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Walter gallardo: la vida en el aire

Conocé la historia del piloto que está grave tras la explosión en Pocito

Tiempo de San Juan contó la intensa vida de Walter Gallardo, piloto del helicóptero de la provincia durante mucho tiempo. Hoy, Gallardo se encuentra en grave estado, internado, tras una explosión de combustible en el Aeroclub de pocito. Conocé su historia.

Por Redacción Tiempo de San Juan

Cayó en un helicóptero en la cordillera y estuvo desaparecido 9 días; participó de rescates en la alta montaña; aterrizó en peñascos en las sierras vallistas; aprendió y enseñó a volar en la provincia, incluso a su propio hijo, que ahora es piloto del Gobierno.

Hijo de padre sanjuanino y madre mendocina, sabe lo que es ganarse la vida desde los 10 años. Fue cuando vivía en Buenos Aires y a su padre se le fundió el camión Bedford con el que mantenía a su familia. Entonces salieron todos a trabajar. Lo primero que hizo Walter Gallardo fue salir a vender por las calles. Pero pronto su hermana mayor encontró trabajo en una farmacia y le ofrecieron a él si quería trabajar en el laboratorio. Por supuesto que aceptó y así se ganó la vida y colaboró con la familia hasta terminar el secundario. Por esos días jamás pasó por su mente llegar a ser piloto de avión. Mucho menos que entre sus pasajeros iban a estar todos los presidentes de la Nación y los gobernadores sanjuaninos desde el regreso de la democracia.

“Fue puro azar la elección de ser piloto”, cuenta Walter Gallardo. Y recuerda ese momento como si fuera ayer: “El cuarto y el quinto año del secundario lo hice en el turno nocturno del Colegio Nacional Revolución de Mayo, en Buenos Aires. Tenía un amigo que era cartero con el que estábamos todo el día junto. Siempre le llevaba las cartas a un tipo que era piloto. Un día me dice ¿y si estudiamos para piloto? Y ahí prendió la idea”.
Claro que no fue una tarea sencilla, ni barata. “Pero todo lo que uno sueña se puede concretar con trabajo”, dice Gallardo, quien para costearse el curso de piloto en San Fernando le pedía a su padre el taxi durante los fines de semana y todo lo que ganaba era para poder volar media hora una vez a la semana en Don Torcuato, con un maestro de lujo: el instructor Enrique Kerm, quien arrancó dando clases en San Juan a grandes pilotos, como el fallecido Pepe Licciardi.

En 1981, por su empeño, ganó una beca para ser piloto de helicóptero. Y un año después se recibió de piloto comercial de avión y helicóptero e instructor de vuelo. Pero en Buenos Aires no había mercado para ganarse la vida como aviador. Y decidió emigrar a la tierra de su padre.
Así fue como el 6 de enero de 1984 llegó a la provincia, cuando tenía 27 años. Al otro, en el diario apareció un aviso donde se ofrecía el puesto de piloto para la compañía Austral. Se dirigió a las oficinas que había en la calle Entre Ríos, pasando la avenida Central, y se llevó los cinco manuales de despacho de tráfico para estudiar y poder presentarse al examen que le iban a tomar. “Me los estudié de memoria y me saqué el cien por ciento. En febrero ya estaba trabajando para Austral”. Un mes después, en abril, Gallardo apostó por la provincia y se trajo desde Buenos Aires a su mujer y al primero de sus tres hijos, que por esos días era chiquito.

Pero su meta no era quedarse sólo con ese trabajo. Así es que Gallardo agarró lo que a nadie le gustaba hacer en Austral: trabajaba durante los fines de semana. Es que ya tenía en mente seguir creciendo como piloto. “Entonces aprovechaba los francos fijos de los martes y los jueves a la mañana y me instalaba en la Dirección de Aeronáutica de la provincia para pedir un lugar”.

Esa insistencia pronto cosechó sus frutos. El 17 de Julio de 1984 logró ser nombrado en esa repartición del gobierno provincial que se dedicaba a realizar vuelos oficiales, ya sea con funcionarios o con empleados de reparticiones a puntos inaccesibles por vía terrestre, como también distintos tipos de rescates.

