Lio Messi y Killian Mbappé juegan juntos todos los fines de semana en el PSG, pero un día debieron competir entre ellos, nada menos que por la copa del mundo. Forman dúo cotidiano, se conocen las manías, presumen (y cuentan en el equipo) cómo contrarrestarlos. Uno gana y otro pierde. A la semana siguiente, vuelven a jugar juntos.
Con la distancia lógica de dos supercracks mundiales y sin siquiera insinuar dimensión parecida ni quien es el campeón del mundo y quien el segundo, a Carlos Munisaga y a Mauricio Ibarra les pasa algo parecido en Rawson. Diferente a las megaestrellas que no son amigos y ellos sí, los rawsinos forman parte del mismo equipo y ambos quieren lo mismo: ser intendente de Rawson. Para conseguirlo, deben derrotar al compañero de tantas aventuras, al compinche, con el que guardan secretos a salvo de toda disputa. Y para hacerlo, seguramente conocen que habrá momentos ásperos tratando de no irse al pasto.
Es un hecho que ambos estarán en la grilla de recambio rawsino por separado, cuando la cátedra pagaba chirolas por sólo uno de ellos con el respaldo del otro. Pero no, irán los dos compañeros de ruta. Lo más novedoso, sin anunciar ninguna ruptura entre ambos sino deparándose respeto por las expectativas ajenas, y preservando las propias.
La pregunta entonces es cómo se llegó a ver estos dos amigos en la misma grilla, disputando el mismo espacio. Y la respuesta más natural habrá que buscarla por el lado de los resultados: No estarán solos en el universo del Frente de Todos departamental -como se analizará más adelante- pero ambos son los que por separado recogen las mayores preferencias.
Cosechan más separados, cada uno por su puchero, que juntando los trapos. Luego, la ley de lemas obrará el milagro: el que saque la cabeza aunque sea por un voto se queda con todo, siempre que la suma de los postulantes superen a de los postulantes sumados de Juntos por el Cambio. Por lo tanto, el principal interesado en mantener a ambos arriba de la pista de modo simultaneo es el jefe de la escudería, Sergio Uñac.
¿Y cómo comenzó esta historia entre dos viejos (y futuros) compinches enlistados por separados para la misma corona? Munisaga e Ibarra comparten espacio político desde hace años, cuando el ex intendente de Rawson se alejó del peronismo en tiempos de Gioja. Fundaron el Confé, que hoy preside el ministro de Seguridad, pero Ibarra volvió al PJ como congresal de Rawson. Igual, siempre formaron hasta hoy la misma escudería, con firmes fidelidades y complicidades.
Las primeras insinuaciones de lo que ocurre hoy despertaron en junio pasado. Y el motivo fue la exposición de Munisaga como ministro de Seguridad, en un momento en que la fuerza apareció comprometida con contener las marchas de autoconvocados. Allí, Ibarra planteó a Munisaga –que era el candidato puesto del espacio para Rawson- que sería bueno manejar un plan B por si caían las acciones del funcionario.
El plan B de ese entonces era el propio Ibarra. Pero resulta que a Ibarra le sobran jinetas en Rawson, y lo que comenzó como un orejeo de la baraja comenzó a ganar cuerpo, a consolidarse, a ser tomado en serio. No le fue difícil a Mauricio hacer germinar la semillita de su recuerdo. Encima, prosperó la ley de lemas, que supone que cualquiera del pelotón que asome la nariz por un voto puede ser intendente. Cartón lleno.
Y lo que comenzó como una estrategia de apertura para no quedar ahorcados, de repente se convirtió en una de las opciones que más cabalgan. Y por lo tanto, ni medio margen para bajarse. Así, de rebote, fue tomando cuerpo lo que hoy es una carta fuerte. Con un condimento adicional nada menor: a sus apenas más de 50, Ibarra es un experimentado dirigente de dimensión provincial. Nada le impide en consecuencia mirar el tablero más amplio y pensar en el 2027 si es que corona ahora en Rawson.
