Personaje peculiar como Claudio Barreiro hay pocos. De un humor digno de los tintes cordobeses, es un agradecido de la vida y de las oportunidades que ésta le ha brindado, al punto tal de estar hoy en el lugar que reconoce su lugar en el mundo. Oriundo de Cosquín, su arribo a Calingasta estuvo marcado por el azar, pero también por el destino. Hoy, con un emprendimiento gastronómico a cuestas que lleva adelante con su pareja de vida, disfruta de las bondades de la naturaleza como de paisajes únicos en un escenario más que maravilloso.
“¿Qué te puedo contar? Soy una persona que hace chistes, es una parte mía, tengo que admitirlo. También soy espiritual”, comenta entre risas Claudio, mientras de manera amable avanza por parte del terreno donde se encuentra su actual hogar en la localidad de La Puntilla. Para tener una idea, esta zona inhóspita y rodeada de paisaje montañoso queda a la altura de Sorocayense, pero del otro lado del margen del Río de los Patos, a los pies de la Cordillera de Los Andes.
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Matambre al disco ahogado en verduras, uno de los manjares que prepara el divertido cordobés enamorado de las montañas.
Incluso Claudio señala con orgullo que es una de las pocas personas que tiene la posibilidad de salir “al fondo” y toparse con la Cordillera; como de sentarse a tomar unos mates en el frente de su casa, y poder admirar la inmensidad de la Precordillera.
El arribo del cordobés a Calingasta estuvo marcado por el azar, el destino y el deseo de un cambio rotundo que lograron junto con su pareja, con quien no solo comparte 24 años de una vida marcada por la aventura, sino que además tienen el mismo nombre. Claudio Alejandro Barreiro y Claudia Alejandra Díaz se conocieron hace más de dos décadas en Cosquín, donde ella terminó viviendo por esas vueltas de la vida.
Soy una persona que hace chistes, es una parte mía, tengo que admitirlo. También soy espiritual Soy una persona que hace chistes, es una parte mía, tengo que admitirlo. También soy espiritual
Tras varios meses de cortejos y una “perseguida a trote” con un bombón en la mano marcando el inicio de un amor admirable, comenzaron una relación enmarcada el cariño mutuo, entrando en una fase de eterno noviazgo que hasta el día de hoy continúan viviendo.
Embed - Claudio Barreiro, el cordobés con una singular historia en un rincón de Calingasta
El inicio del cambio es bien recordado por ambos. Fue durante 2017, cuando fallecieron los padres de ambos. “Siempre digo que eso fue un replantearme cosas que no me las preguntaba. Darte cuenta que la vida es corta, que no sabés cuándo te vas a ir. Por eso digo que es mi parte espiritual, porque tengo cosas que no se si todo el mundo se las pregunta, pero yo sí”, cuenta.
Ese viaje introspectivo que inició junto a Claudia los llevó a replantearse primero si querían continuar en Cosquín. Luego de decidir que iban a ir por la calma, tranquilidad y un sitio que los hiciera sentir como en casa, agarraron el mapa de Argentina y fueron eligiendo distintos lugares. La decisión estaba tomada: iban a cambiar radicalmente de vida.
Tuvieron tiempo de visitar diferentes destinos hasta que la pandemia por Covid-19 del 2020 frenó la travesía y la búsqueda de un hogar. Pese a ello no se rindieron, y vía internet fueron buscando diferentes sitios que cumpliera con lo que deseaban. Así apareció Barreal.
“Y Barreal me resonó de mi niñez y dije: “Tenemos que ir a conocerlo”. Y cuando vinimos a conocerlo a los dos nos gustó de entrada y empezamos a buscar lugar para poder estar acá. Y acá estamos”, destacó Claudia.
Fue así que con bolsos cargados de sus vidas y expectativas llegaron al departamento cordillerano donde no solo fueron bienvenidos por el entorno, sino también por la comunidad que desde el primer momento les ofreció hospitalidad y todo lo que estuviera a su alcance para que se sintieran cómodos.
Y el resto de la historia de Claudio y Claudia se sigue construyendo. Se instalaron en lo que denominaron Finca Nocce, adoptaron cinco perros que se volvieron parte de la familia, y abrieron un espacio gastronómico que combina una experiencia sensorial inigualable, paisajes que superan las expectativas y unos sabores dignos de ser repetidos.
Claudio es quien se encarga de la magia del disco, con preparaciones caseras que conquistan hasta los paladares más reacios; mientras Claudia asume el trabajo del resto de las preparaciones con un toque innovador. Sin olvidar las enseñanzas de su familia, como la ensalada de zanahoria y naranja que sinceramente hay que probarla para entender la locura de su sabor.
La elaboración de los platos se realiza con verduras de huerta propia, de la forma más orgánica posible, llevando a realzar los sabores de cada propuesta.
La amabilidad nata de esta encantadora pareja invita a quedarse y hace que las horas pasen rodeadas de conversaciones que parecen nunca culminar. El pasado de Claudio ligado a la gastronomía que dejó en Cosquín en manos de su hermano, la conexión espiritual que construyen con Claudia, el lado esotérico y energético, las innumerables bromas que brotan del coscoíno despertando más de una carcajada y una innumerable cantidad de sorpresas y encantos se pueden encontrar en la Finca Nocce, una visita obligada si se llega a Calingasta.