El récord de la temperatura más baja jamás registrada en América Latina no pertenece a la Patagonia, como muchos podrían imaginar, sino que tiene su origen en San Juan. El 17 de julio de 1972 el termómetro marcó -32,8°C en el Valle de los Patos Superior, un punto remoto de la cordillera sanjuanina que se convirtió en protagonista de un fenómeno climático sin precedentes.
A más de 2.500 metros sobre el nivel del mar, en el departamento Calingasta y muy cerca del límite con Chile, el Valle de los Patos Superior es un paraje inhóspito, sin población estable, visitado principalmente por expediciones de montañistas que se dirigen al cerro Mercedario. Sus noches frías, el aire seco y su geografía de alta montaña lo convierten en uno de los lugares más rigurosos del país en invierno.
El día más frío registrado en Argentina y en todo el continente latinoamericano fue consecuencia de una conjunción de factores: un cielo despejado, vientos calmos, aire extremadamente seco y la presencia de una intensa masa de aire polar. Estas condiciones extremas favorecieron un enfriamiento inédito durante la madrugada de aquel 17 de julio.
Pese a que otras regiones argentinas, como Maquinchao (Río Negro) o Sarmiento (Chubut), han experimentado temperaturas mínimas extremas, ninguna logró superar el récord sanjuanino. Este dato fue incorporado por el Servicio Meteorológico Nacional a los registros oficiales de eventos climáticos excepcionales del continente y, más de cinco décadas después, sigue vigente como la marca más baja jamás medida en América Latina.
El Valle de los Patos Superior, con su clima andino extremo, recuerda que no sólo la Patagonia es sinónimo de frío en nuestro país: San Juan también guarda en su geografía el testimonio de un récord histórico que aún permanece insuperable.