Ya pasó. Alberto Fernández es el nuevo presidente por un margen indiscutible y terminante para los ojos previos a las Paso, exiguo para sus expectativas posteriores al 11 de agosto. En San Juan se dio la lógica: números más, números menos, cifras aproximadas a las expectativas y con lógico hilo para cortar. Ya no hay más elecciones en el calendario nacional, ningún ballotage extraviado, nada más. Hora del balance, de contar los porotos.
Sergio Uñac no fue candidato -lo había sido meses antes cuando jugó su reelección- pero puso mucho en juego. José Luis Gioja fue la cara de la oferta política del oficialismo local, su presentación provino con una mezcla de ese juego de equipo y una dosis de despliegue de su perfil personal, con intereses propios. Y Marcelo Orrego tuvo el arrojo de salir a bailar con la más fulera, defender la enseña amarilla del macrismo y jugarse su propio pescuezo en un lance de resultados inciertos en la previa por las dificultades de la imagen presidencial. Los tres cantaron victoria.
Para el gobernador, el turno no debía pasar de largo sin figuración en el tablero porque esos son los ladrillos que conforman el paredón sobre el que se negocia después. Montó una campaña de alto protagonismo, jugando su propia imagen. Y a la noche del domingo tuvo muchos motivos por cuales alegrarse.
El jefe de gobierno sanjuanino integra el lote de gobernadores del palo al que el flamante presidente rinde tributo permanente, en referencia a integrarlos a su futuro gobierno. No es eso poca cosa para un jefe provincial de estos lados que debe hacer un oficio de las peregrinaciones a Buenos a golpear puertas.
Se vio a los dos días de triunfo, cuando el equipo de los gobernas se juntó en Tucumán a celebrar la asunción de uno de sus líderes, Juan Manzur, con presencia estelar de Alberto en plena rosca.
Uñac lució allí sus números, nada malos en el contexto nacional con el 53% y el plus regional de haber sido el único cuyano en aportar una victoria al frente Todos ante la previsible derrota en Mendoza y la sorpresiva de San Luis. Son cifras que salen a jugar después en cada despacho nacional en el que se gestiona, una carta de presentación que abre puertas.
Y un condimento en la finita, que parece irrelevante pero en algunos escritorios miran con lupa: los resultados de Santa Lucía y Rivadavia –en manos de intendentes de Cambiemos-, que en el casillero Presidente (el que más defiende Uñac) aparecieron entregados a Alberto y en el de diputados quedaron para Orrego. O alguna diferencia en el corte de boleta.
No será lo mismo para Uñac emprender gestiones por obras o, por caso, viviendas: el propio Alberto puso como ejemplo a San Juan en campaña a los formatos de construcción de viviendas sanjuaninos. Ni cobrar acreencias por obras nacionales financiadas, el karma en la gestión Macri que dejó un muerto de $ 3.000 millones. Ni reencauzar Agua Negra, con el que Alberto se comprometió explícitamente, ante quién sabe qué estado político del chileno Sebastián Piñera, hasta aquí junto al propio Macri el principal escollo pero ahora sometido a shock.
Con la expectativa además de integrar los equipos nacionales con funcionarios locales. Al telegrafiado (y ya conversado) caso de Alberto Hensel para conducir Minería nacional, podría sumarse alguno más (¿Díaz Cano al INV?). Se verá en noviembre.
Números y ubicación política inmejorables para el gobernador sanjuanino, que hasta se animó a pronunciar una frase sobre su futuro por primera vez, en una entrevista con Diario de Cuyo: “Antes gobernó Gioja, ahora gobierno yo, me han dado la gran responsabilidad de hacerlo por cuatro años más y después, o después de ese después, debe venir otro gobernador”. Clarito, para buenos entendedores.
Para Gioja quedó no sólo el triunfo local –que ya se daba como descontado- sino una evidente coronación de un trabajo de pistón sobre la unidad que fue el principal condimento de la reconquista del poder para PJ, y que lo tuvo de protagonista visible.
Fue pieza central en la armonía entre Cristina y Alberto, y luego entre la fórmula y los que se fueron sumando de a poco para conformar el bloque que fue imprescindible para desbordar a un macrismo muy competitivo.
Seguramente tendrá espacio para capitalizarlo en el futuro desde su banca renovada en el Parlamento, o desde el sitio que arroje el futuro inmediato. Su nombre es uno de los que suena para algún lugar importante en el bloque oficialista en Diputados, aunque nadie puede descartar que sea llamado a alguna función ejecutiva, ahora o más adelante. También se lo mencionó como una opción en la embajada argentina en Chile, puesto atractivo ante la catarata de intereses comunes entre ambos países pero en especial para San Juan. En un intento de correr del medio a un mendocino para ese puesto, como lo es el actual José Octavio Borbón, una provincia que le dio la espalda a Alberto. También se verá este mes.
Marcelo Orrego es el que la tenía más difícil el domingo pasado porque lideraba en San Juan la escuadra referenciada con el presidente Macri y había incertidumbre sobre su rendimiento en las urnas: en las Paso había sacado menos del 27%, podía en las generales hundirse aún más y arrastrar la suerte del santaluceño. O recuperarse.
Y finamente hizo esto último, con lo que Orrego sacó chapa de dirigente con clara proyección de futuro recuperando más de 8 puntos para clavarse en apreciables 35%. En ese repunte, dejó de su lado los estratégicos comicios en Santa Lucía (su departamento) y Rivadavia en el casillero de diputado nacional, aunque no los pudo conservar en el casillero de presidente. Pero lejos de caerse, Orrego creció y mandó un mensaje de fortaleza hacia adentro de su formación y hacia afuera también. Teniendo en cuenta el padrón provisorio, obtuvo más de 7.000 votos adicionales a los que sacó Macri (166.050, el 38,39%, contra 158.956, el 35,13%).
Como anticipo de futuros análisis que se harán aquí mismo en las próximas semanas, valen las primeras apreciaciones sobre el sitio en que quedó ubicado. En primer lugar, consiguió así sacarse de encima la marca pegajosa de los referentes del PRO local, liderados por Eduardo Cáceres y el diputado Cornejo, que no dejaron de escoltarlo a sol y a sombra en un intento por condicionarlo y no dejarlo volar solo. Y que fueron los únicos perdedores de esta curiosa jornada en la que (casi) todos ganaron.
Ya anunció Orrego que hará la Gran Basualdo en el Congreso, un bloque personal sumado al interbloque de Juntos por el Cambio. Hay que ver ahora si en el futuro inmediato esa coalición entre macristas, lilitos, radicales y pichettistas se mantiene con el tiempo o si explota por el aire al poco andar. Y si ocurre esto último, qué lugar ocupará Orrego. O, de otro modo, cuánto demorará Orrego en respaldar –votando o dando quorum- “las leyes que necesita el país”.