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Historias del Crimen

La mujer degollada del callejón Orellano y su femicida, un joven vecino

La mujer fue asesinada a cuchillazos en una casa del callejón Orellano, en Rivadavia, una mañana de 1988. A las veinticuatro horas detuvieron a un joven vecino.

Por Walter Vilca

Se afirmó que fue la sola acción de un psicópata. La obra de un ladrón ocasional que estaba alcoholizado. También se habló de que entre él y la víctima existía una relación oculta. Pero a treinta y cinco años de aquel crimen, el caso de la mujer degollada del callejón Orellano en Rivadavia sigue generando interrogantes sobre el trasfondo de tan brutal ataque. De lo que hay certeza es que se trató de un femicidio, un asesinato con una clara motivación sexual y con un marcado odio hacia la mujer en manos de un hombre que se creyó dueño de su vida aquella mañana del jueves 10 de noviembre de 1988.

La versión que aún persiste en el callejón Orellano en la Villa San José en Rivadavia, es que había una suerte de romance oculto entre Jorge Washington Herrera, apodado “Pepe”, y Nélida Valle. Esa teoría también fue expuesta en una publicación periodística de la época, aunque en la causa judicial nada se dice sobre ese supuesto vínculo. Y aunque Herrera primero reconoció que ambos mantenían una relación, luego se retractó e instaló la coartada de un asesinato en ocasión de robo.

Vecinos y conocidos

“Nelly” tenía 60 años y vivía con su anciana madre Rafaela Saravia en una casa del mismo callejón Orellano, cerca de la calle Meglioli y avenida Libertador. El “Pepe” Herrera era mucho menor, contaba con 27 y estaba en pareja con una chica madre cuatro hijos. Él conocía a Nélida Valle porque trabajaba en una gomería situada muy cerca, en la misma avenida Libertador. Por mucho tiempo fueron vecinos del barrio, pero Herrera se mudó a un lote hogar en La Bebida cuando formó pareja.

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La casona. Una foto de Diario de Cuyo captó el frente de la vivienda donde ocurrió el crimen cuando Policía trabajaba en el lugar.

La casona. Una foto de Diario de Cuyo captó el frente de la vivienda donde ocurrió el crimen cuando Policía trabajaba en el lugar.

Se conocían bien y sus días estaban atravesados por la monotonía. “Nelly” solía levantarse temprano para cruzarse a la casa de don Juan Wenceslao González, un jubilado de 78 años que apenas se movía por su deteriorada salud y a quien le preparaba el desayuno, le cocinaba y le limpiaba la casa.

Herrera no tenía ni siquiera una bicicleta y no ganaba mucho con su oficio de ayudante en esa gomería de la Libertador, metros al oeste de calle Meglioli. Eso sí, no le perdía el gusto a las juntadas con amigos y al vicio del vino y a los puchos.

La noche previa al asesinato, el “Pepe” Herrera se amaneció tomando con dos conocidos suyos y no apareció por su casa. Es mentira que el ataque fue algo casual, todo hace suponer que en esas horas de borrachera planeó entrar a la casa del anciano González a robar o con la única intención de agredir a Nelly.

Amanecido

No quedan dudas que aguardó hasta las 8 de la mañana del jueves 10 de noviembre de 1988 para ingresar al inmueble donde vivía el jubilado. Sabía que a esa hora encontraría a Nelly. Porque si su objetivo era robar, hubiese entrado en la madrugada o un rato antes de esa hora, pues era casi de público conocimiento que el anciano estaba solo y no podía defenderse.

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El interior. El asesinato ocurrió en la cocina de la vieja casona del callejón Orellano. Foto de Diario de Cuyo.

El interior. El asesinato ocurrió en la cocina de la vieja casona del callejón Orellano. Foto de Diario de Cuyo.

Sabía lo que hacía. Llevaba un cuchillo de 23 centímetros de hoja calzado en su cintura. Y no se metió por el frente de la casa, entró por un descampado que daba a la parte trasera de la propiedad y saltó el portón rejas de la pared medianera para acceder al patio. El viejito González, que leía el diario sentado cerca del gallinero, lo vio ingresar. Observó que Herrera pasó directo al interior de la casa.

Al instante el anciano escuchó ruidos, como que tiraban cosas al piso, y el aterrador grito de Nelly: “¡Ayyy…!¡Ay!”, de acuerdo a la causa judicial. Minutos después Herrera salió a los trancos de la casa, cruzó el patio y se trepó al portón de esa pared medianera en dirección al descampado. González vio toda esa escena, también presenció cuando el gomero cayó al otro lado de espaldas y se revolcó en medio de la polvareda tratando de escapar. Así huyó por los terrenos linderos.

