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Historias del Crimen

Los asesinatos de un prestamista y del hermano en el atraco en una casa de Trinidad

Una noche de 1983, tres asaltantes entraron en un domicilio de Trinidad. El dueño de casa terminó asesinado. El hermano resultó herido, pero murió días más tarde.

Por Walter Vilca

Una de las teorías hablaba de la posible vendetta y otra hipótesis decía que iban por un botín de 40 mil dólares. El robo no fue al voleo. Esos hombres tenían casi todo planeado.

Un rato antes de las 21 pasaron por el frente de la casa para estudiar el terreno y estacionaron su camioneta Ford F-100 doble cabina a la vuelta, sobre la calle Mariano Moreno a las 21 horas. Dos de los sujetos se quedaron en la camioneta, de apoyo. Los otros tres bajaron, caminaron por la vereda del cardinal este de calle General Acha y se metieron a un baldío. Allí treparon a un techo, pero los perros de la propiedad empezaron ladrar y el alboroto o el miedo los hizo desistir de ese primer intento.

Regresaron al vehículo, pensaron qué hacer y volvieron a probar. Ya con un cuarto hombre, que se encargó de ir por el frente y tocó el timbre del domicilio marcado. Marcial Bastida atendió por la ventana y preguntó qué buscaba. El muchacho contestó: “A la familia Manzano”, a lo que el dueño de casa contestó: “No mijo, es más para allá”.

La maniobra de distracción sirvió para que los otros tres asaltantes subieran a los techos y descendieran al patio interno de la vivienda. Los perros, que estaban en otro lugar cercado, volvieron a torear al notar la presencia de extraños y Marcial caminó rumbo al fondo en compañía de su hijo de 8 años para ver qué sucedía.

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El lugar. Una foto de Diario de Cuyo mostró el lugar donde se produjo el atraco que culminó con dos muertes.

El lugar. Una foto de Diario de Cuyo mostró el lugar donde se produjo el atraco que culminó con dos muertes.

Bastida vio a una persona parada entre las sombras y de inmediato manoteó un rastrillo para enfrentarla. “¡Papá!¡Papá!”, gritó el chico, cuando observó que su padre largó unos palazos y del otro lado eran tres los maleantes, dos de ellos encapuchados. En ese instante se escuchó un disparo y después otro.

Los disparos

Marcial intentó cubrirse detrás de un árbol, pero ya había recibido uno de los balazos. Eso no lo intimidó y forcejó con dos de los ladrones, que en la pelea le propinaron unos puntazos con un arma blanca.

El chico escapó hacia el interior de la vivienda y en el pasillo se topó con Estefanía Riveros, su mamá, que no entendía a qué se debían los estruendos. Pronto lo descubrió. El asaltante que andaba a cara descubierta les dio alcance y tomó de los brazos a la mujer para reducirla, pero apareció su cuñado Benito Bastida y amagó con írsele encima. El delincuente no lo dejó acercarse, respondió con un balazo que le impactó en la zona del abdomen al mayor de los hermanos Bastida.

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"Alevosamente". Así titulaba Diario de Cuyo la noticia sobre el asesinato de Marcial Bastida.

Aquello era puro gritos y confusión. En esos instantes entró Marcial, desde el patio, con el rastrillo en mano. “A este hijo de puta dejameló, que lo arreglo yo”, le dijo a su esposa, dispuesto a todo. Benito se quejaba: “Me ha dado. Me ha dado”, a la vez que encaró rumbo al comedor. En ese tumulto, Estefanía abrazó a su pequeño hijo, lo llevó a los tirones y junto con él se encerró en el baño.

El ladrón persiguió a Benito y Marcial se fue por detrás de ambos. En los minutos siguientes, Estefanía y el chico sólo oyeron los gritos y las súplicas de los otros integrantes de su familia, el ruido de las sillas que caían y los estampidos de otros dos disparos.

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El lugar. El doble crimen ocurrió en una casa de  calle General Acha, entre Belgrano y Mariano Moreno, en la zona de Trinidad de Capital.

El lugar. El doble crimen ocurrió en una casa de calle General Acha, entre Belgrano y Mariano Moreno, en la zona de Trinidad de Capital.