“Lo primero que volé para la provincia fue un avión Cesna 206, que era un monomotor, y el helicóptero Bell Jet Ranger, que era el que había en ese momento”, comenta Gallardo, reviviendo la emoción de esos días. Allí conoció a grandes personajes de la aviación sanjuanina: “El director de Aeronáutica era Pepe Licciardi, el mejor director que he tenido. Sin lugar a dudas. Y el mejor que tuvo la provincia. Por esos días él tenía unos 55 años. Llegaba todos los días a las 7 de la mañana. Era muy trabajador. Nos tenía c……”.
Por esos días de aprendizaje junto a Licciardi, Gallardo sabía que estaba expuesto a grandes riesgos en sus viajes a diferentes puntos de la provincia. Tal vez esa experiencia acumulada es lo que le salvó la vida en 1987, cuando el helicóptero en el que volaba con dos técnicos de Hidráulica cayó a pique en la cordillera llena de nieve. Dieron por muerto a los tres, a él y a los técnicos Alberto Medalla y Hugo García, quienes iban a relevar al personal de Pachón. La nave cayó en la Quebrada de Mondaca. Desde el 7 y hasta el 16 de agosto estuvieron desaparecidos. “No pasamos hambre porque los técnicos llevaban mercadería para quedarse en el refugio. Pero sí pasamos frío y aprendí lo que era deshidratarse en la alta montaña. Derretíamos nieve y con eso teníamos agua”, cuenta Gallardo, rememorando esos días de la hazaña que mantuvo en vilo a la provincia y al país.

Si bien sobrevivir en la cordillera tras caer en un helicóptero fue un milagro, los más cercanos a Gallardo sabían que era un hombre con experiencia al mando de las naves y siempre confiaron en que iba a poder sortear ese momento. Esa experiencia también le sirvió para protagonizar uno de los momentos más duros como piloto: el hallazgo del 1 de mayo de 1990 en El Tontal, Calingasta, del helicóptero de la gobernación en el que perdió la vida su maestro Pepe Licciardi. En ese accidente aéreo también murieron su primo hermano, el oficial retirado Pedro Gallardo (era jefe de Las Chacritas); el empresario Enrique Estornell (fundador de Canal 8) y quien era subsecretario de la Gobernación, Jorge Goll. 
Con todos esos momentos a sus espaldas, Gallardo llegó a ser el hombre de confianza para pilotear  a todos los gobernadores y presidentes que pasaron por la provincia desde el regreso de la democracia, desde Alfonsín hasta Néstor y Cristina: “Alfonsín y Menem eran los más divertidos. A Carlos Saúl le gustaba volar, así es que preguntaba y comentaba. El más apático era De la Rúa”, recuerda.
 
El relato del traslado de los presidentes no es lo que más emociona a Gallardo a la hora de hablar de sus vuelos en el cielo sanjuanino. En cambio, sí lo es cuando habla de sus vuelos a los departamentos alejados. Por ejemplo, se queda largos ratos hablando de la alegría que representaba a la gente de las sierras de Valle Fértil ver llegar el helicóptero con ayuda o con alguna visita. Así fue como llegó hasta lugares inhóspitos, como Sierras de Elizondo, donde la superficie es tan irregular –sólo se llega caminando, ni siquiera a lomo de mula-, que Gallardo aterrizó durante años en el único peñasco en el que los esquíes del helicóptero asientan con lo justo, a tal punto que los pasajeros descienden y ascienden de la nave a los saltos sobre un barranco.

Durante todos esos años de vuelo en la provincia, Gallardo echó raíces en la provincia crió a sus tres hijos varones. Ahora el mayor tiene 29 años y estudia en Buenos Aires Administración de Empresas; otro tiene 27, el que heredó la pasión de su padre por el aire (ver recuadro) y el más chico tiene 16 años y está terminando el secundario.
 Desde el 2008 Gallardo pidió licencia sin goce de sueldo en la Dirección de Aeronáutica y optó por un nuevo camino, más rentable en lo económico: ser piloto privado. Así fue que se mudó a Buenos Aires con su esposa, su hijo menor y el mayor. Allí hace vuelos para Baires Líneas Aéreas, Módena –de Cristiano Rattazzi, presidente de Fiat- y los Patronelli –campeón en cuatriciclos del Rally Dakar-, entre otros. Además de hacer vuelos en el aeropuerto de San Fernando y en el helipuerto de Madero, también enseña a volar.

