En un consorcio de departamentos ubicado en una zona transitada de Chimbas vive F., una mamá de 18 años cuya vida cambió para siempre el 31 de julio pasado. Ese día denunció que fue víctima de un abuso sexual por parte de dos policías. La joven habló en exclusivo con Tiempo de San Juan, contó todo lo que le sucedió aquella noche y cómo vive desde que radicó la denuncia.
F. tirita todo el tiempo. Está muy angustiada y no puede contener las lágrimas ni al saludar a esta cronista. Todo el tiempo lleva a su bebé de ocho meses en brazos. "A mí lo que me mantiene fuerte es mi hijo, si fuera por mí no seguiría –con vida-, tengo hasta miedo que mi marido me deje, mis vecinos me van a comprar las cosas porque tengo miedo de salir”, cuenta mientras abre las puertas de su hogar, impecable y ordenado.
El hecho se produjo el viernes 31 de julio entre las 19.30 y las 21. "Yo le cuidaba la abuela a mi marido, salgo de trabajar y me vengo a mi casa. Mi marido estaba en la casa, había salido de trabajar. Eran las 19.30 más o menos, estaba oscuro y le dije a mi marido que vayamos a buscar a mi hijo, él me dijo que vaya sola porque se iba a terminar de bañar. Yo por salir a las apuradas, me puse el casco pero no agarré la billetera con los papeles de la moto. Llego a la casa de mi hermana y no estaba, estaba en la casa de mi otra hermana. Entonces, como era muy tarde, me devuelvo a mi casa para que me acompañe mi marido a buscar al bebé”, contó.
Pocas cuadras antes de llegar a su casa, F. vio a dos policías en moto. Como ella sabía que no tenía los papeles del rodado en el que transitaba, decidió pararse y esperar que los uniformados pasaran. "Veo que ellos van mermando la velocidad y se paran. La gente pasaba sin casco al lado de ellos, pero aceleraban y no les hacían nada. Era a mí a la que querían. Después doblaron a la comisaría chiquita esa en la que están (sede de la Motorizada V); se iban, pero siempre mirándome a mí. Yo pensaba que ellos se iban yendo; agarro la moto y en los semáforos que siguen me paro porque pasaban los autos. Ahí se me atraviesan y me dicen:
-Los papeles Flaca-
”.,>
Ese fue el principio del drama. F. se estacionó a la orilla, se sacó el casco y les dijo que no tiene los papeles de la moto, que se los olvidó porque salió apurada de su casa. El diálogo entre ella y los policías continuó de la siguiente manera: "Siempre el que hablaba era el policía de atrás. Le dije que no había traído los papeles, que tenía que buscar a mi hijo y que por salir a las apuradas no los llevé. Justo me suena el celular, era el hombre con el que trabaja mi marido. Cuando me vieron el celular, me pidieron el número. Yo les dije que cómo les iba a pasar el número de celular, que era el celular de mi marido. Ahí les mentí, les dije que mi marido me había llamado, que me estaba preguntando dónde estaba, que me apurara. Era para irme”.
Mientras avanza el relato la joven empieza a llorar. Está muy angustiada, no puede contener el llanto. Interrumpe la historia y manifiesta que tenía ganas de irse a vivir al departamento San Martín, donde vive su madre, pero que no le quiere llevar problemas porque es una señora mayor.
Mientras estaba parada en la intersección con los policías, el cabo Moreno tomó nuevamente la palabra. El agente Castro nunca habló. "Me dice: -¿Qué vamos a hacer? ¿Te la quito o no te la quito? Siempre era el de atrás, el que iba manejando no lo vi. Le dije que no sea malo, que cómo me iba a quitar la moto si es una herramienta de trabajo, le pedí que me acompañara a la casa y le mostraba los papeles. En el medio le dije que bueno, que le iba a dar el número, yo pensando se lo doy y mi marido va a romper el chip del celular. Me dijo el policía que cómo le iba a dar el número delante de la gente. Yo no le tengo pánico a la altura pero sí a ellos, los veo y les tengo miedo. Me agarran y me dicen que fuera a la calle Díaz, yo accedí por el temor de que me quitaran la moto. Siempre con la escopeta el de atrás. El policía me dice que vaya, que no me iba a pasar nada y me mostraba la escopeta”, detalló con lujos de detalles F.
Sin perder el hilo del relato, la joven mamá reveló que su hermana pasó por donde estaba ella pero no podía hacerle seña ni nada. "Voy hasta donde ellos me dicen, y les dije te doy el número, yo que he nacido acá no sabía que había ese tipo de campito. Le dije acá te doy el número. Ahí me dice <¿quién quiere tu número?>, se baja de la moto, me dice metete para adentro agarrando mi moto de los fierros de atrás (llora). Él me agarra y me mete para el campo, me dice
. Siempre yo estaba arriba de la moto, se me acerca y me toca la cola. Cuando me quiere dar un beso, lo pecho, le pego un empujón. A todo eso, al pecharlo yo, él me exige que me baje de la moto, yo llorando porque sabía lo que me iba a pasar, le pedía que no me hiciera nada por favor. Mientras me bajo llorando le dije que le iba a contar a mi marido todo. Yo me bajo de la moto, él me pecha, yo caigo y él se me sube arriba y me quiere arrancar la remera, ahí me oriné; agarré más fuerza y le pegué una patada, me subí a la moto y me vine para acá. El que estaba en el piso le avisó al otro por el handy que se apurara”, concluyó F.
La mujer llegó a su casa y apenas abrió la puerta se puso a llorar toda orinada. Le contó todo a su marido y él la instó a denunciar el hecho. Juntos fueron a la casa de la hermana mayor de F., quien también la alentó a denunciar. En la puerta de la Motorizada V, de Chimbas, se armó un escándalo cuando el cabo Moreno salió al escuchar los gritos de la familia de la jovencita. El marido de F. le preguntó si no tenía esposa o hijas mujeres. Le quería dar una trompada. Pero lo calmaron. "Él les decía que no era como yo creía, que no había pasado nada. Salieron unos policías de adentro y les pidió que se metieran para adentro”, añadió.
En dos comisarías: en la Seccional 17º, y en otra que no recuerda, no le tomaron la denuncia. En una porque no era jurisdicción de ellos y en la otra porque no estaba el jefe. Ahí decidieron ir a la Central de Policía. F. dijo que fue muy difícil contar todo lo que le había pasado delante de otros de policías. "Ellos dicen que todo es supuestamente lo que yo digo y no es supuestamente. Si hubiera sido mentira no hubiera ido a la Central de la Policía a denunciar cuando tengo un hijo que criar. El jefe me creyó. Ellos me dijeron que muchos policías han pagado el precio de mentiras. Hasta el día de hoy no tengo ninguna novedad, se dejaron mi calza, mi remera, el celular y la moto, que ya la devolvieron”, añadió.
La joven da su testimonio sin obviar nada. Todo el tiempo le pasa por su mente lo que le tocó vivir como si fuera una película. Por las noches los recuerdos la llenan de angustia y se levanta a llorar. Su marido es un gran sostén al igual que sus hermanas. Aún no la llaman para declarar. Su mayor miedo es que su caso quede en la nada y que los uniformados queden libres. Mientras llora, F. concluye: "Sólo quiero Justicia, no por mí, por mi hijo y por mi marido”.