Jáchal es una tierra que guarda un sinfín de tesoros invaluables por su significado en la comunidad. El Cementerio de Huaco despierta la curiosidad de turistas por su estilo rústico, sus tumbas de antaño, siendo una de 1904 la más antigua, por ser un lugar que narra historias y porque entre sus difuntos se encuentra el legendario Buenaventura Luna, quien descansa en esas tierras. Pero detrás de todo eso hay detalles que llaman la atención y que son parte de rituales de antaño que permiten a los difuntos seguir en este plano gracias al recuerdo de sus seres queridos.
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Tumba de Buenaventura Luna, Cementerio de Huaco - Fotografía: Mariano Martín
Muchas de las tumbas que se encuentran en el cementerio tienen foto de la persona fallecida, alguna placa, recuerdos de cosas que gustaban cuando vivían, pero también varias de ellas cuentan con un objeto más que curioso: un vaso con agua.
Carlos Dojorti lleva 37 años al servicio del Cementerio de Huaco. Oriundo de la tierra jachallera, señala que el vaso de agua, o prender un cigarro para el fallecido, no es algo novedoso para él, ya que sus abuelos lo hacían, y ellos lo habían heredado de otras generaciones. “Los lunes se venía a alumbrar, limpiar la tumba, cambiar las flores y se cambiaba el agua del vaso. Son costumbres que vienen del pasado, pero que se mantienen menos. Parece que la juventud no coordina con las tradiciones de antes”, señala.
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El vaso con agua tiene una explicación que combina el misticismo con el amor que se tiene por aquellos seres queridos que dejaron este plano. Entre otros significados, representa la fuente de la vida, por lo que se les ofrece a las almas para saciar su sed luego del recorrido que hicieron durante su paso por el plano terrenal. Para otras personas significa un canal para purificar el alma del difunto, mientras que hay otros que aseguran que el agua es el nexo entre la vida y la muerte. Por lo general, estas costumbres y creencias pertenecen más a la cultura mexicana, donde comprenden a la muerte de otra manera. Cómo llegaron estos rituales a un pueblo en el interior de Jáchal, al menos Carlos no lo sabe, pero sí recuerda que desde su infancia es habitual hacerlo.
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Además del vaso con agua, algunas tumbas tenían cigarros enteros o a medio consumir. “Ese hombre era muy fumador, y una forma de recordarlo de parte de su familia es encendiendo un cigarrillo cuando vienen a visitarlo”, comenta Carlos mientras recorre las tumbas del lugar que combina a la perfección construcciones reciente con otras que fueron realizadas hace añares.
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“La gente viene mucho a alumbrar”, asegura. Se trata de otro ritual que implica encender velas para el difunto, con el propósito de honrar su memoria, pero también dar luz al camino que lo conduce al más allá. Algunos adoptan la creencia que alumbrar implica ofrecerle al difunto un camino iluminado para el traslado de su alma del “otro mundo” a este, y poder reencontrarse con sus seres queridos.
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Carlos señala que estos rituales funerarios se mantienen, aunque con el paso de los años son menos vigentes. Incluso en la memoria del jachallero existe un evento que se daba en el pasado, durante Semana Santa. En un descampado que hay frente al cementerio se montaba una especie de feria, con venta de comidas y artesanías, mientras el interior todo era una fiesta de encuentro entre las familias y los fallecidos. Durante la jornada se limpiaban las tumbas, compartían mate, charla. Era como un gran picnic, entre vivos y muertos, donde no cabía lugar para el tabú de la muerte.
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Hoy, con menos despliegue, los difuntos permanecen vigentes gracias al recuerdo de sus allegados. “Para Semana Santa la comunidad religiosa hace una misa en el cementerio para todos los difuntos. Es una misa con los familiares donde se nombran a cada una de las almas que descansan acá, para que el sacerdote realice la misa. No están olvidados, están presentes por la comunidad”, señala Carlos.
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En estos tiempos modernos, la muerte es adoptada con rechazo, con dolor. Hay quienes ya no van a los cementerios, o solo lo hacen en fechas particulares, como aniversarios o festividades puntuales. En Huaco, los muertos son parte de la comunidad gracias a estos rituales que, si bien ya no son tan frecuentes como antes, aún hay familias que se regalan un momento para visitar la tumba del ser querido que ya no está.
Cementerio de Huaco, donde los difuntos "viven" en los rituales y la memoria de la comunidad
No solo es una manera de recordarlos, permite mantener la conexión con esa alma por medio de tradiciones que temen ser olvidadas.