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Historias

Una panadería con alma sanjuanina que ya piensa en crecer: Santa Josefina quiere sumar a más jóvenes con discapacidad

Ubicada en pleno centro, esta cooperativa única en San Juan combina inclusión, fe y trabajo digno. A un mes de su apertura, el proyecto —impulsado por familias, la Iglesia, la Universidad Católica de Cuyo y el Estado— busca ampliar su equipo y convertirse en un modelo de integración que inspire a todo el país.

Por Cecilia Corradetti

En pleno centro de San Juan, una panadería muy especial no solo hornea pan, medialunas y tortitas, sino que también cocina grandes historias de vida y una gran noticia: busca sumar a más jóvenes con discapacidad a su equipo de trabajo. Se trata de “Santa Josefina”, la primera cooperativa de trabajo de la provincia integrada por personas con discapacidad y sus padres. A un mes de su apertura, este proyecto social, laboral y comunitario ya piensa en crecer.

La iniciativa nació gracias al trabajo articulado de la Comisión de Justicia y Paz del Arzobispado de San Juan, la Universidad Católica de Cuyo y diversas áreas del Ministerio de Familia y Desarrollo Humano. Desde el 21 de marzo, “Santa Josefina” funciona en Catamarca 479 Sur, justo pasando Avenida Córdoba. Allí, seis jóvenes neurodivergentes —con Síndrome de Down o Trastornos del Espectro Autista— comenzaron su primer empleo formal, acompañados por una terapista ocupacional y por una persona de apoyo en el local.

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Santiago Aguilera, Santiago Molina, Santiago Mira, José Eduardo Tejada, Juan Diego Tejada y Martín Massi son quienes hoy abren las puertas, atienden al público, manejan tareas administrativas, organizan el espacio, se capacitan y aprenden las rutinas laborales como cualquier trabajador. La panadería abre de lunes a viernes de 7 a 13 y de 16 a 20, y los sábados por la mañana. También cuentan con un servicio de delivery en la zona céntrica, que realizan junto a padres o voluntarios.

"Tenemos un sueño grande, que se sumen más chicos", dijo la responsable

“Tenemos un sueño muy grande: que se sumen más chicos. Queremos crecer, incorporar maquinaria propia y llegar a más hogares”, cuenta Cristina Casivar, mamá de Juan Diego y José, y secretaria de la cooperativa. “Acompañarlos en esta etapa es una experiencia transformadora”, agrega con orgullo.

Cristina destaca pequeños grandes logros: “Se nota en cómo se visten con su uniforme, en cómo saludan, agradecen, en cómo crecen en habilidades sociales. Se sienten parte de algo importante y eso les cambia la mirada, la actitud, la autoestima”.

El nacimiento de Santa Josefina fue posible gracias al trabajo en red: familias, instituciones y comunidad unidas en torno a una causa común. El Arzobispo Jorge Lozano apoyó el proyecto desde el inicio, y el padre José Juan García, desde la Comisión de Justicia y Paz, fue clave para definir el formato cooperativo, que incluyó a los padres como socios activos.

Contaron con asesoramiento técnico de la Dirección de Asociativismo y apoyo del INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social), que los capacitó, les dio herramientas legales, libros contables y formación para constituirse como entidad formal de la economía social.

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“Tuvimos charlas, talleres, capacitaciones en la Escuela ASAL, y hasta hicimos el curso de Manipulación de Alimentos. Participamos todos los padres, rendimos, sacamos los carnets. Fue un proceso hermoso, muy movilizador”, recuerda Cristina.

El local también fue fruto de la colaboración: la Universidad Católica de Cuyo lo cedió en comodato, y fue reacondicionado con la ayuda de voluntarios y donaciones. Hoy, ese espacio vibra con vida, trabajo y una convicción firme: la inclusión es posible.

En esta primera etapa, venden productos de panificación elaborados por terceros: pan, budines, medialunas, pan rallado, tortitas, cremonas, semitas, sandwiches y tortas por encargo. La próxima meta es producir ellos mismos, y más adelante, abrir un café literario atendido por personas con discapacidad.

“Tener todo en regla nos permite acceder a subsidios y crecer. Nuestra ilusión es sumar más jóvenes y ofrecerles un empleo real, con derechos. Que esto funcione como cualquier otro trabajo y que les permita construir autonomía, incluso cuando nosotros —los padres— ya no estemos”, expresa con emoción.

Esta historia plantea una pregunta: ¿Qué pasaría si más espacios de trabajo fueran así de inclusivos? Cristina es clara: “Necesitamos que se cumpla el cupo laboral para personas con discapacidad. En San Juan se ha avanzado, pero todavía falta para alcanzar una inclusión verdadera, como nos pide el Papa Francisco”.

Hoy la cooperativa busca sumar voluntarios, especialmente estudiantes de la Universidad Católica u otras personas que quieran ayudar en el reparto, el acompañamiento o simplemente difundiendo su experiencia.

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