Escena aterradora

Sorprendido por lo que acababa de ver, González caminó hacia la vivienda. Es que había escuchado los gritos de Nelly. Al llegar a la cocina, encontró el piso lleno de sangre, a la mujer estaba tendida boca abajo y semi desnuda. El pantalón lo tenía a la altura de la rodilla.

González se trasladó a la casa vecina y buscó a la madre de Nelly. Juntos regresaron a la vivienda, pero la anciana mujer casi se desmaya del espanto ante semejante cuadro. Otros vecinos corrieron a auxiliarlos y así como entraron salieron a los gritos pidiendo ayuda.

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Traslado. Los peritos de la Policía retiraban el cadáver de la víctima. Foto de Diario de Cuyo.

Traslado. Los peritos de la Policía retiraban el cadáver de la víctima. Foto de Diario de Cuyo.

Mientras eso sucedía, Herrera se fue a la gomería, sacó la bicicleta de un compañero de trabajo y partió a La Bebida. En su casa fue recibido por su pareja y su cuñada que tomaban mate en el comedor. “¿Qué te pasó?”, preguntó su mujer al notar el corte en uno de sus dedos, las manchas de tierra en su camisa y los rasguños en su cuerpo. Éste le contestó nervioso que tuvo una pelea. Y ahí nomás le dijo: “¿Te enteraste que mataron a la Nelly? ¡Viste qué hijos de puta…!”

El trabajo policial

Los policías de la Comisaría 13ra y la Brigada de Investigaciones de la Central de Policía trabajaron junto con el juez de instrucción Raúl Iglesias en la escena del crimen. Había sangre hasta en el artefacto de la cocina y la puerta de la heladera. En el lugar también detectaron la huella de la planta de un borceguí sobre un charco de sangre y levantaron un paquete de cigarrillo Derby suave tirado en el piso.

La víctima presentaba heridas cortopunzantes en distintas partes del cuerpo, pero lo que más llamaba la atención era el profundo corte en la zona de la garganta. Además, evidenciaba lesiones producto de golpes y tirones en su cabellera. El ataque evidenciaba un componente sexual: el agresor le había arrancado parte de la ropa, pues la mujer tenía el pantalón abajo. A simple vista se veía que el asesino habían intentado violarla.

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El juez. La investigación del crimen estuvo a cargo del juez Raúl Iglesias, quien ordenó la detención de Herrera. Foto de Diario de Cuyo.

El juez. La investigación del crimen estuvo a cargo del juez Raúl Iglesias, quien ordenó la detención de Herrera. Foto de Diario de Cuyo.

La primera teoría fue la del asesinato de un psicópata sexual. Por otro lado, se barajó la hipótesis de un robo ocasional, pero durante la pesquisa aparecieron rumores y comentarios de vecinos que torcieron la línea investigada. Hablaban de una presunta amistad o relación entre Nelly y un joven que trabajaba en la gomería que funcionaba muy cerca de allí.

El testimonio del anciano González reforzó esa línea. En su declaración sostuvo que el hombre entró y salió por los fondos esa mañana del crimen sería ese muchacho. Otra vecina, de una propiedad colindante, contó a los investigadores que observó a un sujeto escapar por el descampado y la descripción que dio sobre esa persona coincidía con la fisonomía de Jorge Washington Herrera. Aseguró que vestía chomba amarilla con rayas, pantalón de grafa y borcegos de trabajo.

Cercado por las pruebas

Herrera pretendía no despertar sospechas. La misma mañana del crimen se bañó y se cambió de ropa. Su mujer trató de curarle las heridas y dejó la ropa manchada con sangre en remojo. Él regresó a la gomería al mediodía y trabajó de corrido como si nada hubiese pasado. A la noche regresó a su casa y no pudo probar bocado en la cena. Tampoco pegó un ojo, reconoció luego. La imagen aterradora de su vecina gritando y recibiendo los puntazos que él mismo le propinaba, no lo dejaron dormir.

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Captura. Dos policías de civil de la sección Seguridad Personal bajan de una patrulla al femicida Jorge Washington Herrera. Foto de Diario de Cuyo.

Captura. Dos policías de civil de la sección Seguridad Personal bajan de una patrulla al femicida Jorge Washington Herrera. Foto de Diario de Cuyo.

A la mañana siguiente se levantó y su cuñado lo acercó en bicicleta hasta la gomería. Para entonces creía que ganaba tiempo y que las sospechas iban en otras direcciones. No se lo esperaba, pero esa misma mañana los policías de Seguridad Personal de la brigada le cayeron al taller, lo esposaron y le comunicaron que quedaba detenido por orden de juez Raúl Iglesias.

