Imposible no dedicar la entrada de esta grave crisis y su resolución a la clásica valoración de ganadores y perdedores, que los hubo. Al fin y al cabo, de esto se trata el poder: de quien toma la lapicera –con perdón del término- para aplicar su visión de las cosas. Sin que eso sea un pecado, más bien todo lo contrario.
El nombre de Batakis, un manotazo de última hora del presidente Alberto según lo que se vio, parece ser una carta de soluciones a plazo medio: la nueva ministra postula una salida productivista, asociada al desarrollismo y a cierto clima de “normalidad”.
Pero para poder hacerlo, deberá salir viva de las urgencias, de las cuentas regresivas de los canales, opineitors de toda etiqueta que proclaman mil tempestades por segundo y cuentan con la inestimable contribución de la conducción política.
Esos términos se cuentan en horas, no en semanas. Y son consecuencia de la insólita situación de vulnerabilidad en que decidió colocarse por su propia voluntad el gobierno nacional con su interna a cielo abierto y su histeria de suponer la salida por un lado y al minuto siguiente cambiarlo por lo opuesto. Intercambio de esmerilado que no ha terminado, apenas se ha tomado una pausa y sigue en evolución.
Batakis no es una calma automática para las turbulencias del mercado, como sí pudo serlo alguna otra opción acercada al presidente en ese fin de semana de locos. En el que todo pareció haber estado encaminado para la irrupción de Sergio Massa al frente del gabinete, acompañado de presidente del BCRA (Redrado) y un ministro de Economía (Marco Lavagna).
Pero parece que el tigrense ofreció una receta considerada demasiado ambiciosa por Alberto, que la dejó correr todo el domingo pero se terminó mancando sobre el disco de sentencia ese mismo día de definiciones por la noche. Y lo que era blanco, terminó siendo negro: el Massa team afuera, adentro el Scioli team (Batakis) monopolizando el área económica donde supieron ser fuertes los caidos bajo las balas crisitinistas Kulfas y Guzmán.
Es decir que el presidente acaba de quedar huérfano de funcionarios propios ante la salida por puerta de emergencia de su conducción económica, sumado al ahora canciller Santiago Cafiero que fue desplazado de la jefatura de Gabinete en la ráfaga de los “funcionarios que no funcionan”. Y, para los obsesivos de los corrimientos de los ejes de poder, no parece novedad la afirmación de Scioli en el comando más sensible. Tampoco su proyección política hacia el 2023, un factor que jugó claramente en los últimos reacomodamientos.
Y que no permite trazar una línea clara en términos de ventaja electoral. Si bien Alberto entregó la botonera al sciolismo, la suerte de los conductores pasa en principio por no chocar en la primera curva. Massa –adversario de Socioli, una de los infinitos subgéneros del oficialismo- y su gente optaron por ir a boxes, sólo por ahora. Para reaparecer de manera inminenente: ¿en la próxima crisis?, ¿con un ofrecimiento más acotado?
Si bien Batakis tiene irrefutable proximidad con Scioli desde que fue su ministra de Economía bonaerense y ambos conducen el área económica, hubo claramente otros aportes en su irrupción. Pesce y Cafiero, que dicen haberla sugerido. Cristina, claramente: la nueva estratega venía reportando en Interior junto a Wado De Pedro. Y un detalle para nada menor: los gobernadores.
Grupo de poder éste un tanto tirado a la banquina por Alberto, pero que son los que ponen la cara por la administración nacional en los territorios. Y con la resolución de Batakis resultó, al menos, escuchado.
Porque la nueva ministra viene manteniendo con ellos un fuerte lazo político desde la secretaría que ocupaba en el ministerio de Wado de Pedro. Incluso, Batakis mantuvo buena línea con la ministra de Hacienda sanjuanina Marisa López durante la última pulseada por los aumentos salariales en la provincia, conocedora del manejo de las cuentas públicas y los salarios estatales en una provincia.
Con un antecedente inevitable. Es la dueña de la lapicera en la postura escrita que las provincias elevaron a la Corte en el diferendo por los fondos coparticipables que demanda Horacio Rodríguez Larreta. Es decir, tiene su corazoncito del lado de los gobernadores peronistas, aunque ahora deberá cuidarse especialmente porque es ministra de todo el país, CABA incluida. Igual que con los hinchas de River, xeneixe confesa que es: en la TV bromeó con que no le daría los dólares al equipo de Gallardo para comprar al colombiano Borja, chiste por supuesto pero al filo del equilibrio.
Lo concreto es que entre las subespecies del oficialismo nacional, comenzó a aparecer en los radares la estrella de los gobernadores. Una liga conformada entre pares para potenciar su voz en el entorno del oficialismo nacional, entre quienes sobresalen el sanjuanino Uñac y el chaqueño Capitanich. En medio de tanta variedad interna que se cuece en Buenos Aires: lo que queda del albertismo, un kirchnerismo envalentonado después de haber fusilado a los principales espadas presidenciales ante sus deslices fatales, el massismo a la expectativa y la nueva estrella que cobra fuerza con Daniel Scioli.
Dicho de otro modo, a Uñac le vino infinitamente mejor la irrupción de una ministra como Batakis con lazos propios antes que el aterrizaje en pleno de la armada de Sergio Massa. No porque se lleve mal con el tigrense sino porque eso hubiera significado un reacomodamiento grueso del poder nacional con su consecuente giro sanjuanino.
Donde la estrella massista es portada por Franco Aranda, un dirigente de áspera relación con el gobernador desde sus tiempos de intendente que esta misma semana debió dejar su cargo en el directorio del Banco San Juan ante unas declaraciones suyas –radiales y luego ratificadas en Facebook- en las que puso en duda la facultad constitucional de Uñac de ir por un tercer mandato y que recibió el respaldo del giojismo.
Ya será tiempo de esos aproaches políticos tanto a nivel nacional como provincial, donde repercutirán las esquirlas del escenario mayor. Por ahora, será momento de las urgencias. De las que nadie sale vivo si no se encuentra una salida al daño. Y esas urgencias señalan antes que nada la necesidad de salir inmune de una corrida en pleno transcurso: si el mercado le tuerce la mano e impone una devaluación, habrá consecuencias sociales. Por lógica, políticas.
Hoy, la economía no tiene precios, primer obstáculo grueso. Como no se sabe cuánto vale el dólar, tampoco se sabe cuánto vale la acelga que se cultiva en el Médano de Oro. Tan insólito como eso es la economía argentina, en la que su presunción de bimonetarismo radica sólo en convalidar que el peso aún existe. Se verá si es así en los próximos días.