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opinión

Un año y medio de tsunami político en Chile (y su moraleja en Argentina)

Partidos tradicionales arrasados, avance de los comunistas, nueva generación de 30 años, las mujeres al poder. ¿Debería inquietarse el mundo? Orrego, el señalado por los que quieren “salvar” al país.

Por Sebastián Saharrea

Parecía una revuelta más aquella de los estudiantes vulnerando los molinetes del subte por el aumento de 30 pesos en octubre del 2019, en una ciudad como Santiago habituada a estas movidas.

No lo fue, para nada. Al contrario, se trató del silbato inicial de una virtual convulsión política y social que un año y medio después se saldaría con la mayor vuelta de campana institucional que se recuerde en décadas en todo el mundo: un país patas para arriba, en el que los mismísimos cimientos del poder establecido por décadas se vieron resquebrajados, atravesados por una marea que logró tomar forma organizada y arrasar en las urnas. Y aún no termina: faltan las presidenciales.

Nada parecía anticipar lo que vendría. Una semana antes, este periodista había recorrido los lugares del incendio social sin ningún indicio: la estación Baquedano, la plaza Italia. Días después, lugares tomados por más de un millón de personas todos los días al mando de un creciente reclamo de cambios visibles. Ya no eran los 30 pesos.

Claro, de ahí a pasar a concretar hay un campo. Y eso es lo que comenzó a mostrarse en las recientes elecciones del fin de semana pasado que fueron históricas no sólo para Chile sino para los nostálgicos del mundo entero por transformaciones por la vía institucional.

Históricas porque se votaron constituyentes, los 155 chilenos que escribirán la nueva Constitución, y el resultado mostró datos asombrosos: el desbarranco de las coaliciones políticas tradicionales, la caída en desgracia de las viejas formas de campaña, la irrupción de agrupaciones flamantes obteniendo escaños gruesos, las mujeres con mayoría, los caciques de pueblos ancestrales con bancas para decidir, la irrupción de una nueva generación política de 30 años.

Y, a nivel político, la flagrante caída en desgracia del oficialismo de derecha de Piñera y también de su contracara, la Concertación de centroizquierda. Cómo habrá sido el hartazgo hacia estas estructuras que el emergente fueron esos grupos nacidos y criados a la luz de las marchas, y también viejas estructuras como el Partido Comunista, que compitió con ese nombre y sin eufemismos, obtuvo no sólo bancas sino distritos claves para la gestión y se apunta con chances para la presidencial. En un contexto en el que el comunismo así pronunciado se parece a un insulto por otros lares (Argentina incluída), en Chile esa misma marca no sólo que no espanta sino que atrae. Donde Argenzuela resulta descalificador, en Chile triunfa el slogan de Chilezuela. Difícil de entender por acá.

Hay datos que detonan cualquier capacidad de compresión si no se sigue de cerca un proceso que viene expresando un hartazgo genuino, del que nadie está exento. Entre las dos coaliciones tradicionales obtuvieron menos de la mitad de los constituyentes: el 20% la derecha, el 18% la Concertación. Y de los 155 constituyente, más de 100 no tienen ningún antecedente político. Ellos escribirán la norma básica del país. Claramente, un nuevo país, aún más profundo que la elección eventual de un presidente que se salga de los moldes clásicos, como Salvador Allende.

La piedra de toque de este proceso fue haber encontrado la manera de darle cauce institucional a los masivos reclamos callejeros. Primero, no cesar hasta tener un compromiso de reforma constitucional a la que había sancionado Pinochet, considerada extremadamente pro mercado. Luego, ir armando el rompecabezas político, con concesiones incluidas.

La más polémica fue que cualquier artículo de la nueva constitución debe ser aprobado por dos tercios, con el consecuente poder de veto en un tercio. El resultado fue aplastante: la derecha obtuvo sólo 37 de los 155 escaños, lejos del tercio de 52. La Democracia Cristiana, en la Concertación pero clásico partido (de los Frei, de Aylwyn) y posible apoyo a ese veto, obtuvo un solo lugar. Una hecatombe, que abre signos de interrogación a su poder de fuego en las negociaciones.

Entre los ganadores están el citado PC, así, a cara lavada, y sus socios del Frente Amplio, una expresión nacida en movidas anteriores hace una década, pero que ahora pasó al frente con el nombre del grupo político de los uruguayos. También las mujeres: por el voto entraron 82 contra 73 varones, debieron dejar bancas por la ley de paridad, pero al revés. También los pueblos orginiarios: 17 bancas, entre ellos una vieja cacique mapuche. Es como si en Argentina, el 10% de las bancas pertenecieran a los originarios: no hay ninguno.

