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Historias del Crimen

El asesinato del "Pato" Derel: el mortal ataque a puntazos entre examigos dentro del penal de Chimbas

El 1 de enero de 1999, Fabio “Pato” Derel fue asesinado a puntazos en un patio de la cárcel en el horario de visita. Así terminaba la vida de un peligroso delincuente que murió por ser un provocador.

Por Walter Vilca

Además de peligroso delincuente, si algo distinguía al “Pato” Derel era su carácter jodido y siempre provocador. Esos tipos que no respetaban a nadie y, si se lo proponían, sacaban de quicio hasta a sus propios compañeros de andanzas.

La historia carcelaria dice que el primer día de 1999, el “Pato” estaba buscando pleitos desde la mañana y ya se había trompeado con un compañero de pabellón. A la tarde la siguió y terminó rompiendo un viejo código que en prisión se cumple a rajatablas: el respetar el horario de visitas y a las familias. Y Derel lo pagó caro. Esa tarde, otros presos lo emboscaron en un patio interno del penal de Chimbas y lo masacraron de ocho puntazos en presencia de su hermana.

El asesinato de Fabio Derel es uno de los crímenes más recordados dentro del Servicio Penitenciario Provincial de San Juan. Si se quiere, la muestra cabal de los códigos reinantes dentro de los muros de las cárceles y la cruda realidad de que la vida no vale nada allí adentro. Al “Pato” lo corretearon y no alcanzó a defenderse. Seis de los puntazos fueron dirigidos al corazón, al tórax y al abdomen.

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Una foto de Diario de Cuyo muestra la fachada del Servicio Penitenciario Provincial en la década del 90.

Una foto de Diario de Cuyo muestra la fachada del Servicio Penitenciario Provincial en la década del 90.

Derel estaba cumpliendo condenada por robo. Los viejos policías lo recuerdan como un delincuente que salía a robar de noche y del cual nunca había que fiarse. Las crónicas periodísticas señalan que tenía caídas en la Policía de San Juan desde los 13 años. El "Pato" era un hombre corpulento, grandote y morocho, con fama de matón, de acuerdo con las descripciones. “Era uno de esos tipos malditos, dañinos. Parecía el diablo. Una vez se quemó dentro del penal diciendo que era el diablo. No le calentaba nada. En la comisaría les faltaba el respeto a todos policías y en el calabozo molestaba a los otros presos, como que no tenía amigos”, recordó un antiguo investigador de la Brigada de Investigaciones de la Central de Policía, que prefirió reservar su identidad.

Una de las anécdotas con la que lo recuerdan fue la de aquella noche que lo detuvieron y casi hace chocar un patrullero mientras lo trasladaban esposado. Un policía retirado contó que el “Pato” Derel viajaba atrás del Ford Falcon custodiado por otro uniformado y entonces “lanzó una patada al volante para cambiar la dirección del móvil y buscar que chocáramos. Nos salvamos de pedo”.

El “Pato” era del barrio Güemes de Rawson y contaba con algunos amigos en la zona, entre ellos a Marcelo Javier Guajardo. Este último vivía cerca, en la Villa Don Pablo, y sus familias se conocían. Además de vecinos, ambos habían cometido un par de hechos delictivos y hasta fueron compañeros en una causa penal, cuando cayeron presos.

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Marcelo Javier Guajardo, cuando era joven.

Marcelo Javier Guajardo, cuando era joven.

Los dos después se volvieron a ver dentro del penal de Chimbas. Nunca se supo qué problemas tenían entre ellos, pero estaban distanciados. El “Pato”, por cómo era él, no cosechó muchos amigos en su estadía dentro de la cárcel. Por el contrario, sumó enemigos. Sólo en 1998 protagonizó trece peleas con otros reos o tuvo incidentes con los guardias. Se había puesto tan “conflictivo” que las autoridades penitenciarias ordenaron alojarlo en el llamado pabellón de atenuados, para evitar más problemas y también para protegerlo porque otros reos se la tenían jurada.

Ese fue el preludio de lo que sucedería el 1 de enero de 1999. El encierro en las fiestas de fin de año suele poner melancólicos y también muy alterados a muchos privados de la libertad. Derel no empezó bien esa jornada y en la mañana se trenzó a golpes con otro interno de apellido Campillay.

El clima estaba tenso por esas horas y el “Pato” no se tranquilizó, ni siquiera durante el horario de visita. En la tarde mantuvo un altercado con otros internos de los pabellones 3 y 4, y otra vez empezó a provocar. La versión fue que largó insultos desde el patio y apedreó las ventanas de esos pabellones, todo esto en el momento en que los otros reos estaban con sus parejas, hijos o algún que otro familiar.

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Maximiliano José Aníbal Montiveros, el otro interno señalado como autor del asesinato.

Maximiliano José Aníbal Montiveros, el otro interno señalado como autor del asesinato.

Hubo quienes no se la dejaron pasar. Entre ellos estaban su examigo Marcelo Javier Guajardo y Maximiliano Javier Aníbal “El Gordo” Montiveros, que lo llamaron a pelear. Otros le gritaron: “¡Pato, te vamos a vuelta!”. Eso fue declarado por la hermana de Derel, testigo presencial, quien escuchó las amenazas y le pidió al preso que se tranquilizara e hiciera oídos sordos.

