En la transitada esquina de Avenida Libertador y Mendoza, donde miles de sanjuaninos cruzan a diario entre colectivos, bocinazos y vidrieras, hay un rincón que invita a detenerse. No por el semáforo, sino por la postal que regala: un kiosco repleto de plantas que brotan desde macetas puestas en el cuelo y florecen entre los carteles de precios de golosinas. Detrás de esa isla verde en medio del caos urbano está Eugenia Mercado, una mujer de 58 años que le pone color a ese negocio que ya es parte del ADN del centro.
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Eugenia obtuvo la concesión del negocio, cuando trabajaba aún para el intendente Daniel Coll, en el área de prensa. Ella siempre había querido tener un negocio porque viene de familia de comerciantes y cuando averiguó si ese pequeño kiosco estaba desocupado le dijeron que sí y logró instalarse para trabajar ahí. Desde entonces, no hubo día en que no se levantara temprano para abrir la persiana, acomodar los productos y, sobre todo, regar. Las plantas se convirtieron en su marca registrada, en una extensión de su personalidad. “El kiosco me lo adjudicaron cuando trabajaba en la Municipalidad, en la gestión de Daniel Coll”, cuenta. “No sabía que estaba este puesto en esta esquina, pero hice las gestiones y pude acceder. Primero me ayudaban mi madre, mi hijo, mis sobrinos. Era un kiosco de familia. Pero hoy estoy sola todo el día, de 9.30 a 20.30. A esa hora entro a la escuela, porque estoy estudiando Jardinería y Plantas de Interior en la Escuela Balbín, de noche”, agrega.”, cuenta con una sonrisa tímida pero orgullosa.
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Un día, a Eugenia se le ocurrió que si traía algunas plantas de decoración, eso le daría un toque más fresco y llamativo al kiosco así que fue hasta el vivero Yamanouchi y trajo algunas macetas que colocó adelante de las carameleras. La respuesta de los clientes fue instantánea: ahora le pedían también el precio de las plantas para comprar. Ella vio el nicho de mercado y empezó a traer plantas para vender. "Hoy salen más las plantas que las golosinas", reconoció a Tiempo de San Juan.
Desde entonces, han pasado casi 20 años vendiendo plantas junto con diarios, golosinas y cigarrillos. “Las plantas tienen otro movimiento. El paquete de caramelos lo vendo más lento, la plantita sale todos los días”.
"Hoy salen más las plantas que las golosinas" "Hoy salen más las plantas que las golosinas"
Su fuerte sigue siendo la venta al paso, pero también recibe visitas específicas. “Hay clientas que vienen solo por las plantas, incluso de otros lados. Ahora se venden mucho las plantas de interior. Tengo muchos clientes jóvenes, incluso varones, que están súper interesados. Ya no es algo solo de señoras”, reconoció. Entre sus favoritas menciona la fresia y el jazmín del Cabo, aunque también nombra las petunias, gazanias, y aromáticas como ruda y romero. La más cara, dice, es la Pandurata, una planta de interior que define como “una belleza”.
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“Es un amor-odio, porque es muy cansador. Me han robado más de diez veces. Pero agradezco tenerlo, porque vivo de esto”, asegura. La situación del comercio también cambió. “Antes la gente venía a pagar la luz, el teléfono, había más circulación. Esta cuadra llegó a tener quince paradas de colectivo en un momento", sostiene. En marzo, sin embargo, tras el reclamo de los kiosqueros, ocho paradas volvieron a Avenida Libertador y la pasada donde está el kiosco de Eugenia volvió a llenarse.
En medio de las dificultades, hay proyectos que la entusiasman. Participó de un acto donde la intendenta anunció la renovación de los kioscos municipales y el suyo, por la impronta verde que ya tiene, será parte de esa transformación. “Va a ser la ‘onda verde’. Todavía no está la ordenanza, pero la idea es aggiornar los kioscos”.
Eugenia no paga alquiler, solo un canon municipal, y sobrevive con esfuerzo. “Hoy el que tiene un kiosquito tiene que agregarle algo más. Solo no alcanza para vivir”, afirma. Su hija nació cuando ya tenía el puesto, y hoy tiene 24 años. “Es toda una vida. De alegrías, de tristezas. Y de plantas”.