En tiempos donde la salud mental es tendencia en Google y redes sociales, vale la pena preguntarnos si estamos desarrollando realmente inteligencia emocional… o simplemente disfrazando nuestra falta de madurez con frases positivas.
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SUSCRIBITE¿Alguna vez te preguntaste por qué algunas personas adultas parecen tener una tolerancia tan baja a la frustración, dificultades para tomar decisiones, o una necesidad constante de validación externa? Lo que estamos presenciando no es una epidemia visible, pero sí creciente: la infantilización emocional.
En tiempos donde la salud mental es tendencia en Google y redes sociales, vale la pena preguntarnos si estamos desarrollando realmente inteligencia emocional… o simplemente disfrazando nuestra falta de madurez con frases positivas.
Muchos de los adultos de hoy fueron criados bajo el paradigma de la sobreprotección. Padres que, con la mejor de las intenciones, eliminaron todo obstáculo, evitaron frustraciones y convirtieron cada dificultad en una oportunidad para intervenir.
Esta cultura del “yo te resuelvo todo” impidió a muchos niños desarrollar habilidades críticas como la tolerancia al error, la perseverancia o el pensamiento independiente. Hoy, esos mismos niños se enfrentan al mundo adulto esperando que alguien los salve, los contenga o los valide.
Y cuando eso no ocurre, aparece la ansiedad, el enojo desmedido o el abandono de sus responsabilidades.
El scroll infinito en redes sociales, los likes como fuente de autoestima, el delivery emocional: vivimos en una era donde todo se obtiene rápido. Y lo que no llega pronto, aburre o frustra.
Esta lógica ha contagiado también la forma en la que procesamos nuestras emociones. No hay tiempo para elaborar un duelo, para atravesar el dolor, para sostener una relación incómoda.
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Esta inmediatez emocional nos está robando una capacidad clave: la resiliencia.
El dolor hay que transitarlo, y no es malo hacerlo, sentirlo y liberarlo. El miedo hay que enfrentarlo, mirarlo de frente a los ojos y superarlo. Los celos hay que manejarlos, procesarlos y supéralos. Y así con todas las circunstancias que nos bloquean o nos provocan un desequilibrio emocional.
Otra gran consecuencia de la infantilización emocional es la confusión entre amor y apego. Las personas adultas infantilizadas suelen tener vínculos altamente dependientes, temen la soledad y exigen atención como si fueran niños con carencias básicas no resueltas.
En el coaching emocional vemos cada vez más casos de adultos que no pueden tomar decisiones sin consultar, que colapsan ante una crítica o que creen que el otro debe llenar sus vacíos. El amor maduro implica autonomía, pero eso se aprende. Y para muchos, nunca llegó esa lección.
No es fácil. La sociedad moderna nos empuja a la gratificación instantánea, a la evasión emocional y al pensamiento binario (todo o nada, éxito o fracaso, amor o abandono).
Pero madurar emocionalmente no es imposible. Algunas claves para crecer emocionalmente:
La infantilización emocional no es un insulto, sino un llamado de atención. Es tiempo de dejar de culpar a los demás por lo que nos falta, y comenzar a construirnos desde adentro.
No hay que tener miedo a realizar un viaje al interior de cada uno y analizar que debemos cambiar, fortalecer o mejorar. Bucear dentro de nosotros mismos es el principio del crecimiento emocional y personal, y te garantizo que crecer siempre duele, pero es necesario.
En tiempos donde todo es inmediato, madurar es un acto de rebeldía.
Escrito por Carlos Fernández Coach y psicólogo.
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