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marketing y comunicación

Joe Camel tiene cáncer

El tipo compartió conmigo muchos momentos. Lo conocí, increíblemente en el aula de la facultad. De 150 alumnos, 130 fumaban, ahí adentro del aula incluido el profe que también invitaba fuego. Por Daniel Soler.

Por Redacción Tiempo de San Juan

El tipo compartió conmigo muchos momentos.

Lo conocí, increíblemente en el aula de la facultad.

De 150 alumnos, 130 fumaban, ahí adentro del aula incluido el profe que también invitaba fuego.

Yo no sabía hacerlo, más allá de los grandes ejemplos que tuve toda mi vida con mi viejo y mis hermanos mayores.

Yo no fumaba. De niño, sí me gané el respeto de todos en el barrio por la colección de cajas y por la puntería jugando a las bochas y nos pagábamos con etiquetas de cigarros.

Pero ese día en el aula de la facu, me sentí más grande y  no había margen de mariconeadas. La rubia de adelante se dio vuelta, me mostro la gamba y me ofreció un cigarro. ¿Quién soy yo para resistirme, pensé? Ahí nomás en el recreo, ella, Joe y yo, ya estábamos juntos.
Joe Camel es la última imagen fuerte que las tabacaleras tuvieron a su favor para fidelizar amigos.

Jazzero, ganador, libre, motociclista, humeante sin olor, noctámbulo,  un líder que supo transmitir verdaderos símbolos de filosofía y consumo que hasta el día de hoy los fumadores tenemos bien adentro en cada cigarro ceremonial.

¿Qué sería del sexo sin el postre final del faso? ¿Qué texto se puede terminar sin un faso? ¿Qué novela, que guión o idea se puede escribir sin un faso? ¿Alguien se le anima a la soledad sin un cigarro? ¿A quién se le ocurre ir al baño sin un cigarro? No hay una sola noche importante o una simple lluvia que pueda ser recordable sin un cigarro, más en mi experiencia. Joe me enseñó que no hay campaña que se pueda terminar sin 3 paquetes quemados generando ideas.

En algún momento estas imágenes se fueron perdiendo creo yo que Joe lo sabía y se dejó ganar. Muchos doctores lo criticaban, le hacían campaña en contra, y él tranquilo, se encendía otro cigarro y se ponía a rockear en repuesta, eso siempre me gustó, ir contra la corriente.
Joe sabía que su tiempo, su entrega y su máxima libertad llegaría a su fin. Pero nunca dijo nada a nadie. El sabía que  otros íconos anteriores los cowboys de Marlboro, el rubio de Camel  y el cantante de Philip Morris, todos murieron de cáncer.
Él se sacrificó por nosotros, Joe se hizo nicotina para que nosotros podamos ser mercado.

La vida sin Joe


Como fumador seguidor de Joe, últimamente me he sentido un leproso. Desde junio con las nuevas disposiciones, creo que me sentiré además un estúpido. Es ilógico, pero esta última imagen del YO ESTUPIDO me preocupa más.

No sólo que el packing cambiará, sino que además me denunciará.
En días más compraré un paquete de cigarros, que a las evidentes aclaraciones de perjudicial para la salud serán cambiados  por un enfático, “FUMAR PROVOCA CANCER” también le acompañaran imágenes de pulmones destruidos, niños con oxígeno, virilidad despotenciada, amputaciones a la vista y todas esas  imágenes elocuentes de la nocividad del tabaco en la misma cajita que yo libremente decidiré comprar.

Esas imágenes en la cajita y esa cajita en mi escritorio desentonan con mi auto-percepción de tipo con algunas neuronas. Las imágenes joden, buchonean, avisan, son elocuentes, ya no puedo decir: yo lo manejo. Por esas imágenes que vendrán en las cajitas, no pienso soportar más sermoneo de cosas sabidas, ya transé con no fumar en lugares públicos, y desde los 5 años no me tiro gases en cualquier lugar. ¿Pero qué más quieren hacer? ¿Pintarme de rojo para que se me rían en la calle?

Ya no hay Fórmula 1 con Marlboro, ya no hay boquillas paquetas para las noches de Benson & Hedges, ni espacios libres para los señores fumadores en los hoteles, ni hay levante por la forma de encender el faso con el Zippo en el boliche. Descubrieron hace mucho que la tierra es redonda, gira y que el cigarro mata.

Adquirir el producto  pese a la advertencia de nocividad,  encender los cigarros pese a la advertencia de que me hace mal, andar todo el día acompañado de la estampita de un moribundo, y pitar cada tanto una cuota de cáncer que  por cada cigarro además me roba  7 minutos de vida, parece ser una elección medieval, brutal, estúpida.

El cigarro perdió imagen y mercado, y cada vez menos modelos para seguir.

Hoy médicos y legisladores ganaron hasta la etiqueta, ya ganaron todos los espacios y nos mandan afuera en invierno y en verano. Hasta a los jóvenes se les ocurrió correr más y alejarse de cualquier ocasión próxima de tabaco, amén.

Fumar perdió onda, sin joe y con la mayoría del mundo en contra no creo que pueda seguir adelante.

Por fín!

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