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editorial

El modo de resolver restricciones en San Juan, un caso de alta escuela

El difícil equilibrio entre lo necesario y lo digerible. Las cifras locales, un dato de moderado optimismo. Involucrar a todos, el camino elegido. Por Sebastián Saharrea

Por Sebastián Saharrea

Entre todas las maneras en que reaccionaron los mandatarios provinciales a la necesidad de imponer más cuidados ciudadanos ante la avalancha de casos por la segunda ola, la del gobernador Sergio Uñac fue la más creativa.

Contaba a su favor con que había hecho bien los deberes. Tiene ya flotando en el ambiente una herramienta como el Acuerdo San Juan, que movilizó durante todo el año pasado con el objetivo de aprovechar el tiempo muerto para pensar el futuro de la provincia. Era cuestión de activar un nuevo encuentro exprés en ese mismo ámbito para producir una respuesta a la urgencia.

Para el gobierno provincial, como para todos sus colegas en el país, es un asunto de alta complejidad este de decidir medidas restrictivas justo cuando comenzó a moverse lentamente la rueda económica después de un año calamitoso para todos. Con un ojo relojeando esas necesidades centrales para la sociedad, la del funcionamiento productivo y comercial, y con el otro repasando los datos diarios que marcan danger en rojo, récord tras record.

Cada uno regido por su condición particular y su lógica interna. CABA y Bs.As. a la cabeza, picos de contagios y con visiones periféricas antagónicas. O Mendoza, con casos en alza que llevaron al gobernador Suárez a establecer restricciones rápidas y a la vez a firmar el pronunciamiento de Juntos x el Cambio en contra de esas mismas restricciones. La política metió la cola.

En San Juan se cuenta con el atenuante de unos números un tanto mejor que la media nacional, pero el fantasma de una situación incontenible aconseja que no podía pasar el turno sin mostrar una mínima medida. Y como es un delgado desfiladero ese, en el cual se debe mantener el equilibrio, el gobernador tuvo la lucidez de citar a ese mismo organismo que motorizó el año pasado.

Una manera orgánica y eficiente de escuchar a todos en un lapso corto de tiempo, de manera exprés, a la vez de una resolución que implica involucrar a todos en una definición tan delicada. Ésta última parte, central como atenuante a las consecuencias que tendrán esas medidas, por más leves que resulten.

Se resolvió rápido, antes incluso de la entrada en vigencia del DNU nacional el primer minuto del viernes. Parecía que no iba a ocurrir, que las avalanchas de exposiciones demandarían más tiempo. No fue así. Hubo planteos puntuales, letanías razonables sobre la difícil situación. Y las medidas fueron, efectivamente, lo más livianas posibles: como para no pasar sin hacer nada, tampoco asfixiar a nadie. Apenas un par de horas posibles de noche, de las 2 a las 4 de la mañana de un fin de semana –durante la semana no hay nada después de la 1, ni antes ni después de las medidas- posibles de ser adelantadas por los más decididos.

Alberto había abierto el juego del mismo modo en la derivación de la aplicación de medidas hacia los gobernadores, en un metalenguaje que destina a cada uno hacerse cargo de lo que ocurra en sus territorios.  La diferencia fue que entregó un manual de aplicaciones, un DNU con instrucciones sobre el que luego cada estado federal decidiría.

Dividió el presidente al país en dos. Los lugares en los que la cosa está claramente mal, para quienes la aplicación de medidas nacionales no será opcional. Y las de estado sanitario menos críticos, que podrán darse sus propias normas. Entre estos últimos apareció San Juan, primer elemento para poder sacar a la cancha al Acuerdo San Juan. El segundo, tenerlo en marcha y disponible.

Los datos locales no son todo lo graves que marca el tanteador nacional. Los casos diarios en el país desbordaron los 24.000 esta semana, cuando en el pico anterior de la primera ola habían alcanzado los 18.000 como máximo. En San Juan, el pico de esta semana superó los 200, cuando en noviembre del año pasado se localizaron en 480. Hoy, bastante menos que el pico del 2020 en San Juan, cuando a nivel nacional ya superó holgadamente ese nivel.

También a nivel camas. En la provincia, la ocupación efectiva en terapia destinada a Covid de esta semana que termina es de 20% en el sector público y de entre 75% y 80% en el sector privado, con una decisión pública de descomprimir contundentemente los lugares en los hospitales para ganar margen de maniobra por otras necesidades.

En cambio, el año pasado estuvimos con la soga al cuello literalmente, con un 90% de ocupación en ambos sectores –público y privado- y con momentos de zozobra en los que costó encontrar lugar, según lo que cuentan los médicos de establecimientos privados de San Juan. A nivel nacional, el corte de esta semana fue superior al 60% de ocupación promedio.

La tendencia de los próximos días en el país, el mundo y también en San Juan debería ser una escalada de casos, pero en el plazo medio una caída de las internaciones. Lo indica el análisis de la situación: a medida que el contagio del virus gana velocidad, también se avanza en la campaña de vacunación que pone a resguardo a los sectores más vulnerables.

Para eso, hace falta que haya vacunas, y en San Juan las hay. En la provincia, ya el 85% de los mayores de 70 años está vacunado, el 95% del personal de salud y el 80% de los maestros. Se inicia ahora el plazo de los mayores de los 60 años, vendrá luego el tramo de entre 18 y 59 con comorbilidades.

De aquí a que prendan los mecanismos de defensa de la vacuna pueden pasar 3 semanas, desde que se la coloca. Y luego, puede ocurrir que no evite el contagio, sí los síntomas graves que merezcan internación, pregúntenle al presidente Alberto Fernández.

Es decir que a medida que aumentan los casos, debería darse que los sectores en mayor peligro ganen inmunidad y, si bien no eviten el virus, sí eviten la internación y el riesgo de vida. Que es lo que se quiere evitar. Sería un plazo lógico de un mes bajo esta tendencia, más o menos el tiempo que establece el DNU nacional.

Sería esa una lectura optimista, es cierto, pero posible. Por eso ahora, el desafío es superar esa montaña. Y un mes no es poco tiempo para los que se pueden ver afectados por nuevas restricciones comerciales, luego de un año de puros golpes. Por eso fue necesaria la anestesia, el funcionamiento del Acuerdo San Juan fue un bálsamo como canalizador de esas molestias. Al menos, para que todos se sintieran escuchados.

Por eso Uñac habló de “equilibrio” entre “amortiguar las dificultades que seguramente tendremos” y “afectar lo menos posible a la economía”. Nada mejor que una definición compartida.

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