Histórico también porque se eligieron por primera vez gobernadores en las regiones: en la IV, de Coquimbo y La Serena (la que más interesa a San Juan) quedó fuera de la definición el intendente Cifuentes y una joven mujer humanista consiguió ir al ballotaje.

E histórico porque en las alcaldías se produjeron resultados verdaderamente shokeantes, además de imperceptibles y de alto significado para cualquier contexto político.

-En Santiago Centro, donde está nada menos que La Moneda, ganó una joven alcaldesa de 30 años del Partido Comunista, desplazando a un tradicional dirigente de la derecha. Es como si en Capital Federal ganara Luis Zamora, o como si la capital sanjuanina quedara en manos de Mary Garrido.

-En Viña del Mar, otra joven alcaldesa irrumpió con fuerza. Abogada de 29 años, del partido Revolución Democrática (asociado al PC y al Frente) destronó a la alcaldesa de la UDI, el partido más pinochetista de Chile que maneja el aristocrático destino turístico desde siempre. Hay quienes especulan con qué pasará con el Festival de la Canción y sus limusinas, ahora organizado por una alcaldesa diferente, y bromean con la llegada de Silvio Rodríguez.

-La irrupción de la izquierda ha sido transversal, no sólo en los municipios más humildes sino también en los más acomodados. Como Las Condes, donde por primera vez llegó una joven concejera del Frente Amplio. Eso sí, mujeres y jóvenes ha sido la nota resonante. Y por jóvenes se entiende a la franja de los 30, mayoritariamente emergentes de la universidad pública.

-También a nivel gobernadores hubo fuertes novedades, una categoría que se votó por primera vez en la historia. En la IV Región, la más afín a San Juan y por lo tanto la que más importa por la integración, habrá ballotage entre los dos más votados, entre los que no está Ricardo Cifuentes (quien fue intendente, la denominación anterior con la designación a dedo del presidente) y era lo que se esperaba, incluso en la provincia.

La más votada también fue una mujer y joven, Krist Naranjo, del partido Humanista y definida como independiente, que definirá con el centroderechista Sulantay. Habrá que escuchar qué opina de los temas de integración como el túnel por Agua Negra, sobre lo que hubo mucha expectativa.

-La región más importante es la Metropolitiana, donde está Santiago, con casi 7 millones de habitantes. Allí todos señalaban como favorita a la candidata de Piñera, que salió cuarta. La gran sorpresa fue Karina Oliva, otra joven del orden de los 30 años y del izquierdista Frente Amplio que entró al ballotage.

La derecha se quedó afuera de la definición en el distrito principal y ahora se abroquela en el otro candidato, a quien señala como el salvador a su criterio de la llegada de un presidente comunista al país, lo que interpreta que ocurriría con Daniel Jadúe (alcalde reelecto de Recoleta) si es que Oliva conquista la región. Ese candidato es demócrata cristinano y se llama Claudio Orrego.

Puede comprenderse con facilidad que no resulta una locura pensar en la hipótesis de un presidente de izquierda más contundente en La Moneda, más allá de las expresiones más light de Bachellet. Aunque una vez consumado el triunfo, ya aparecen fisuras entre los presidenciales del espacio, recelos y choques entre ellos que no son buenos concejeros.

Ante eso, las consecuencias económicas que ya se vieron esta semana con la caída del peso chileno o las bolsas, ¿qué debería hacer el mundo que rodea a Chile?, ¿asustarse y salir corriendo?

Contestó un constituyente electo del Partido Comunista, Hugo Gutiérrez, este martes en Paren las Rotativas (a las 22 por Canal 13 San Juan). Es uno de los dirigentes más duros, fue diputado nacional, ganó en su distrito y es noticia en su país porque pasó de enjuiciado y detenido por una disputa contra el presidente Piñera, a escribir la nueva constitución.

Dijo Gutiérrez que la expresión del voto “tiene la cara del estallido social”, es decir que es una expresión política de lo que se ve en las calles. Se apuntó algún giro clásico de la izquierda: “la multinacional que se quiera ir que se vaya, vendrán otros”. Y dejó dos puntas para reflexionar a fondo.

Que “a nosotros nos dicen sudacas, es decir que somos más propensos a la integración con nuestros hermanos”. La verdad, es que con dos presidentes claramente pro mercado como Piñera y Macri, a las obras como el túnel muy bien no le fue. Todo lo contrario.

Y que “nosotros no vamos a refundar las reglas económicas mundiales”. Y citó para dar un ejemplo en concreto a otro país comunista: China, con la que todo el mundo hace negocios. Y de los buenos.

 

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