A Marcial no lo sintieron más, mientras que Benito exclamaba: “¡Socorro! ¡Auxilio!”. Los tres aelincuentes habían tomado el control de la casa y tenía también a Ana Márquez de Riveros a los cachetazos en el comedor. La anciana de 79 años era madre de Estefanía.

Los maleantes exigían dinero y amenazaban a sus víctimas para que guardaran silencio. Uno de ellos se mostraba preocupado: “¡¿Dónde está la mujer y el niño?!”, preguntó a sus cómplices, en referencia a Estefanía y a su hijo. Temía que hubiesen huido de la vivienda. Ese mismo ladrón luego intimó a sus compañeros: “Che, rajemos, que la mujer no está”, sin saber que Estefanía y su hijo estaban escondidos en el baño.

Desolación y muerte

Pasado un rato, retornó el silencio y Benito empezó a llamar a Estefanía para que fuera a ayudarlos. La mujer se asomó al pasillo y confirmó que los delincuentes se habían marchado. Al poco andar, encontró a su esposo tirado en el piso entre el comedor y el living. Marcial Bastida se hallaba boca arriba, con el cuerpo ensangrentado. No respondía.

Su madre lloraba y gritaba en estado de shock y Benito se tomaba del estómago a consecuencia de la herida de bala. Para más complicaciones, el teléfono no andaba bien. Al único que pudo contactar Estefanía fue a su hermano, a quien le pidió que fuera urgente porque acababan de asaltarlos y su esposo y su cuñado se hallaban heridos.

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La primera víctima. Este era Marcial Quiroga, el prestamista que recibió dos balazos y dos heridas de arma blanca.

La primera víctima. Este era Marcial Quiroga, el prestamista que recibió dos balazos y dos heridas de arma blanca.

Es que tampoco podía salir de la casa. Los ladrones trabaron las puertas desde afuera y fugaron con las llaves. Fue así que ella se arrimó a una de las ventanas y solicitó ayuda a la gente que pasaba por la calle. De esa manera la Policía tomó conocimiento del hecho de sangre ocurrido el viernes 19 de agosto de 1983 en la casa de la familia Bastida Riveros en calle General Acha, entre Belgrano y Mariano Moreno, en la zona capitalina de Trinidad.

Un joven oficial de nombre Eduardo Lirola –hoy jefe de la Policía de San Juan- fue uno de los primeros policías en arribar al lugar. Esos uniformaron tomaron el pulso a Marcial Bastida, de 64 años, y constataron que estaba muerto. Su hermano Benito, de 65, fue trasladado gravemente herido por un disparo que le afectó la zona del hígado y del riñón.

El informe forense señaló que el cadáver de Marcial presentaba una herida de arma blanca en la espalda, otro puntazo que ingresó de frente por entre las costillas, un balazo a la altura del muslo y otro tiro en el pecho. Con respecto a la causa de muerte, la autopsia concluyó que sufrió un shock hipovolémico como producto de una hemorragia interna por el disparo de arma de fuego que impactó en el tórax.

Las hipótesis

La pregunta fue si se trataba de un robo con consecuencias trágicas o un crimen por encargo. De acuerdo a los dichos de la dueña de casa, los atacantes escaparon con algunas alhajas, un poco de dinero y el portafolio que usualmente llevaba Marcial Bastida, pero nada sorprendente.

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Los testimonios recogidos por la Policía indicaban que Marcial Bastida se dedicaba al negocio de la compra y venta de propiedades, pero también era un conocido prestamista que solía atender en alguna mesa de la Casa España y el Rincón de Nápoli.

Esa información inclinó las sospechas para el lado de una venganza y no de un robo, más por el resultado. Marcial Bastida había sido baleado y acuchillado. Su hermano tenía otro balazo. Por eso reinaba la incertidumbre sobre línea investigativa a la cual apostar.

Las detenciones

El lunes 22 de agosto de 1983, la Policía detuvo a Carlos Ángel Gorosito, Eugenio Ovidio Guerrero y Reginaldo “El Pícaro” Jofré y los presentó como los autores del asesinato de Bastida. Si bien aparecieron pruebas que los vincularon a una serie de atracos cometidos en esas últimas semanas en San Juan, no eran ellos a los que buscaban.

