En algunos hogares, los domingos al mediodía son para compartir en familia y, en ocasiones, también para relajarse con un vino. Pedro y su hermano Ceferino no rompieron esa regla aquella tarde en el asentamiento Lotes Morino, solo que la sobremesa se extendió hasta la noche. Los dos ya estaban borrachos cuando decidieron continuar la charla en un pool situado al lado de la Municipalidad de Caucete, frente a la plaza departamental.
Eso fue la noche del 27 de mayo de 2001. Cada uno tomó su bicicleta y partió rumbo a ese local en el que siempre caían cada vez que tenían ganas de beber y divertirse taqueando en la mesa pool. El recorrido duró largos minutos, pero llegaron al salón de juegos. Pedro Nicolás Vilchez buscó apoyar su bicicleta, pero su hermano Ceferino Britos se adelantó a echar una mirada al salón y vio que estaba lleno, entonces volvió y propuso ir a otro lugar.
Los dos hermanos encararon a pie por el medio de la plaza, con sus respectivas bicicletas a la par, con el propósito de cortar camino. Pedro iba pensando en dónde tomar una cerveza o un vino, pero de repente se frenó. Su sonrisa se le borró al ver a José Carlos Vera, un joven al que desde hace tiempo tenía entre cejas.
Hubo dos versiones sobre los motivos de ese rencor. Los amigos de Vera aseguraron que la bronca entre ellos o de Vilchez contra Vera venía porque el joven de 20 años salía con su hija adolescente y él se oponía fervientemente a esa relación. Pedro decía que el muchacho era “de malas juntas” y le iba a traer problemas.
Los familiares del jornalero de 38 años desmintieron esos dichos. Vilchez tenía cierto resentimiento contra Vera porque estaba convencido que este joven y sus amigos le habían entrado a robar su casa tiempo atrás, sostuvieron. De ahí el conflicto entre ambos, pero no es que lo andaba buscado o había prometido venganza, aclararon.
Esa noche se encontraron de casualidad en la plaza de Caucete, alrededor de las 21.30. Pedro pasaba junto a su hermano Ceferino, mientras que Vera se encontraba reunido con su amigo “El Tetera” Sergio Raúl Montiveros; la novia de éste, Sara Díaz, y otros jóvenes. Y no se sabe quién provocó a quién o cómo empezó la pelea.
De pronto hubo un tumulto, Vilchez tiró su bicicleta y comenzó a corretear a José Vera, que con su agilidad le sacó distancia y escapó antes de que lo agarrara. “Ya te voy a alcanzar hijo de puta”, gritó furioso el jornalero, en esos segundos en que el joven desaparecía de la vista de todos.
Se dijo que el problema se originó porque Vilchez intentó golpear al exnovio de su hija. Por otro lado, afirmaron que el jornalero tuvo un entredicho porque esos jóvenes habían entrado a robar a su casa semanas antes.
El conflicto ya estaba desatado, pero quedaba algo más. Pedro Vilchez caminó hacia donde se encontraban los amigos de Vera y mantuvo un segundo enfrentamiento. Los jóvenes afirmaron que el jornalero los llamó a pelear y sacó su cinto con el que empezó a revolear la hebilla y a repartir golpes. Ceferino Britos, en cambio, juró que el grupo de diez personas rodeó a su hermano y empezó a pegarle, que por esa razón éste sacó el cinto para defenderse.
Vilchez medía 1,75 metros de altura y pesaba 100 kilos. Era corpulento, pero con eso no bastaba para enfrentar a los jóvenes. Porque, aunque fueran dos, le sacaban ventaja. De cualquier forma, de ningún lado se frenaron y volaron los golpes. En el medio, apareció un arma blanca. “El Tetera” Montiveros sacó un cortaplumas y le largó un puntazo en el pecho al jornalero. A todo eso, Ceferino miraba sorprendido, sin siquiera poder intervenir.
En esas milésimas de segundos, el changarín sintió el ardor provocado por la pequeña hoja metálica que le penetró entre las costillas. De inmediato levantó la mirada y reconoció a Montiveros como el atacante. Allí se le fue encima, pero el joven reaccionó y emprendió la fuga. Corrió tan rápido a través de la plaza que logró escapar igual que su amigo Vera.
El puntazo había dejado muy sentido a Vilchez que, al notar que perdía sangre, sacó fuerza y se dirigió a la Comisaría 9na -en la misma Boulevard Sarmiento- para dar cuenta de lo sucedido.
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Los policías mientras entrevistaban al hermano del jornalero fallecido. Foto de Diario de Cuyo.
En la seccional habló con el oficial Marcelo Uliarte. Le contó que acababa de ser atacado por una patota y que un joven, al que conocía como “El Tetera” Montiveros, le había propinado un puntazo en el pecho. Hasta le mostró la herida. El jornalero ya no podía respirar, de modo que el oficial de guardia y otros policías lo asistieron. Esa noche, Pedro Vilchez fue atendido en el Hospital Dr. César Aguilar, pero debido a la gravedad de la herida lo trasladaron al Hospital Guillermo Rawson en la Capital. A las 6 de la mañana del lunes 28 de mayo de 2001, el obrero rural y padre de nueve chicos, falleció a consecuencia de la hemorragia interna.
Los policías para entonces tenían apresados los presuntos autores del ataque, entre ellos a Montiveros, a su novia Sara y a José Vera. A los otros jóvenes que estaban con ellos no pudieron identificarlos. De todas formas, “El Tetera” se hizo responsable de la agresión, pero en su defensa aseguró que Vilchez los golpeó con el cinto, incluso mostró un moretón como prueba.
Después, Montiveros se retractó y buscó cambiar su declaración, al punto que negó que llevara el arma blanca. Sin embargo, su hermana lo dejó al descubierto cuando contó que el joven fue a verla después del ataque en la plaza y le entregó el cortaplumas. Vera, el otro involucrado, también lo complicó. Ese joven, en principio, confesó que “El Tetera” siempre llevaba un arma blanca y posteriormente cambió esa versión y aseguró que nunca vio esa punta.
Los antecedentes “El Tetera” Montiveros reflejaban quién era realmente. Tiempo antes del crimen estuvo seis meses detenido por robo agravado por el uso de arma blanca. A raíz de esa causa, en 2002 y cuando estaba preso por el homicidio de Vilchez, fue condenado a 6 años y 8 meses de prisión.
Con ese mal precedente, Sergio Raúl Montiveros fue llevado a juicio en marzo de 2003 en la Sala II de la Cámara en lo Penal y Correccional. Los argumentos de la defensa con el propósito de sostener la teoría de la defensa propia o el exceso en la legítima defensa, no prosperaron y no convencieron a los jueces Juan Carlos Peluc Noguera, Félix Herrero Martín y Ernesto Kerman. El tribunal dio por probado que hubo dolo y lo condenó a una pena única de 14 años de prisión por el delito de homicidio simple.
FUENTE: Sentencia de la Sala II de la Cámara en lo Penal y Correccional, artículos periodísticos de Diario de Cuyo y hemeroteca de la Biblioteca Franklin.