Achango es uno de los pueblos de Iglesia que se resiste a quedar en el olvido pese al paso del tiempo. Del asentamiento que fue fructífero durante el siglo XVII solo quedan los escombros de donde supo haber viviendas. Pese a ello, hay dos espacios que se mantienen firme y no permiten quedar en el olvido. Uno de ellos es la Capilla Nuestra Señora del Carmen, popular por su antigüedad e historia. El segundo punto es el Cementerio, ideal para quienes incursionan en el necroturismo.
Para entender esta modalidad turística, el necroturismo, también conocido como “turismo dark” u “oscuro” implica visitar lugares asociados a la muerte, interiorizándose en la historia de esos espacios, de su entorno y los restos que allí descansan junto a sus hitos en el paso por la vida. Es una forma alternativa de conocer la historia y cultura de un lugar, en este caso, de Achango.
El cementerio se ubica del lado opuesto a la Capilla, solo a unos metros, a mano izquierda cuando topa el ingreso del pueblo. Está rodeado por medianeras de ladrillo y el ingreso se encuentra habilitado aunque custodiado por dos enormes puertas enrejadas de hierro macizo que obliga al visitante de cierta manera a ingresar al terreno sagrado con respeto. Si bien es una actividad turística, no hay que olvidar que allí descansan los restos de personas que no se encuentran físicamente en este plano, por lo que no hay que perder de vista ello al recorrer las tumbas.
Lo tétrico que podrían tener este tipo de espacios se disipa en el aire cuando se escucha en zumbar de las avispas que decidieron montar un panal en el lugar. De repente el zumbido combinado con el viento lleva leves susurros de vida, haciendo que las flores de plástico y papel que decoran las tumbas y los nichos dancen al compás de la brisa.
El licenciado en Ciencias de la Educación, Ricardo Sánchez Alonso, quien además tiene vasto conocimiento en historia y genealogía de Iglesia detalló a Tiempo de San Juan que en el cementerio de Achango descansan varios personajes ilustres del departamento.
Entre ellos se encuentra el doctor Andrés Carbajal. Oriundo de Las Flores, Iglesia, nació a principios del siglo XX y se formó en medicina en Córdoba. Su formación en medicina y el amor por su lugar de origen lo llevaron a ser el primer médico de la localidad. El doctor Alfredo Avelín, en el libro “Los hombres que yo conocí” (1981) describió a Carbajal como un hombre de “prudencia, humildad, sacrificio y grandeza de espíritu”. En tiempos sin ecografías ni laboratorios, diagnosticaba con intuición, semiología y una clínica impecable, acota Ricardo.
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También vinculado al mundo de la medicina, descansa en el cementerio el farmacéutico Simón Gordón, oriundo de Polonia que llegó a San Juan escapando de la guerra y genocidio de Europa, siendo acogido por Federico Cantoni, quien al descubrir que era farmacéutico lo designó de manera oficial al Puesto Sanitario de Las Flores. Simón se volvió en un personaje querido para el departamento para que utilizaba sus conocimientos para preparar medicamentos que ofrecía a cambio de alimentos, con humildad y entrega.
Gordón no fue el único inmigrante que encontró el descanso eterno en Achango. Ricardo recuerda a Leandro Alonso Cáceres, oriundo de Salamanca, España; Enrique Fernández, quien llegó desde Andalucía; Manuel Fernández Mateos e Isabel Pineda Triviño, ambos también de Andalucía; y Carlos Coulleri, un político que llegó desde Francia.
Estos nombres pueden leerse al caminar entre las tumbas y nos nichos que hay en el cementerio, con las montañas de fondo y el silencio reinante de un pueblo que se mantiene gracias a la memoria de los vivos y al recuerdo de los muertos.
Algunos nichos y tumbas están identificadas con sus respectivas lápidas y hasta fotos en algunos casos, pero hay otras, sobre todo al fondo del cementerio, mezcladas entre la arboleda del lugar, que simplemente son tumbas con cruces de madera, algunas de ellas incluso improvisadas. El montículo que sobresale del suelo es lo único que lleva a interpretar que hay tumbas en ese lugar, por lo que el recorrido además de ser con respeto, tiene que ser con cuidado.
No hay que olvidar que para algunos, los cementerios son tierras sagradas donde descansan los restos de familiares, de seres queridos, de personas amadas que nos dejaron en esta vida. Es por ello que a la hora de recorrer tanto éste como cualquier cementerio, hay que mantener un tono de voz moderado, no tocar, dañar ni profanar las tumbas y ser consciente de que algunas áreas pueden estar reservadas para rituales o ceremonias. También tener en cuenta que las emociones se pueden potenciar por recuerdos al estar en el cementerio, por lo que es mejor mantener una conducta reflexiva y no llegar al extremo del morbo.