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Convivencias forzadas

Vivir al lado de una chacarita: convivir con ruidos a toda hora, bichos y chatarra como paisaje

Camiones que entran y salen a toda hora, plagas que se multiplican y olores que invaden las casas: así describen su día a día quienes viven junto a una chacarita en plena zona urbana.

Por Florencia García

Vivir al lado de una chacarita o centro de acopio de materiales reciclables es, para muchos vecinos, una rutina llena de sobresaltos. No se trata solo de ruido o tránsito pesado. Se trata de bichos, de víboras, de pericotes del tamaño de gatos, de ratas que saltan paredes. Y de un murmullo constante de chatarras, camiones y maquinaria que impide dormir, descansar o simplemente colgar la ropa sin que la mugre se pose encima.

“En verano no se puede estar. Ellos trabajan todo el día, sin parar. Empiezan a las 3 de la tarde, justo cuando uno quiere descansar. La compactadora, las máquinas, el ir y venir de los semis...”, cuenta un vecino que vive a pocos metros del predio. Y agrega: “A veces, el silencio es un lujo. Pero dura poco”.

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El problema no es solo el ruido. En varios testimonios, los vecinos coincidieron en una palabra que se repite como una pesadilla: víboras. “Un día mi nuera dejó la moto en el fondo y cuando la fue a agarrar, salió una víbora de abajo del asiento”, relata una señora que vive pared de por medio con el acopio. “Acá convivimos con víboras, arañas, alacranes y ratas. Es permanente”.

En una oportunidad, la aparición de una serpiente de tres metros generó incluso la visita de dos canales de televisión. “La víbora se vino para este lado, mi mamá estaba acá y la corrieron entre varios vecinos. Era enorme”, recuerda otra vecina. No fue un caso aislado. “Hay criaderos de gatos en la chacarita, porque están los pericotes. Y los pericotes son como dinosaurios, te juro. Saltan paredes, corren por los techos”, describe un vecino que tiene tres gatos "de patrulla" para evitar que los roedores entren a su casa.

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La basura, aseguran, es un tema aparte. “Yo tengo mi fondo limpio, pero no sirve de nada si lo que veo es un muro de basura del otro lado”, dice una señora que vive allí desde hace 30 años. “Saco las bolsas, pongo veneno, pero igual se meten bichos. Ratas, víboras, cucarachas. Todo. Y ni hablar cuando hay viento o llueve, porque se levanta un polvo que te agarra el pecho”.

La presencia de camiones y camionetas que ingresan y egresan constantemente también genera preocupación. “Se estacionan en cualquier lado. A veces hay colas de carros llenos de chatarra. Esto un día va a terminar en un accidente”, se queja una vecina, que propone trasladar este tipo de emprendimientos fuera de la zona urbana. “Esto no debería estar acá, en medio de las casas. Que lo lleven al campo, a donde no haya niños, ni gente con problemas respiratorios”.

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