Uno de los que apresó a Jorge Washington Herrera fue el suboficial Osvaldo Soria, quien escuchó en primera persona la confesión inicial. Según la causa judicial, el “Pepe” le insinuó que mantenía encuentros íntimos con la víctima y que esa mañana quiso tener sexo, pero que ella lo rechazó.

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Después se echó atrás y dio otra versión. En ese segundo relato sostuvo que pasó circunstancialmente por el frente de la casa del anciano González y, como vio la puerta abierta, entró a robar porque necesitaba plata. Aseguró que Nelly lo sorprendió dentro de la vivienda y amenazó con denunciarlo. Según su confesión, eso originó un forcejeo y la “pelea” con la mujer, pero aclaró: “no recuerdo en qué momento le saqué la ropa”.

Pruebas incriminatorias

Lo que dijera Jorge Washington Herrera no cambia nada. Los testimonios de sus compañeros de trabajo y de su propia familia lo pusieron en una encerrona. Su mujer, de nombre Etelvina, y su cuñada admitieron que la mañana del crimen lo vieron llegar a la casa con heridas en el cuerpo, con manchas de sangre y tierra en su ropa.

Algo parecido relató su compañero de trabajo, de apellido Sepúlveda, quien confirmó que Herrera apareció por la gomería alrededor de las 8.30 del jueves 10 de noviembre de 1988, sacó la bicicleta y se marchó para luego regresar al mediodía. Dos conocidos suyos declararon que estuvieron tomando con “Pepe” hasta el amanecer.

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A tres décadas. Así se ve ahora el callejón Orellano y el lugar donde ocurrió el caso de femicidio.

A tres décadas. Así se ve ahora el callejón Orellano y el lugar donde ocurrió el caso de femicidio.

Todo le jugó en contra. El anciano González y la otra vecina reconocieron a Herrera como el hombre que vieron por los fondos. El paquete de Derby suave hallado en la escena del crimen era de él, pues sus allegados confirmaron que él fumaba esos cigarrillos. La huella del calzado que encontraron en el charco de sangre coincidía con el dibujo de la planta derecha de su borceguí. Una de las suelas de ese calzado también presentaba una rotura producto de la fricción cuando saltó el alambre de púa del portón de la medianera.

Las pericias demostraron que el cuchillo secuestrado en la gomería, presentaba restos de sangre. En la chomba amarilla con rayas y el pantalón de grafa que vestía, como en sus borcegos, detectaron manchas de sangre del mismo patrón sanguíneo de la víctima. Las lesiones que evidenciaba Herrera en el cuerpo resultaban compatibles con las acciones defensivas de Nelly. A eso se agregaron los testimonios del policía Soria y una médica de apellido Ferrón, que escucharon su confesión del crimen.

Camino a la condena

El informe del médico forense Amado Imhof dio cuenta de la brutalidad del ataque. La causa de muerte: “shock hipovolémico y traumático. Degüello”, señaló en su escrito. Entre la mención de las heridas como consecuencia de los cuchillazos y los golpes de puños, destacó ese corte de gran dimensión en el cuello y una fractura en uno de pómulos.

Pese a que Herrera no contaba con antecedentes penales ni aparentaba un perfil violento, un examen psicológico reveló que poseía rasgos psicópatas y sin frenos inhibitorios que se potenciaban con el alcohol. Lo describieron como un hombre con “una personalidad anormal”, pero no era un enfermo mental.

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Su última foto. Este es uno de los últimos registros fotográficos de Jorge Washington Herrera.

Su última foto. Este es uno de los últimos registros fotográficos de Jorge Washington Herrera.

Un policía que trabajó en el caso señaló que siempre quedó la idea de que Herrera se había obsesionado con su vecina. Que no se acreditó que haya existido un vínculo sentimental entre ambos, pero sospechaban que el gomero se le acercaba como amigo y buscaba algo más, y que la atacó salvajemente porque ella lo rechazó.

El “Pepe” Jorge Washington Herrera fue condenado en mayo de 1991 en el Primer Juzgado Penal a la pena de reclusión perpetua por los delitos de tentativa de violación y homicidio agravado.

Los penitenciarios más antiguos y algunos ya retirados recuerdan al femicida como un preso ejemplar y laborioso dentro del Servicio Penitenciario Provincial. A mediados de la década del 2000, Herrera empezó a gozar de las salidas transitorias en el penal de Chimbas y recobró la libertad. Al tiempo apareció vendiendo flores cerca de la catedral y por la calle Rivadavia, pero después se lo perdió de vista. Hoy tendría 59 años y es una incógnita si vive o no, pero es otro de los personajes en la galería de Historias del Crimen.

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FUENTE: Documentos judiciales y artículos periodísticos de Diario de Cuyo. Hemeroteca de la Biblioteca Franklin Rawson de San Juan.

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