Pero Munisaga no se quedó de brazos cruzados. Pudo ver como esa probeta de Ibarra creció, pero también contempló que su imagen no cayó en el manejo de la seguridad sino al contrario, es más valorada, y sus chances en Rawson siguen intactas. Por lo tanto, la venia al compañero y en lugar del freno, apretó el acelerador.
Su ecuación también es contundente. Está el punto caramelo de su ascendente carrera que ya tuvo varias insinuaciones en Rawson. En el último turno de 2019, recibió un consejo al oído de bajarse para no perjudicar al equipo (en el presunto dibujo de esa época, que resultó impreciso porque el uñaquismo cayó derrotado ante el giojismo), y él cultivó la obediencia. De aquella consejería participó hasta el propio Mauricio Ibarra, su referente.
Ahora, con 42 años y en consecuencia abandonando ya su condición de joven prometedor, siente que está en el momento oportuno para jugársela. Y es lo que hará. Bajó el tutelaje del proyecto uñaquista, en condición de uno de los ministros del gabinete con mayor exposición. Se conoce que la seguridad es a la política lo mismo que el encendedor al techo de paja. Pero desde que asumió el cargo le tocó atravesar varios episodios complejos y en todos mostró conducción. Por eso hasta acá, ese es un activo para él.
Tal vez el secreto por el que cosechan mejor separados que juntos es que atienden a distintos públicos. Mientras Munisaga sigue reportando en la generación de dirigentes con proyección y cara de renovación, Ibarra es un ya un veterano de recordada gestión en Rawson, diputado nacional y ya de vuelta en el pago.
También los distingue los cardúmenes a los que dirigen sus anzuelos. Ibarra tiene más pique en el sector del peronismo más tradicional, partido del que proviene y al que también pertenece. Y Munisaga tiene un perfil algo más alejado del PJ militante y más cercano a la generación irrumpiente alejada de emblemas estrictos. De hecho, hizo ruido la incorporación de Jimena Martinazzo, proveniente del PRO, quien seguramente dedicará su nueva incursión política a aspirar votantes de Juntos para el Cambio para el espacio de Munisaga.
Hasta acá, vienen prolijitos, dedicándose reconocimientos recíprocos. Habrá nubarrones, tiroteos en el futuro inmediato? Munisaga no deja de reconocer en Ibarra a un virtual tutor político con el que se formateó, pero dice que no está dispuesto a ceder un centímetro en honor a esa condición. Conocen también el menú de herramientas de campaña de Ibarra, propias de la experiencia de años, sencillamente porque las emplearon en su nombre.
Ya comenzaron por lo bajo algunas quejas por la ocupación de las paredes. Habrá momentos de mayor tensión, posiblemente. Esperan que no sea ninguna sangre que llegue al río, entre otras cosas porque es posible que luego de la elección vuelvan a la confianza ilimitada del trabajo en conjunto: si alguno de ellos gana, gestionará con el otro.
No están solos, como ya se dijo. Puede haber otra expresión uñaquista (García Nieto, alguien de la junta departamental), el intendente García y sus vacilaciones, algún k como Eduardo Camus. Y está el giojismo, que maneja dos candidatos posibles: Juan Carlos y/o el Yeyo. El misterio acá es si por dentro o por fuera, primero. Y si es por dentro, sin descartar que pueda ser bajo la candidatura de Uñac, lo que reforzaría sus chances de triunfo.
Y luego está la vereda de enfrente. Los candidatos de Juntos por el Cambio no miden como para aspirar al triunfo por separados, pero el que sí mide fuerte es el posible postulante a gobernador Marcelo Orrego. Su poder de tracción puede hacer que cualquiera de los suyos termine ganando. Y ahí no hay Messi ni Mbappé que valga. Si lo sabrá el PSG.