El Encón es sin duda un pueblo maravilloso. En algunos sectores parece quedado en el tiempo, mientras en otras partes de la zona hay un evidente avance y progreso, sobre todo en sus pobladores jóvenes. Fueron precisamente un grupo de jóvenes que decidieron accionar hace más de dos décadas para que el destino del pueblo fuera otro y poder quedarse en el lugar que tanto aman, en su hogar. Así nació el grupo que posteriormente se consolidó en una cooperativa de trabajo que no para de crecer, con importantes aspiraciones para el futuro.
La Cooperativa de Trabajo “Martina Chapanay” nació como tal hace unos tres años, cuando se decidió darle un marco de formalidad al grupo de mujeres que venían desde el 2010 reuniéndose y realizando distintas actividades en pos del crecimiento de ellas mismas y de la comunidad. En aquel momento eran mujeres jóvenes, adolescentes algunas, que se encontraban terminando la secundaria y debían elegir quedarse en El Encón o dejar sus hogares para probar suerte en la villa cabecera del departamento u otros lugares.
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“Comenzamos a ver qué actividades podíamos hacer que nos involucraran a las juventudes del campo, y arrancamos a analizar la situación de la comunicación en la zona”, comenta a Tiempo de San Juan Marisa Nievas, integrante de la cooperativa desde sus inicios. Por aquel entonces la comunicación no era como ahora. La señal era complicada, la radio era lo único que llegaba y muchas veces eran emisoras cercanas por lo que se perdían de las situaciones que pasaban en la ciudad, por ejemplo. Ni hablar de canales de aire y los locales. Ante este primer inconveniente detectado, comenzaron a proyectar la creación de una radio comunitaria.
Fue así que nació la Radio Comunitaria Campesina, el primer proyecto de la cooperativa que hasta el día de hoy se sostiene. “Con los años nos dedicamos a sostener el proceso. Decidimos algunas compañeras y yo terminar la secundaria y cuando nos fuimos haciendo grandes nos encontramos con necesidades económicas para sostener tanto el espacio que habíamos creado como nuestras vidas. Fue ahí cuando decidimos armar la cooperativa y conformarla entre mujeres, juventudes y varones de la comunidad. Nuestras actividades comenzaron como una cuestión social, en el barrio, y lo fuimos expandiendo a todo el pueblo”, detalla Marisa con orgullo.
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Las gestiones de las mujeres no cesaban. Realizaron todos los trámites para recuperar un edificio donde funcionaba un centro de salud que se encontraba sin actividad durante bastante tiempo. Con el OK para usar el edificio, lo acondicionaron, reacomodaron, adaptaron para sus necesidades y así nació el segundo hijo de la cooperativa: la Biblioteca Popular Sembrando Esperanza. Marisa comenta en ese lugar se dictan talleres de oficio, ayuda escolar y capacitaciones que se brindan entre ellas. “Ese espacio se sigue sosteniendo, porque armamos una unidad productiva de costura. Fuimos comprando herramientas de trabajo, que no solo usamos las mujeres de la cooperativa, sino que cualquier mujer del pueblo que quiera aprender sobre costura pueda acceder a esas herramientas y puede trabajar”.
Las necesidades en los hogares se hicieron sentir entre las integrantes de la cooperativa, que no la dudaron cuando una de ellas propuso dar lugar a un merendero. Así nació Rayito de Sol, el merendero que tuvo buenas épocas y otras no tanto. En la actualidad, ante un panorama más complicado, solo se brinda la merienda una vez a la semana, en conjunto con la apertura de la biblioteca para que los más pequeños puedan realizar actividades recreativas y comer algo rico y nutritivo.
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“Es todo a pulmón”, esboza Marisa. Todo lo que han venido realizado, y los proyectos a desarrollar en el futuro están pensados por y para la comunidad. Para ayudar a aquella mujer campesina que no quiere dejar el pueblo, a que pueda desarrollar habilidades, se convierta en emprendedora, pueda vender sus productos y porque no, vivir de ello. Es precisamente en esa instancia en la que se encuentran en la actualidad.
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Marisa comenta que hace un breve tiempo comenzaron con la construcción de una sala para elaboración de alimentos, pero con los contratiempos económicos actuales se está haciendo cuesta arriba la realidad del espacio. En el mientras tanto, continúan desarrollando proyectos y actividades que generen impacto positivo en la cooperativa.
Uno de los anhelos es aprovechar que El Encón es el primer centro poblado que hay al ingresar a San Juan por el sureste para atraer el turista de paso. “Por el momento se produce para poder llegar a lo local, es nuestro interés más fuerte cubrir necesidades que tengan que ver con lo local, y también vender hacia afuera. Poder instalarnos al costado de la ruta con un almacén artesanal y poder comercializar”, detalló Marisa.
En la actualidad son 27 las personas que forman parte activa de la cooperativa, y la labor social que realizan es tan conmovedora que incluso movió hasta la fibra más sensible de Óskar García, un educador social español que conoció el trabajo de las mujeres del pueblo veinticinqueño en 2024 cuando recorría el país en bicicleta.
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“La cooperativa recibe gente cuando se está viajando y necesitan donde descansar. Unos amigos mendocinos nos avisaron de Óskar. Ahí lo conocimos y luego tuvo otra pasada con su hermano que vive en Mendoza. Al regresar a España se fue entusiasmado y tenía muchas ganas de poder aportar a la cooperativa, y así nace Playcon, para aprovechar la movida que hace en su bicicleta. Fuimos armamos una red que se fue abriendo a más contactos. La recaudación de las donaciones es para la cooperativa, y queremos poder invertir en la comercialización. La idea es con ese dinero poder comprar gazebos, mesas, sillas, todo lo que se necesita para estar más cómodas en las ferias y si esta la posibilidad de construir un espacio físico más seguro a la orilla de la ruta, que implican otras gestiones. La idea sería ir por ahí”, explica Marisa.
El trabajo comunitario y social que hacen las integrantes de “Martina Chapanay” sin duda es la materialización de un sueño. El sueño de poder continuar viviendo en el lugar que llaman hogar, que las vio nacer y donde quieren progresar. El sueño de crear un espacio en donde se puedan contener ante casos de violencia o de carencia. El sueño de mantener la autonomía de elegir seguir viviendo en el campo, aprender y vivir de él.
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“Ver todo lo que hemos podido hacer nos da la confianza que podemos vivir, podemos tener una vida digna en el campo. Mujeres, niños, jóvenes y todos los que quieran”, finaliza Marisa.