En el corazón del Barrio Teresa de Calcuta, uno de los más populosos de San Juan, hay un baldío olvidado: lleno de escombros, pastizales y tierra. Pero también hay un hombre que no se rinde, que le pone el pecho y la pala para cambiar la historia de ese lugar, su lugar. Se llama Juan Celan, es albañil de oficio, vecino de alma y todo un soñador. Él y un grupo de jóvenes de la zona intentan transformar ese terreno abandonado -donde antes había un Sum que desarmaron y después demolieron, llevándose hasta los arcos- en un potrero y refugio para los chicos. Un espacio para jugar, para divertirse, para no perderse.
"Esto era un Sum donde los pibes hacían deportes, pero después se desarmó y quedó así. Se llevaron los arcos también, y mucha gente del barrio dejó de hacer deporte porque no tenía dónde", cuenta "Gogo", mientras mira el terreno con ilusión y ganas de ponerlo nuevamente de pie.
La reconstrucción la está llevando adelante a pulmón: con pintura que les consiguió un vecino, Claudio Navarro, y unos arcos que ellos mismos soldaron y pintaron con lo que pudieron juntar. “La pelota que tenemos nos la donó Jorge Vedia, de la Asociación Deportiva Libertadores de Rawson. Es la única que hay y la cuidamos como oro”, dice orgulloso.
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Lo que Juan busca con este proyecto va más allá de una cancha. Para él, el potrero es una oportunidad para que los jóvenes del barrio no caigan en las adicciones, en la calle misma. “Queremos darle una oportunidad a los chicos, porque la juventud necesita un espacio para hacer deporte, para despejarse. No más condenas, no más prejuicios”, dice sin vueltas. Sabe que en el barrio hay mucha gente que está dispuesta a ayudar, pero también que hay mucha desconfianza y prejuicios. “No todos somos delincuentes ni drogados, y los que están en esa situación, ¿quién los ayuda? Hay que dar oportunidades y no estigmatizar. Acá muchos solo sacan fotos y después desaparecen, mientras el barrio sigue igual o peor”, agrega, un poco con bronca.
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A su lado está Naiara Gómez, una piba de 17 años, que juega al hockey sobre césped en Pocito y que desde el principio se sumó para colaborar. Ella también quiere dejar algo para los que vienen atrás. “Queremos que nos den luz, que podamos estar tranquilos. En otras plazas pusieron cámaras y queremos eso acá también, para que no venga cualquiera a molestar”, cuenta con la madurez forjada en un barrio donde a veces no todo es fácil. “Nos juntamos todas las tardes para seguir arreglando la cancha. No tenemos mucho, pero con lo que hay vamos armando. Queremos un lugar verde, lindo, donde los chicos puedan hacer deporte y disfrutar, como cualquier barrio debería tener”, dice la joven.
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Lo que hace especial a esta iniciativa es que detrás de Gogo y Naira, hay muchos chicos del barrio que están ilusionados y que ahora se comprometieron con la cancha: pintan, limpian, marcan las líneas. Los más grandes ayudan a los más chicos a no perder el rumbo. “Estos pibes hoy están comprometidos en cambiar y cuidar el espacio, porque saben lo que significa tener algo propio”, explica Gogo.
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La canchita del Teresa de Calcuta hoy no tiene luz, no tiene seguridad y ya fue víctima de vandalismo. Pero ahí están ellos, a pulmón, con esfuerzo y corazón, arreglando el especio para generar nuevas oportunidades. Con una sola pelota y dos arcos, lo que más sobra en el barrio son las ganas. “Esto es para los chicos, para que puedan tener un lugar donde hacer deporte y donde puedan jugar, para que no se pierdan”, reflexiona Gogo.