Con todos estos años a cuesta, a sus 55 años Gallardo ni piensa en el momento de la retirada: “Hasta que me sigan dando el psicofísico voy a seguir volando. Y eso va a ser como hasta los 80 años o más”, dice, con humor y desafío.

El helicóptero de Vietnam, la adquisición
En los últimos años Walter Gallardo se dio un gusto muy personal, que también forma parte de un negocio a futuro: adquirió un helicóptero Bell UH1B, famosos por su uso en la guerra de Vietnam, por lo que alcanzaron fama mundial en las innumerables películas sobre ese conflicto.
“Se lo compré a Manuel Prieto, de Mendoza, que tenía siete. Este es el último que le quedaba. Eso fue hace cinco años. Estaba destruido, me lo lleve en camión a Buenos Aires y lo traje volando”, cuenta Gallardo orgulloso.
Esa nave puede cargar ocho bomberos o 1.000 litros de agua. La idea es usarlo para los incendios, en la provincia o en Mendoza, para lo cual Gallardo está haciendo gestiones ante las autoridades del Plan Nacional del Manejo del Fuego.
“Los mecánicos del ejército le cambiaron el mástil rotor, el seguro motor, parte de la cola. Lo desarmaron y lo armaron de nuevo. Ellos son los responsables de que la nave funcione correctamente”, explicó Gallardo.

El heredero
A los 16 años y nueve meses, Matías Gallardo decidió que quería ser piloto, como su padre. “A esa edad empecé a volar. Me enseñó mi papá. En el grupo éramos seis, tres nos recibimos primero. Yo me recibí de piloto a los 19”, cuenta el muchacho que ahora, a los 27 años, integra el plantel de la Dirección de Aeronáutica de la provincia como lo hizo su padre desde joven.
En todos estos años ambos pudieron vivir buenos momentos juntos. Hicieron viajes a Brasil con aviones fumigadores, donde les resultó demasiado complicado encontrar el pueblo en el que debían aterrizar por el “portuñol” de Gallardo padre y el inglés demasiado básico de la mujer que estaba en la torre de control; también vivieron momentos complicados cuando Gallardo padre se quedó sin aire a más de 7.000 pies de altura cuando fotografiaban la mina Veladero junto al fotógrafo Walter Buff, a quien le consumieron todo el oxígeno de su nave.
Matías y Walter Gallardo también tuvieron la oportunidad de hacer juntos vuelos privados a Bariloche para la empresa Ingama, que se dedica a la aerofotogrametría, la técnica con la que se elaboran los mapas aéreos de las ciudades.
Así, Walter logró marcarle el camino a su hijo Matías, quien heredó de su padre el oficio de piloto.

Anécdotas, en primera persona
*En una visita a las Sierras de Chaves, en Valle Fértil, me regalaron un chivito… ¡vivo! Me lo traje en el helicóptero. Lo tuve en mi casa un tiempo… se comía las plantas, hacía un lío bárbaro. Pero nos daba lástima matarlo, así que un día lo cargamos y lo llevamos, ya grandecito, a un puesto y se les regalé con la condición de que no lo mataran y lo dejaran para padrillo.

*Hace algunos años, en Calingasta, cuando el deshielo provocó que una laguna inundara todo un pueblo, logramos sacar a 75 personas con el helicóptero. En uno de esos viajes, aterrizo y veo que me estaba esperando un hombre que tenía un perro abrazado y un bolso grandote al costado. Le dije: ¿Es el bolso o el perro? Sin dudarlo, el tipo me dijo: el perro. Y ahí nomás apareció otro igual, con el perro en los brazos. Y viajaron los dos con los perros abrazaos.  Después me explicaron que si los dejaban se morían porque son para los rebaños y no saben cazar, así es que si se quedaban se morían.

Licciardi: “Un progresista”
Walter Gallardo definió al desaparecido Pepe Licciardi, quien falleció en una tragedia aérea en la cordillera, como “un progresista. La dirección de Aeronáutica de San Juan es mucho más importante que la de Mendoza gracias a Licciardi. Cuando Aeronáutica y el Aeroclub era un pedregal, él lo parquizó y le dio impulso al lugar”.

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