El Papa Francisco realizó un último gesto cargado de simbolismo y humanidad antes de su muerte: donó el papamóvil, el icónico vehículo con el que recorrió el mundo desde su elección en 2013, para que sea transformado en una clínica móvil destinada a atender niños en Gaza. Según informó el portal oficial del Vaticano, Vatican News, se trató de su “último deseo”, en consonancia con su incansable mensaje de solidaridad con las víctimas de los conflictos en Medio Oriente.
“Era su último deseo para el pueblo al que había mostrado tanta solidaridad a lo largo de su pontificado, especialmente en los últimos años”, indicaron desde el Vaticano. El proyecto fue confiado a Cáritas Jerusalén y busca responder a la crisis humanitaria que afecta a casi un millón de niños desplazados en la Franja de Gaza.
Un símbolo de cercanía que se transforma en ayuda concreta
El papamóvil, símbolo de cercanía con los fieles, está siendo adaptado con equipamiento médico para diagnóstico, tratamiento, vacunación y atención primaria. Se incluirán pruebas rápidas de infecciones, kits de sutura, vacunas y otros insumos fundamentales para la atención pediátrica.
La unidad móvil será operada por médicos y paramédicos de Cáritas y recorrerá los rincones más aislados de Gaza una vez que se restablezca el acceso humanitario. “Los niños no son números. Son rostros, nombres, historias. Y cada uno es sagrado”, repetía el Papa Francisco, y este vehículo será una forma concreta de mantener viva esa idea.
Desde Cáritas Suecia, el secretario general Peter Brune expresó: “Con este vehículo podremos llegar a niños heridos, desnutridos y sin acceso a atención médica. No es solo un vehículo, es un mensaje: el mundo no se ha olvidado de los niños de Gaza”.
Otro acto silencioso: una donación para jóvenes presos
Este no fue el único gesto final del Pontífice. Según reveló el obispo auxiliar de Roma, Benoni Ambarus, Francisco también donó 200.000 euros para salvar una fábrica de pastas en la cárcel de menores de Casal del Marmo, lugar al que el Papa había visitado en 2023 para lavar los pies a los internos durante la Semana Santa.
“Tenían una fuerte hipoteca. Le dije que si lográbamos cubrirla podríamos bajar el precio de la pasta, vender más y contratar a más chicos. Me respondió: ‘Casi terminé todo mi dinero, pero todavía tengo algo en mi cuenta’”, relató Ambarus, conocido por el Papa como “Don Ben”.
Ese mismo obispo acompañó a Francisco en una visita histórica a la cárcel de Rebibbia, el 26 de diciembre pasado, cuando el Pontífice abrió una Puerta Santa en un penal, algo sin precedentes en la historia del Vaticano. “Los detenidos se sintieron vistos”, dijo Ambarus, emocionado.