En base a datos que surgieron alrededor de estos mismos sospechosos, el 1 de septiembre de 1983 se realizaron nuevos allanamientos y apresaron a Orlando Emilio “El Gringo” Aguilera, Armando “El Rengo” De la Fuente, Hugo Caparroz y Antonio Maldonado. Además, buscaban a un tal Bustos y otra persona de apellido Cabral.

Confesiones

De a uno, los detenidos empezaron a largar. O los hicieron confesar a la fuerza. Sólo Maldonado despegó, pues en esos días declaró y reconoció que el viernes 19 de agosto él prestó su camioneta Ford F-100 doble cabina a su sobrino Orlando Aguilera, pero no sabía para qué la iba a ocupar.

Aguilera no se guardó nada e involucró a los otros sospechosos. Aseguró que un conocido suyo llamado Mario “El Porteño” Cabral lo contactó para ese trabajo y que había 40 mil dólares en juego. Descartó un crimen por encargo. Explicó que siempre se habló de un robo y detalló cómo reclutaron a De la Fuente, al “Chupete” Bustos y al “Peluquero” Caparroz.

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El traslado. Uno de los sospechosos en el traslado. Foto de Diario de Cuyo.

El traslado. Uno de los sospechosos en el traslado. Foto de Diario de Cuyo.

Su versión pareció convincente. Detalló que esa noche él pasó a buscar a todos a bordo de la camioneta Ford, hicieron tiempo en la plaza “De la Joroba”, más tarde pasaron por el frente de la casa de los Bastida en calle General Acha y dejaron el vehículo sobre calle Mariano Moreno.

Según sus dichos, Cabral junto a Bustos y Caparroz fueron los encargados de entrar a la casa. Llevaban dos revólveres y un hacha, supuestamente para romper una caja fuerte. Él y “El Rengo” De la Fuente aguardaron en la camioneta.

Los perros de la vivienda hicieron fallar el primer intento por ingresar a la propiedad, de modo que los tres asaltantes volvieron a la camioneta y lo buscaron a él para que tocara el timbre, detalló Aguilera, en esa primera confesión. Mientras él distraía a la familia, los otros se metieron al domicilio por la parte trasera y ahí cometieron el atraco, agregó.

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Reconstrucción. La Policía junto con el juez Enrique Domínguez, empleados judiciales y los acusados realizaron una reconstrucción del crimen. Foto de Diario de cuyo.

Reconstrucción. La Policía junto con el juez Enrique Domínguez, empleados judiciales y los acusados realizaron una reconstrucción del crimen. Foto de Diario de cuyo.

De la Fuente respaldó esa declaración, al igual que Caparroz, que en sede policial se auto incriminó y admitió que ingresó a la vivienda con Cabral y Bustos, pero dejó en claro que él no efectuó ningún disparo. Afirmó que “El Chupete” Bustos enfrentó al dueño de casa y largó los balazos, y que “El Porteño” Cabral portaba el arma blanca.

Con las declaraciones de Aguilera, De la Fuente y Caparroz, los policías tenían prácticamente esclarecido el crimen del prestamista Bastida en menos de veinte días. Incluso, realizaron la reconstrucción del hecho en la casa de calle General Acha con la presencia de alguno de éstos y se ordenó las capturas de los dos prófugos, Julio Florencio de Dios “El Chupete” Bustos y Luis Mario Cabral Villegas.

La segunda muerte

Benito Bastida hasta tanto permanecía internado y su cuadro de salud empeoraba. El lunes 12 de septiembre en horas de la madrugada, falleció en la terapia del Hospital Guillermo Rawson. Ya eran dos los asesinados.

El caso se enturbió cuando los detenidos fueron a declarar a Tribunales. Caparroz cambió toda su versión y sostuvo que los policías lo sometieron a apremios ilegales para que firmara esa declaración en su contra e involucrara a los otros dos detenidos y a los prófugos.

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La otra víctima. Benito Bastida falleció días después en el Hospital Guillermo Rawson a consecuencia de la herida que recibió en el abdomen.

La otra víctima. Benito Bastida falleció días después en el Hospital Guillermo Rawson a consecuencia de la herida que recibió en el abdomen.