El horario de la visita terminaba y el aire estaba enrarecido en ese patio interno de la cárcel ubicado frente a los pabellones 3, 4 y de atenuados. En realidad, la cuenta regresiva había empezado a medida que se acercaban a las 19 horas. Hasta que se escucharon los gritos: “¡Ahora, Pepe!”. De unas de las puertas apareció Montiveros con una punta en la mano y emprendiendo en dirección al “Pato”. Su hermana le gritó “corre” y Derel encaró hacia la garita de los guardias, pero recorrió 15 metros y en el camino salió a cruzarlo su examigo Marcelo Guajardo, que llevaba una “chuza” -armas blancas de fabricación casera- en cada mano.

Guajardo fue el primero en tirarle unos puntazos. Derel recibió una herida en su mano derecha y otra en uno de sus brazos mientras se cubría, pero cayó boca arriba. En ese instante se sumó Montiveros, que junto al otro preso atacaron sin piedad al “Pato” en el piso. La hermana de éste gritaba y pedía auxilio en esos segundos en que lo masacraban. Ella alzó una piedra y se las arrojó, buscando correrlos. Pero ellos se alejaron sólo cuando vieron que Derel se revolcaba todo ensangrentado, sin siquiera poder ponerse de pie.

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El titular de Diario de Cuyo con el que contó la noticia sobre el crimen.

El titular de Diario de Cuyo con el que contó la noticia sobre el crimen.

Ahí se escucharon los disparos de escopeta de los guardiacárceles, que hicieron retroceder a otros internos que corrían en dirección a donde estaba tendido Derel. En aquel entonces se aseguró que algunos de ellos también pretendían agredir al “Pato”. Otra versión señalaba que salieron en su defensa. De lejos, Guajardo miraba a la hermana riéndose y diciéndole: “Che, invitame un café”, según declaró la chica.

La misma mujer consiguió que otro preso le pasara una colcha y cubrió al “Pato” hasta que los guardias lo cargaron en una camioneta de la penitenciaría y lo trasladaron al Hospital Marcial Quiroga. Sin embargo, el preso llegó sin signos vitales. El informe forense del reconocido médico Alejandro Yesurón destacó que el reo de 26 años agonizó entre 5 y 10 minutos. Seis de los puntazos afectaron zonas vitales, pero la herida que produjo su muerte fue la del corazón, de acuerdo a la autopsia.

La hermana de Derel identificó con nombre y apellido a los asesinos. A Guajardo lo conocía bien porque habían sido vecinos. Dos penitenciarios también declararon y apuntaron contra esos dos presos, que fueron acusados por el asesinato y llevados a juicio en 2022 en la Sala I de la Cámara en lo Penal y Correccional.

En ese debate intervinieron los abogados César Jofré y Juan Carlos Juárez como defensores de Guajardo y Montiveros, respectivamente. El primero de ellos sostuvo la hipótesis de que no estaba acreditada la autoría del crimen en manos de su cliente en razón de que se produjo una montonera y fueron muchas las personas que atacaron a Derel. También sostuvo que fue la víctima quien empezó la gresca y que ésta venía con reiterados conflictos con el resto de la población carcelaria.

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La jueza Mónica Lucero fue quien investigó el asesinato en la cárcel. La foto de Diario de Cuyo capturó el momento en que la magistrada entraba al penal de Chimbas.

La jueza Mónica Lucero fue quien investigó el asesinato en la cárcel. La foto de Diario de Cuyo capturó el momento en que la magistrada entraba al penal de Chimbas.

Jofré pidió que absolvieran a Guajardo por el beneficio de la duda. Su colega Juárez intentó demostrar que existió un homicidio en riña. Según él, Derel provocó a otros presos y originó la pelea, además de que “violó” un código elemental dentro de la cárcel, como el no molestar durante el horario de visita y respetar a las familias.

El fiscal de cámara Gustavo Manini sostuvo que estaba probada la autoría material del crimen cometido por Guajardo y Montiveros, incluso afirmó que hubo un acuerdo previo, aunque no tenía elementos para probar la premeditación y el ensañamiento. Esto último por la cantidad de puntazos.

Marcelo Javier Guajardo y Maximiliano José Aníbal Montiveros prefirieron no declarar durante el debate oral y público. En las indagatorias, en cambio, juraron que no tenían nada que ver con el asesinato y que enteraron del ataque cuando vieron el alboroto en el patio. Lo único que les favorecía era que no les encontraron las armas blancas.

El 27 de octubre de 2002, los jueces Arturo Velert Frau, Diego Román Molina y Raúl Iglesias declararon reincidentes a Guajardo y a Montiveros y los condenaron a la pena de 14 años de prisión por el asesinato de Fabio “Pato” Derel. De Montiveros no se tuvo más noticias y cumplió su castigo. De Guajardo se sabe que estuvo prófugo durante tres meses en 2012 después de quebrantar los permisos de salidas transitorias. En 2019, ya en libertad, cayó preso junto a dos de sus familiares por comercializar marihuana.

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