Como ocurre con las personas fuera de serie, sin importar lo que otros digan ni preocuparse por el cansancio y sacrificio que demande seguir a sus corazones, ellas son bomberas voluntarias. Ser bombera no es solo una vocación humanitaria y de servicio en la que se destacan los valores humanos y cívicos; implica también una mirada diferente que opera en la manera de abordar y resolver las situaciones de emergencia y desastres.
Desde que en el año 2008 se creó el Programa de Género del Consejo Nacional de Bomberos Voluntarios, su población no para de crecer y en los últimos cuatro años su presencia se ha duplicado en los cuarteles de todo el país.
Nada ha sido fácil para las mujeres. Tuvieron que derribar barreras, prejuicios y algunos parámetros un poco rígidos de una sociedad que muchos años seguramente continuarán. Pero como en tantas otras ocasiones, cuando se tiene una vocación tan férrea y convincente, no habrá edad, ni género ni condición que se interponga.
Tiempo de San Juan visitó a los Bomberos Voluntarios de Pocito, donde las mujeres son un pilar fundamental para el crecimiento y mantenimiento del cuartel. Conocelas.
Una historia sobre autismo, superación e integración
A Guadalupe Vergara le interesa el mundo, las personas. Le interesa estar integrada, incluida. Algo que, tras varios intentos fallidos, encontró en los Bomberos Voluntarios de Pocito. El amor y compromiso de sus compañeros del cuartel la ayudaron a vivir una experiencia única: perder los miedos, integrarse y operar como una más del grupo.
“En años de terapia no había logrado lo que logró con nosotros. Primero llegó su hermana y al poco tiempo llegó Guadalupe. Para nosotros es un desafío y, al igual que para ella, un crecimiento constante”, dijo Agustín Moya, presidente de los Bomberos Voluntarios de Pocito.
Un sueño posible
Rifas, bingos, pedidos de colaboración casa por casa y hasta la cosecha a destajo de 1.000 kilos de aceitunas. Esas fueron algunas de las cosas que realizaron los integrantes del cuartel de Bomberos Voluntarios de Pocito por un solo objetivo: comprar un terreno donde construir su cuartel.
El destacamento funciona desde hace diez años. Nació en el fondo de la casa de Agustín Moya. Con el paso del tiempo y la incorporación de nuevos voluntarios el espacio físico les quedó chico.
“Lo que pedimos a la comunidad es ayuda porque esto es para todos, es de la comunidad, del pocitano. Estamos haciendo la campaña de un ladrillo para construir nuestro cuartel”, dijo Agustín.