Si uno pudiera dibujar un mapa afectivo de su vida, San Juan sería, sin dudas, uno de los puntos más importantes. Fue aquí donde, allá por los años '60, Hugo Simoni llegó desde Mendoza con una valija cargada de sueños para estudiar Ingeniería Química en la Universidad Nacional de Cuyo. Fue aquí también donde conoció a Graciela Sarasúa, una joven sanjuanina con la que se casaría en una iglesia de Av. Libertador y Ramón y Cajal, y con quien formaría una familia.
Muchos años después —más de cinco décadas— Hugo volvió a recibir un título. Esta vez, con 82 años, defendió su tesis de la Licenciatura en Turismo en la Universidad Nacional del Sur (UNS), en Bahía Blanca, y se convirtió en el graduado de mayor edad de esa casa de estudios. “No lo hice por el título, lo hice porque quería seguir aprendiendo. Pero me siento muy feliz”, dijo.
Su historia, que comenzó en Mendoza, que maduró en San Juan y que echó raíces en Bahía Blanca, es una verdadera lección para las futuras generaciones.
El primer título, en San Juan
Hugo nació en la Ciudad de Mendoza el 23 de febrero de 1943. A los 17 años se mudó a San Juan para iniciar sus estudios universitarios. “La Universidad Nacional de Cuyo me dio mi primer título en diciembre de 1968. Estudiar allí fue una experiencia inolvidable. Éramos estudiantes con muchas ganas, sin computadoras, con cuadernos, libros y mucha vocación”, recuerda.
Pero la vida universitaria no solo le dio una carrera: también le dio el amor de su vida. “Me casé con una sanjuanina. Nos conocimos en la facultad y nos casamos en una pequeña iglesia que todavía debe estar en pie. San Juan me regaló eso tan grande que fue formar una familia y muchísimos amigos y compañeros”, señala a Tiempo de San Juan.
Después de graduarse, Hugo y Graciela comenzaron a construir su vida lejos de San Juan. Vivieron en Campana y luego se instalaron en Bahía Blanca en 1975, cuando él fue convocado para trabajar en la entonces naciente Petroquímica Bahía Blanca. Sus hijos son Cecilia, María Victoria, Agustín y Juan.
Medio siglo después, un nuevo comienzo
Hugo Simoni en su último final.jpg
Durante más de 50 años, Hugo trabajó en la industria petroquímica. Fue gerente de importantes empresas como Dow Chemical y Profertil, y presidió la Asociación Industrial Química de Bahía Blanca. Pero a los 73 años, ya jubilado, algo se despertó nuevamente en su interior.
“Había viajado mucho por trabajo, pero me di cuenta de que quería entender mejor el turismo. Quería estudiar algo distinto, que me llenara. Así fue como en 2016 me anoté en la Licenciatura en Turismo de la UNS”, cuenta.
Ese regreso a la universidad fue un desafío. No solo por la diferencia generacional con sus compañeros, que podrían ser sus nietos, sino también porque el cuerpo y la memoria no son los mismos a los 80 que a los 20. En el medio, además, Hugo se enfermó de COVID. Estuvo internado, con una recuperación larga y exigente. También sufrió la gran inundación de Bahía Blanca, que afectó toda la vida universitaria local. A pesar de todo eso, Hugo persistió.
El Valle de Uco como reencuentro con su identidad
Finalmente, este lunes defendió su tesis y se graduó. El título de su investigación lo conecta con sus orígenes: “Valle de Uco (Mendoza-Argentina) como destino turístico, a partir de sus atributos naturales, históricos, humanos y económicos”.
“Recién haciendo la tesis me di cuenta del orgullo que tengo por ser mendocino. Necesitaba expresarlo. Este trabajo fue mi manera de volver a conectarme con mi tierra, con mis raíces”, asegura.
La docente Brenda Jonke, quien dirigió su trabajo, explicó que se trata de “una investigación aplicada que aporta información de valor para la planificación y gestión turística del Valle. Analiza la configuración socio-espacial y propone lineamientos que integran lo natural, lo histórico y lo productivo”.
El Valle de Uco, con su paisaje andino, sus viñedos y su gastronomía, fue para Hugo más que un objeto de estudio: fue una forma de volver simbólicamente al punto de partida.
Una ovación, sin huevos pero con harina
Hugo Simoni con sus hijos. Mendocino egresado a los 83 (2).jpg
Cuando terminó su defensa, los aplausos no se hicieron esperar. Hugo pidió, casi como una broma, que no le tiraran huevos como suele hacerse con los egresados. No le hicieron caso. Le tiraron de todo: harina, pintura, espuma. “De todo menos huevos”, se ríe ahora, feliz por haberse sentido parte de la fiesta universitaria.
Pero lo que más lo conmovió fue el afecto de sus compañeros, la calidez de los docentes y el orgullo de su familia. “Los chicos me integraron de verdad. Me ayudaron muchísimo. Fue una experiencia hermosa”, cuenta.
La profesora Elena Torre lo conocía desde hacía décadas. “Fue mi jefe en un trabajo con Petroquímica y el Municipio cuando yo era joven. Verlo como alumno fue una alegría enorme. Siempre participaba, con intervenciones muy interesantes. Es una persona admirable”, aseguró.
Un mensaje de los hijos y nietos
Para su familia, el momento fue profundamente emotivo. “Como hijos y nietos, sentimos orgullo y también agradecimiento. Nos enseñó a ser perseverantes, a no rendirse, a vivir con humildad”, dice su hija María Victoria.
Y agrega: “Después de haber sido pionero en la industria petroquímica y recorrer el mundo, eligió volver a estudiar. Y con esta carrera encontró una nueva forma de acercarse a Mendoza, a sus raíces. Nos inspira profundamente”.
Uno de sus nietos estudia Ingeniería en la misma universidad donde él acaba de graduarse. Otra se recibió de médica hace poco. “Fue muy fuerte compartir la vida universitaria con ellos. Inesperado y hermoso”, resume Hugo.
Un ejemplo para todos
Con 82 años, Hugo Simoni no busca aplausos ni titulares. Pero su historia se convirtió en un ejemplo para quienes creen que ya es tarde para aprender algo nuevo. “La edad no es un límite. Mientras la salud acompañe, siempre se puede seguir”, asegura.
“Estudiar me hizo bien al alma”, repite.
Desde Bahía Blanca, con un corazón dividido entre Mendoza y San Juan, Hugo hoy celebra un logro que va mucho más allá de un diploma. Celebra haber sido fiel a sí mismo. Celebra, también, haber mantenido encendida la chispa de la curiosidad, esa que lo llevó a San Juan cuando era un adolescente... y que lo sigue guiando, más de medio siglo después.