La misma postura tomó De la Fuente. Este aseveró que fue torturado y amenazado de muerte para que reconociera su participación en el atraco. El que no pudo retractarse ni negar su vinculación con el asalto fue Aguilera. La camioneta lo comprometía.

La causa quedó en ese estado hasta que en marzo de 1984 capturaron a “El Chupete” Bustos y al “Porteño” Cabral. El primero de ellos se hizo cargo de todo, también de los disparos mortales. El otro admitió que fue el tercer hombre que actuó en el atraco, pero negó haber baleado o herido con un arma blanca a alguno de los hermanos Bastida. Sin embargo, como los otros, posteriormente los dos se retractaron en sede judicial y negaron su relación con el asalto y el doble asesinato.

Nunca se dilucidó cuál fue la verdad, quiénes realmente estaban entre los cincos asaltantes y qué motivó el atraco a la familia Bastida. Entre confesiones a media, retractaciones, denuncias por apremios ilegales y pruebas irrefutables y otras que se desdibujaban, algunos de los imputados salieron más beneficiados que otros.

El juicio

Todo se definió en el juicio escrito a cargo del juez Juan Carlos Peluc Noguera, en 1986. Para ese entonces habían sucedido algunas otras cosas. Luis Mario Cabral Villegas, apodado “El Porteño”, se había fugado el 24 de julio de 1984 y no llegó a juicio por encontrarse aún prófugo.

Hugo César Caparroz, al que llamaban “El Peluquero”, fue absuelto de culpa y cargo por faltas de pruebas. Con el abogado Miguel Dávila Saffe, como defensor, este hombre sostuvo que el día del atraco estuvo en Mendoza, admitió que conocía a uno de los cabecillas de la gavilla y que éste lo invitó a participar de la maniobra, pero aseveró que rechazó la propuesta porque no era un “delincuente”. Otro punto fue que, en principio, el resto de los implicados lo señalaron como parte de la banda y luego lo desvincularon.

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El autor. Esta es una foto de Julio Florencio de Dios Bustos publicada por Diario de Cuyo.

El autor. Esta es una foto de Julio Florencio de Dios Bustos publicada por Diario de Cuyo.

Algo similar sucedió con Armando De la Fuente, otro que inicialmente admitió su participación en el golpe y después se retractó. Los que primeros implicaron a “El Rengo”, más tarde también se echaron atrás y lo sacaron de la escena. El juez Peluc Noguera no encontró elementos para acreditar la responsabilidad de De la Fuente en el atraco y el doble asesinato y, en su resolución de julio de 1986, lo terminó absolviendo.

Dos condenados y un prófugo

Sobre Orlando Emilio Aguilera, “El Gringo”, el magistrado dio por acreditado que fue parte del atraco y lo condenó a 4 años y 2 meses de prisión por la participación en el delito de robo en perjuicio de la familia Bastida. Se debe entender que no le atribuyó los crímenes porque se quedó en la camioneta y no tuvo acción directiva en el ataque.

Al que condenaron por el delito de robo seguido de doble asesinato fue a Julio Florencio de Dios Bustos, “El Chupete” o el “Barbudo”. La investigación lo ubicó en el rol del delincuente que disparó contra Marcial y después contra Benito Bastida. Fue sentenciado a 15 años de prisión, algo que resultó polémico si se tiene que hubo dos muertes.

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Fuga. Esta es una de las fotos publicadas tras la fuga Luis Mario Cabral Villegas.

Fuga. Esta es una de las fotos publicadas tras la fuga Luis Mario Cabral Villegas.

Pero faltaba más. Lo increíble fue que el 27 de julio de 1986, a días de dictarse la sentencia, “El Chupete” Bustos fugó junto a otros tres reclusos de las instalaciones del penal de Chimbas. Estuvo mucho tiempo prófugo, pero fue capturado. Según fuentes judiciales, cumplió su condena, pero volvió a ser noticia 2016 tras caer preso por los delitos de amenazas y exhibiciones obscenas agravadas, hecho por el cual fue castigado a 2 años y 3 meses de prisión.

Del que no se sabe qué pasó, o al menos no hay registro, es de Luis Mario Cabral Villegas. En la sentencia por el robo y los asesinatos de los hermanos Bastida figura como prófugo y con pedido de captura.

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