La crisis provocada primero por la pandemia, y luego por la guerra entre Rusia y Ucrania, complicó globalmente el mapa de la seguridad alimentaria. La escasez de productos primarios alimenticios como el trigo, el maíz, o la soja empujaron en todo el mundo los precios de los alimentos hacia arriba, generando inflación en países que llevaban décadas y décadas libres del flagelo.
Según un último informe del Banco Mundial, esta suba de los alimentos llevará a la pobreza extrema a millones de personas, causando hambre y desnutrición en proporciones inéditas en los últimos tiempos en los que, sostiene, se habían realizado avances significativos para erradicar esos males.
Como dato más tremendo, especialmente para países como el nuestro, se debe agregar que, en naciones de ingresos medios y bajos, la gente gasta un parte más sustancial en alimentos que en naciones desarrolladas.
Según la información recopilada por el organismo entre abril y julio de este año, la inflación ha afectado seriamente al 92,9% de los países de ingreso bajo, 92,7% de los países de ingreso mediano bajo y 89% de los países de ingreso mediano alto, que han registrado un incremento superior al 5%.
Algunos países, como la Argentina, han experimentado inflaciones más altas, de dos dígitos anuales, un guarismo que en nuestro país se registra hace décadas.
La inflación en el mundo, en resumen, no comenzará a bajar hasta entrado el 2024, según el organismo, y se mantendrá en proporciones semejantes a las que ahora se sufren. Argentina, en ese mapa, se lleva la peor parte.