerdo a los cálculos, debió cumplir su condena en 2019, aunque puede que haya salido antes del penal de Chimbas a partir de los beneficios carcelarios y la libertad condicional.

Todo hace suponer que volvió a delinquir y cayó preso otra vez. Fuentes oficiales revelaron que estuvo un tiempo más en la cárcel y recuperó la libertad el 15 de marzo de 2021.

“Ahora anda por ahí”, contó un vecino de Villa Observatorio. No hace mucho lo vieron en el barrio, pero de paso. Ya no tiene familiares en el barrio.

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