Con unos 7 u 8 años, parando la oreja como quien dice, Nancy Muñoz aprendió de las manos de su abuela a realizar la tableta iglesiana, una panificación dulce con un particular sabor, el mismo que brinda la combinación de masa, merengue y dulce. Años después esa receta familiar se sigue compartiendo, conquistando paladares, siendo un gran orgullo para Nancy como su familia.
Que la abuela de Nancy haya compartido su receta con su voz fue a raíz de una eventualidad. Por esas cuestiones de la vida se quedó ciega a raíz de un accidente, por lo que divulgaba sus saberes de manera oral. Incluso en esas charlas es que nace el nombre del emprendimiento: “Arco Iris”.
“Arco Iris le puse así por mi abuelita, porque recuerdo que una tarde de verano estaba sentada con ella. Había llovido y luego salió el sol y entonces se vio un arco en el cielo y yo le digo a mi abuela: ‘Hay un arco de todos colores en el cielo que es el arcoíris’. De esa conversación saqué el nombre para mi proyecto, por mi abuela”, comenta Nancy a Tiempo de San Juan.
Gracias al emprendimiento puede compartir con propios y ajenos las delicias que aprendió de su abuela, donde la tableta iglesiana destaca como la joyita. “La particularidad de mi tableta es que es todo casero, desde la masa hasta el dulce de alcayota y el merengue. Es toda una preparación casera. Le ponemos un poquito de licor y distintas especies aromáticas”, detalla.
Sus tabletas son populares en Las Flores, pero también en Achango, donde se dan cita los fieles cada 16 de julio para la Fiesta de la Virgen del Carmen. Nancy comenta que es devota de la virgen y asiste a la fiesta desde hace más de 20 años. Primera con su familia siendo una niña, luego llevando sus dulzuras para vender, siempre cumpliéndole a la Virgen.
“Camino más o menos unos 40 minutos para venir a las novenas y cumplirle a la Virgen. Soy muy devota de la Virgen y me gusta venir a agradecerle, con mi emprendimiento porque mucha de la gente que viene a la fiesta busca las tabletas para comer acá o llevárselas”, señala Nancy.
Su devoción por la Virgen es evidente. Suspende la atención de los visitantes para ser parte de la misa y la procesión, pero su dedicación va más allá, ya que cada vez que puede suma sus productos de manera desinteresada para compartir en la merienda comunitaria.
Su dedicación le ha permitido mantener el emprendimiento durante 20 años, siendo una fiel defensora de la tableta iglesiana, una dulzura autóctona que no tiene nada que envidiarles a otras elaboraciones departamentales.