Se trata de Agustín Rufino. Tiene apenas 18 años, cursa el último año de la secundaria y ya trabaja en las largas transmisiones de ciclismo. Subido a la radiomoto y una herencia que lleva marcada en su piel gracias a su abuelo Américo Vargas. Un inglés a medias que lo salvó y la anécdota del mano a mano con Remco Evenepoel, la estrella belga y campeona del mundo.